Año tras año, el día 1 de enero, los cristianos celebramos la Jornada Mundial por la Paz. Le dedicamos un día de oración porque estamos convencidos de la «paz del mundo no puede establecerse ni consolidarse sin respetar fielmente el orden querido por Dios» (Juan XXIII).

Cada año, el Papa publica un mensaje sobre el significado y los objetivos de esta Jornada. Este año su mensaje se centra en recordar y renovar las principales ideas de la encíclica sobre «La paz en la tierra», promulgada por el Papa Juan XXIII, hace ahora cuarenta años.

A veces nos parece que los caminos que conducen a la paz están cerrados. Los cristianos siempre tenemos que proclamar que la paz es posible. Dios nos ha hecho para que vivamos como una gran familia, con los mismos derechos, en una gran comunidad donde imperen la justicia y la generosidad. La verdad, la justicia, el amor y la libertad son los cuatro pilares sobre los que se puede y se debe construir la paz. La paz cercana de la convivencia cercana, y la gran paz a escala universal.

Gracias a Dios, los hombres hemos conseguido una clara conciencia de los derechos humanos, de la igualdad básica de todos los pueblos, por todas partes se siente la necesidad de superar la era de las guerras y abrir el camino a una era de paz y de colaboración entre todos los pueblos de la tierra.

La Iglesia anima a los dirigentes del mundo entero a establecer un nuevo orden internacional que respete enteramente los derechos de todos los pueblos. Nosotros sabemos que esto no será posible sin una conversión general de los corazones que nos haga buscar a todos sinceramente el bien de los demás con el mismo interés que el propio. El reconocimiento del verdadero Dios es el camino indispensable para llegar a esta comunión universal de respeto, estima y colaboración. El olvido de Dios nos aleja de estos bellos ideales de paz y convivencia. «La paz y el desarrollo sólo se pueden alcanzar respetando la ley moral universal, inscrita en el corazón del hombre» (Juan Pablo II).

La Iglesia propugna el establecimiento de una autoridad universal que proteja y defienda el respeto de todos los derechos humanos en todos los lugares de la tierra y en las relaciones entre los pueblos. En los países ricos reivindicamos derechos de segundo o tercer orden, mientras muchos hermanos nuestros se ven privados de sus derechos fundamentales, como los alimentos, la vivienda, el reconocimiento de sus derechos políticos. Se hace necesario un nuevo orden internacional en el que sean reconocidos y respetados los principios morales. Las relaciones internacionales deben regirse proporcionalmente por los mismos principios morales que rigen en las relaciones personales.

El Papa se detiene especialmente en la necesidad de la paz en Oriente Medio y en Tierra santa. Nosotros podemos añadir a estas preocupaciones del Papa, el interés y el deseo de que se establezca la paz entre nosotros, que terminen las tensiones, las desconfianzas y los odios, que terminen de verdad las agresiones terroristas que atropellan cruelmente el derecho a la vida de las víctimas y amenazan la seguridad y la libertad de todos los ciudadanos que no se sometan a las pretensiones de los terroristas o de sus colaboradores.

El Papa nos anima a hacer gestos de paz La convivencia es un patrimonio que se elabora con innumerables gestos de paz, grandes y pequeños, que van poniendo a lo largo de la vida muchas personas honestas magnánimas, con la ayuda de Dios, en todos los ámbitos y en los diferentes niveles de la vida. Estos gestos de paz son posibles cuando hay una visión solidario y comunitaria de la vida humana. Por eso «la religión tiene un papel vital para suscitar gestos de paz y consolidar condiciones de paz» (Juan Pablo II).. Quienes piensan y actúan contra la religión, tendrían que reconocer que la apertura sincera a Dios, promueve el reconocimiento de la fraternidad universal de los hombres y favorece actitudes de justicia y solidaridad.

El día 1 es también la fiesta de María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Con su asistencia e intercesión, en nuestra histórica Catedral mariana, rezaremos por estas intenciones del Papa y de la Iglesia universal, por estos deseos y aspiraciones de todas las personas de bien de Navarra y de España entera. Pediremos a Dios la conversión de quienes actúan contra los derechos del prójimo, consuelo y esperanza para quienes han padecido los golpes del terrorismo, pediremos sabiduría y fortaleza para nuestros dirigentes, a fin de que impulsen decididamente cuanto pueda favorecer y consolidar la paz verdadera en el mundo, pediremos la asistencia del Espíritu Santo para que, en la medida de nuestras fuerzas, seamos capaces de abrir los caminos de la paz, difundiendo los principios, las convicciones y los comportamientos de una verdadera cultura de la paz y de la convivencia.

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