Homilía de Mons. Francisco Pérez en la fiesta de san Fermín

Un año más la ciudad de Pamplona estalla de alegría para celebrar sus fiestas patronales, y nosotros nos reunimos a los pies de San Fermín para manifestarle nuestro cariño, agradecerle los muchos beneficios recibidos y presentarle nuestras peticiones. Cada año son muchas las novedades de la ciudad, pero este es especial, porque estrenamos nuevas autoridades elegidas democráticamente por todos los vecinos. Por mi parte, quiero felicitarles en este día y pedir para ellos una bendición generosa para que acierten en sus decisiones, con el fin de que los pamploneses, todos, sin exclusión, alcancen un progreso constante y pueden desempeñar cada uno con libertad sus derechos y deberes.

1. No es mucho lo que conocemos de la vida de San Fermín, pero lo suficiente para sentirnos orgullosos de tener por patrón a un santo que supo transmitir el evangelio con constancia y generosidad hasta llegar a derramar su sangre. Sus padres, Firmo y Eugenia, eran paganos, de noble linaje, y se convirtieron cuando San Saturnino, obispo de Toulouse evangelizó esta región. También él fue bautizado por San Saturnino. Más tarde fue ordenado sacerdote y consagrado como primer obispo de Pamplona. Por tanto, yo mismo soy sucesor de San Fermín al frente de esta querida iglesia diocesana. Muy pronto se dedicó a evangelizar por la región de los francos, Aquitania, Auvernia, Anjou, etc. Luego se estableció en Amiens donde fue decapitado el 25 de septiembre de 290, durante la persecución de Diocleciano. Tenemos noticias de que en 1186 ya se le daba culto solemne en Pamplona, celebrando su fiesta en septiembre, hasta que en 1590, siendo Obispo de Pamplona don Bernardo de Sandoval y Rojas se dispuso que la fiesta se trasladara al 7 de julio. Es decir que llevamos más de cuatrocientos años celebrando estas fiestas en esta misma fecha.

Los datos mencionados son de todos conocidos, pero me ha parecido bien traerlos a la memoria antes de adentrarnos un poco más en la figura egregia de nuestro patrón. Era, hemos recordado, un profundo cristiano, un evangelizador infatigable y un pastor generoso dispuesto a entregar todo lo que tenía y su propia vida por amor a Jesucristo y a sus hermanos.

2. Profundo cristiano y evangelizador infatigable. Cuánto bien le proporcionaría a la actual sociedad pamplonesa en esta hora compleja en la que no faltan temores y preocupaciones, pero tampoco esperanzas y expectativas de un futuro prometedor, que se reafirmase con nueva vitalidad en el aprecio del modelo espiritual que encarnó su más ilustre obispo, San Fermín. La historia de Pamplona, y la historia de Navarra, no se explican sin estas bases hondas de fe cristiana que pusieron, primero San Saturnino, primer evangelizador, y luego San Fermín, primer obispo. En ambos se cumplen las palabras del profeta Isaías que hemos leído en la primera lectura: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva” (Is 61,1). Tampoco puede explicarse la historia de Navarra sin este afán difusivo de los valores más preciados, sin ese espíritu misionero que sigue vigente en nuestros días. No nos extraña que ya el 14 de abril de 1657 el Papa Alejandro VII declarara a San Fermín y a San Francisco Javier patronos “igualmente principales” de Navarra. Nosotros somos depositarios de esa herencia preciosa de honradez, lealtad y universalidad, y sentimos el orgullo santo de participar de este carácter navarro, recio, noble y profundamente cristiano. He recordado a los padres de San Fermín porque estoy convencido de que es la familia el ámbito donde florecen los valores, las virtudes, las ilusiones y los grandes proyectos. Todavía resuenan las palabras que dijo el Beato Juan Pablo II en aquella memorable visita al castillo de Javier: “Las familias de esta Iglesia de San Fermín han sido hasta hace poco tiempo fecundo semillero de vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. ¡Queridas familias de Navarra: debéis recobrar y conservar celosamente tan excelso patrimonio de virtud y servicio a la Iglesia y a la humanidad!” (Juan Pablo II, Homilía en Javier, 6-XI-1982).

