En estos días nos deseamos un feliz año nuevo, pero, como nos ocurre tantas veces, no podemos tomar demasiado en serio lo que decimos. Habría que ver si deseamos de verdad un año feliz para nuestros vecinos y habría que ver, sobre todo, qué razones tenemos para pensar que estos buenos deseos van a tener alguna eficacia.

Por lo pronto, el año comienza para los cristianos con la evocación de Santa María, Madre de Dios. Es bonito que el primer día del año nos venga dedicado a la memoria y honor de Santa María, la humilde y dulce virgen de Nazaret, honrada y glorificada como Madre de Dios.

No es extraño que alguien se pregunte “pero cómo se puede decir que una mujer, por muy santa que sea, haya podido ser madre de Dios? Si Dios es espíritu, eterno, omnipotente, creador de todas las cosas, ¿cómo puede haber nacido de una mujer? Y sin embargo éste es el dogma central de nuestra fe cristiana, esta fe que ha cambiado y tiene que seguir transformando nuestra vida y la vida del mundo.

El Dios Creador ha querido hacerse hombre naciendo de una mujer para vivir nuestra vida, para romper los poderes del mal y abrirnos el camino de nuestra propia humanidad. Naciendo de la Virgen María se ha hecho Inicio, Cabeza, Raíz viviente de la verdadera humanidad tal como Dios la quiere y nos la ofrece.

María es la elegida entre todas las mujeres, es la humanidad preparada en Ella para recibir al Hijo de Dios, para aceptar la entrada de Dios en nuestra vida, por eso María es la Iglesia, la nueva humanidad iluminada y santificada por la presencia de Jesús, la perfecta discípula y la primera colaboradora de la obra de Jesús. Colaboradora no con grandes proezas, sino con la hondura de su adoración, con la fuerza y la fidelidad de su amor, con la fortaleza y plenitud de su seguimiento y obediencia.

Con su alma de Madre, transfigurada por Cristo, es madre de toda la Iglesia, de todos los cristianos, de todos los hombres. Ella quiere el bien de todos aquellos por los que su Hijo Jesucristo vivió y murió, Ella quiere que todos creamos en Jesús, que seamos buenos cristianos, que vivamos santamente, alabando a Dios y haciendo todo el bien que podamos en su nombre. Es la manera de vivir a fondo nuestra vida y de ser felices.

Por todo eso, al felicitar el año, podemos añadir, “feliz año, con la Virgen María, aceptando la voluntad de Dios, amando mucho a Jesucristo, viviendo activamente en la Iglesia”, Gracias a la presencia y la ayuda de nuestra Madre Santa María, la Madre de Dios.

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