Entrevista al Cardenal Fernando Sebastián

actualidad 01El pasado 12 de enero el papa anunció tras el ángelus dominical su nombramiento como cardenal de la Iglesia Católica. Oficialmente recibió el capelo cardenalicio en el Consistorio del día 22 de febrero. El Semanario Diocesano La Verdad siguió fielmente durante 14 años su labor pastoral en Navarra. Además de muchas grandes celebraciones recogió hitos importantes como la acogida, el número monográfico en sus 10 años de servicio a las diócesis de pamplona y Tudela  y la despedida.

No nos ha sorprendido nada que el Papa le haya nombrado Cardenal. ¿Qué ha significado para usted este reconocimiento?
Ante todo una sorpresa. Yo estaba viviendo mi jubilación muy tranquilo y muy a gusto. Después ha supuesto una verdadera conmoción interior, por lo que significa de estima y confianza del Santo Padre, por poder entrar en el círculo íntimo de sus colaboradores, por sentirme asociado al ministerio universal del Papa. Y en lo más íntimo una llamada del Señor a vivir más unido con él, más identificado con su Iglesia, más comprometido en su misión universal.

Inició oficialmente su servicio a la Iglesia en Navarra el 15 de mayo de 1993, en el frontón Labrit porque la Catedral estaba en obras. Lo finalizó el 30 de septiembre de 2007. Al llegar dijo: “Vengo dispuesto a caminar a vuestro lado…” al despedirse afirmó: “han sido años de gracia y gozo interior”. Los fieles navarros hemos gozado durante 14 años de su cuidado pastoral ¿puede señalar los tres acontecimientos o celebraciones más trascendentales de su presencia entre nosotros?
No me atrevo. En los años de mi ministerio episcopal en Pamplona y en Tudela viví muchos momentos importantes, intensos, inolvidables, las Javieradas, los funerales de las víctimas de ETA, ordenaciones de nuevos sacerdotes, encuentros con los religiosos, las Jornadas de la Juventud, muchas cosas. Fueron unos años muy intensos.

D. Fernando, las víctimas del terrorismo le recuerdan con verdadera veneración, ¿hay algún momento especialmente significativo que marcó esta relación?
Varios momentos. Yo estuve con ellos en todos los casos. Me encontré personalmente con las familias, los recibí en mi casa, presidí los funerales, sufrí con ellos la terrible injusticia de los atentados criminales del terrorismo. Ellos me dieron a mí lecciones de fortaleza, de generosidad y de paciencia.

Usted recibió la medalla de oro de la Universidad de Salamanca por su servicio como profesor, Rector y por sus publicaciones y apoyo a la formación de los sacerdotes. No es de extrañar su preocupación por nuestro Seminario, por el Centro Superior de Estudios de Teología y por el Instituto de Ciencias Religiosas que usted fundó. ¿Cómo ve ahora la formación de los futuros sacerdotes?
Es una cuestión capital para el futuro de la Iglesia y de la vida de fe en nuestra tierra. Primero necesitamos que haya vocaciones para la vida sacerdotal. Eso supone que hay familias cristianas que tienen hijo y los educan en la fe, una fe viva, operante, entusiasta. Supone que en las parroquias y en los colegios instruimos y educamos bien a los jóvenes para la vida de piedad, la generosidad, el conocimiento y el aprecio de Jesús, de su figura, de su mensaje, del valor salvador del evangelio. Que en nuestras parroquias hay grupos de jóvenes que viven una vida intensa de piedad, con oración diaria, con preocupación religiosa y misionera, con compromisos de servicio y de apostolado. Ese es el clima en el que crecen las vocaciones al seguimiento y al ministerio. Luego la formación de los seminarios tiene que ser clara, exigente, proporcionada a la grandeza y a las exigencias humanas religiosas e intelectuales de lo que ha de ser la vida sacerdotal en el mundo de hoy y de mañana.

Su trayectoria como teólogo, pensador y escritor ha quedado impresa en muchos libros. El Papa Francisco se manifestó como un “alumno” que leía sus libros ¿qué libros suyos piensa que ha consultado más?
No lo sé, creo que conoció ya los libros sobre vida religiosa que publiqué después del Concilio y los últimos , como “Evangelizar” y “La fe que nos salva”.

Finalmente, cuando se despidió de noso­tros en 2007 expresó su “gratitud y petición de perdón”. Además nos dejó cuatro consejos: “Perseverar en la fe, amar a la Iglesia, trabajar por la justicia y la paz y amar a la Virgen María”. ¿Qué consejos añadiría hoy a esos cuatro?
Ninguno. Me parece que si vivimos esas cuatro cosas de verdad iremos por buen camino y aprovecharemos mucho. Más que añadir, lo que interesa es profundizar, entenderlos a fondo y vivirlos con autenticidad y eficacia. La Virgen María es Maestra de vida cristiana desde el principio hasta las más altas cumbres de amor y de servicio.

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