3. Pastor generoso con todos. A su generosidad acudimos, porque sabemos que el Patrón de una comunidad cristiana debe ser contemplado en su triple dimensión: como modelo al que imitar, como cauce de tantos beneficios que agradecer y como protector al que acogernos. Como modelo, quisiéramos imitarle en su preocupación por los demás: estamos atravesando momentos difíciles y hay a nuestro alrededor muchas personas, quizás alguno de los que me escucháis, que tenéis necesidades materiales angustiosas. Me gustaría ser portavoz una vez más del grito angustiado de los más débiles, de los más necesitados. Es una tradición encomiable la presencia de la tómbola de Caritas en las fechas de San Fermín. Pero eso no basta: a las autoridades les pedimos que pongan todo su empeño en solucionar el problema del paro, el de la escasez de vivienda, la penuria de las familias más desfavorecidas. Y a todos vosotros, un esfuerzo de generosidad para dar no sólo lo que nos sobra, sino parte de lo que nosotros mismos necesitamos. La austeridad solo es buena si redunda en beneficio del prójimo. Así imitaremos a Jesucristo que, como hemos escuchado en el Evangelio, “se compadecía de las gentes porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”.

4. A nuestro patrón, San Fermín, le damos gracias por tantos beneficios que hemos recibido durante este año, por nuestra fe, por nuestra salud, por tantas gracias recibidas de lo alto, incluso las que no sabemos valorar. Pero también debemos importunarle con nuevas peticiones. Por mi parte, quiero hacerle dos peticiones: En primer lugar, que todos los navarros defendamos con ahínco, como hasta ahora, el valor de la vida desde sus comienzos hasta su final. Puede parecer un latiguillo ineficaz por repetido, pero no podemos dejar de hacernos eco de la enseñanza del Papa que una vez más decía el pasado mes de febrero que debemos empeñarnos “en hacer crecer la cultura de la vida, para poner en el centro, en cualquier circunstancia, el valor del ser humano” (Angelus, 6-II-2011).

Mi oración en este día tiene también como objeto fundamental los jóvenes. Vosotros sois protagonistas indispensables en estas fiestas y de vosotros depende en gran medida la buena marcha de las mismas. Es posible que os lleguen voces que pretendan convenceros de la Iglesia se opone a vuestras inquietudes y deseos. Nada más falso; sencillamente estamos viviendo una especia de “eclipse de Dios” que nos impide verle con nitidez, pero habéis de saber que Él tiene predilección por vosotros. Jesucristo miró con ternura a aquel joven que le preguntaba qué tenía que hacer para alcanzar la vida eterna. Este año que celebramos la Jornada Mundial de la Juventud, queremos señalar con el Papa que “tenéis el derecho de recibir de las generaciones que os preceden puntos firmes para hacer vuestras opciones y construir vuestra vida, del mismo modo que una planta pequeña necesita un apoyo sólido hasta que crezcan sus raíces, para convertirse en un árbol robusto, capaz de dar fruto”. Permitidme recoger unas palabras del mensaje del Papa para esas Jornadas: “Queridos jóvenes, la Iglesia cuenta con vosotros. Necesita vuestra fe viva, vuestra caridad creativa y el dinamismo de vuestra esperanza”.

Termino ya deseándoos unos días de gozosa convivencia. San Fermín nos lleva, casi sin querer a pensar en la Virgen, nuestra Señora la Real. Que Ella os bendiga a todos, autoridades, familias, enfermos, ancianos, jóvenes y niños. Que el capotillo de San Fermín os libre de toda asechanza material o espiritual. Por mi parte también rezo y os bendigo paternalmente.

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