Dentro de pocos días, el 22 de octubre, celebraremos el DOMUND, el Domingo Mundial de las Misiones. Este año, el Domingo de las Misiones, tiene un significado especial para los católicos de la patria de S. Francisco de Javier. Hace ahora 500 años nació en nuestra tierra aquel hombre extraordinario que dedicó su vida a llevar el conocimiento y el amor de Jesucristo hasta los confines más remotos de la tierra.

Después de tantos años, todavía, principalmente en Africa y Asia, quedan muchos millones de personas que no conocen a Jesús, y, en consecuencia, no conocen suficientemente a Dios, tal como El nos lo reveló, como Dios Creador y Salvador, un Dios Padre, lleno de amor y misericordia, que nos tiene prometida la vida eterna.

Es verdad que Dios quiere la salvación de todos, y en su bondad salvará a todos los que buscan sinceramente la verdad y sean fieles a su conciencia. Pero, mientras tanto, no pueden disfrutar de los bienes de la revelación ni enriquecer su vida, ya desde ahora, con los dones de Dios. Sin conocer a Jesucristo, sin contar con los medios de salvación que El dejó a su Iglesia, sin contar con las iluminaciones que nosotros tenemos, para ellos es mucho más difícil ser fieles a su conciencia, más difícil amar a Dios y confiar en El, más difícil alcanzar la salvación.

Todo lo verdadero, todo lo bueno que hay en el mundo tiene su fundamento y perfección en Jesucristo, necesita encontrarse con El para alcanzar su plenitud. Nosotros tenemos que dar gracias a Dios por el don incalculable de la fe cristiana que nos permite vivir en la verdad definitiva de la historia del mundo. Jesús es el final de la historia y la plenitud de los tiempos. Seríamos necios si no valoráramos nuestra fe por encima de todas las cosas.

Si de verdad valoramos esta fe, tenemos tres modos de demostrarlo y de agradecérsela a Dios: la primera, sin duda, es vivirla a fondo, hacer de ella el criterio básico y fundamental de nuestra vida, acomodar la vida entera a las enseñanzas de Cristo. Y la segunda, orar para que el evangelio de Jesús sea difundido por el mundo entero, para que todos los hijos de Dios puedan conocerlo como nosotros lo conocemos y darle gracias por el don de su amor y de su salvación. La vocación misionera sigue siendo una vocación hermosa y atrayente que nuestros jóvenes tienen ante sus ojos. Ojalá el ejemplo de S. Francisco de Javier anime a más de uno a ponerse a disposición de Jesucristo para continuar esta gran tarea de la misión universal: “Señor, aquí estoy, ¿qué quieres de mí?”

Y con la oración, las obras. A la vez que pedimos a Dios la extensión de la fe cristiana, a la vez que oramos y trabajamos para que sigan creciendo en Navarra las vocaciones misioneras, todos los católicos tenemos que apoyar la labor de los misioneros con nuestras limosnas. El Domund es el Día de las Misiones Pontificias, el momento oportuno para ayudar al Papa con nuestra limosna a llevar adelante en el mundo entero esta gran obra de la difusión del evangelio, la extensión de la fe cristiana, para gloria de Dios y bien del mundo. ¿Os imagináis qué sería el mundo si ahora, todas las naciones, cada una con su lengua y su cultura, viviéramos todos sinceramente el gran mandamiento de Jesús, el mandamiento de la unidad y del amor?

El fundamento de la paz y de la unidad del mundo es Jesucristo. Sólo El, con la fuerza del Espíritu de Dios, es capaz de eliminar de nuestros corazones los gérmenes de la injusticia y de las rivalidades. Sólo El es fundamento firme de la paz verdadera. Así lo entendió S. Francisco y por eso entregó su vida por este ideal. Qué él nos ayude a comprenderlo y a colaborar con entusiasmo y generosidad a la medida de nuestras fuerzas.

Mons. Fernando Sebastián

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

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