LA UNIDAD DE LA IGLESIA 10-05-2009

                     Estamos gozosos por la celebración de la Pascua sagrada, en la que Jesús «muere por el pueblo, para congregar en la unidad a todos los hijos de Dios, que estaban dispersos» (Jn 11,51). La Santa Iglesia es «una», y a Cristo esa unidad de su Esposa le ha costado sangre. La Iglesia es una en la verdad: «una sola fe» (Ef 4,5); es una por la caridad: «la muchedumbre de los que habían creído tenían un solo corazón y un alma sola» (Hch 4,32); y es una por la obediencia: «obedeced a vuestros Pastores y sed dóciles» (Heb 13,17), pues «el Espíritu Santo les ha constituido obispos, para apacentar la Iglesia de Dios, que Él adquirió con su sangre» (Hch 20,28).

               Verdad, caridad y obediencia mantienen unida a la Iglesia «para constituir un solo cuerpo» de Cristo (1Cor 12,13). Por el contrario, la herejía, contra la doctrina católica, el cisma, contra la caridad eclesial, y la desobediencia, contra la disciplina de la Iglesia, dividen, separan, desgarran la túnica inconsútil, hieren el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Por eso, en estos preciosos días de Pascua, en que se reafirma en la sangre de Cristo la Nueva Alianza, renovemos la unidad de la Iglesia, «solícitos de conservar la unidad del espíritu por el vínculo de la paz» (Ef 4,3), «teniendo todos el mismo pensar, la misma caridad, el mismo ánimo, el mismo sentir» (Flp 2,2).

               Hay momentos en los cuales debemos hacer un serio examen sobre ciertas posturas que confunden el sentir del Pueblo de Dios. Son circunstancias que necesitan corregirse y este es el caso de ciertas afirmaciones que propician más confusión que comunión, más disensión que unión. La autoridad viene dada por Cristo a Pedro y a los Apóstoles que en comunión van fortaleciendo al Pueblo de Dios. Por eso la Iglesia tiene una identidad y seguridad cuando el mismo Jesucristo confía a Pedro y a los Apóstoles, ahora a su sucesor el Papa Benedicto XVI y al Colegio Episcopal, la edificación de la misma. Quien permanentemente ponga en tela de juicio la esencia propia de la Iglesia cae en un error que confunde, divide y entorpece el crecimiento de la misma.

             Como Obispo de esta Diócesis de Pamplona-Tudela ruego a todos que recemos insistentemente por la unidad que Jesucristo dirigió al Padre: Que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17, 21). No nos dejemos llevar por las afirmaciones ambiguas y confusas de aquellos que no tienen autoridad pues su postura desvía con el tiempo de la auténtica unidad. Vivamos unidos al Papa y a los Obispos que son garantes de la unidad que Cristo ha prometido.

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