LAS PRIMERAS COMUNIONES 17-05-2009

           Durante el mes de mayo se suele celebrar, en todas las Parroquias, las primeras Comuniones a Jesús Sacramentado; es un tiempo de gracia y de amor que Dios derrama en tantos niños que con ilusión viven este acontecimiento. Me uno a todos en estos días y deseo que se viva en familia, con la mayor disposición, acompañando al niño o la niña que se va a acercar al Sacramento. Conviene tener presente que el domingo es el día más indicado para celebrar este momento tan importante. Si se celebra este día es porque la fiesta de los cristianos es el domingo, día que nos hace recordar y vivir la Resurrección de Cristo y nos une a la familia que es la Iglesia; además, hace posible que el sentido comunitario crezca entre todos los que, como hermanos, celebramos este día de fiesta que es el domingo. Se ha de tener presente que el domingo nos muestra la razón fundamental de nuestra experiencia cristiana: la de ser miembros vivos del Señor que ha resucitado. Ningún día tiene tanta significación para hacer la primera Comunión como este día. Por ello ruego que se procure vivir el acontecimiento de la Comunión en el domingo y así  demos la oportunidad a los niños que lo vivan con ilusión y se comprometan a participar en la Misa de los domingos en lo sucesivo.

           Por otra parte conviene tener presente que al ser un momento profundamente religioso y espiritual se ha de procurar en todo lo posible que los niños no se distraigan y desorienten. Muchas veces hay mayor preocupación por el banquete o por la atención a los invitados que por el gran don de la primera Comunión donde Jesucristo se hace presente en el Sacramento; si se deja muy en segundo lugar este gran acontecimiento, se caería en un grave error y olvido pues todo quedaría en una superficial ceremonia que no produciría los frutos propios de la celebración bien vivida. Lo normal debe ser que todos  se asocien, junto con el que va a comulgar la primera vez, y que la preparación espiritual sea intensa y profunda: participando previamente en el Sacramento de la Confesión para recibir en la Eucaristía al Señor, que nos llena de su amor y de sus gracias.

           Con gran alegría recuerdo el día que comulgué por primera vez a Jesucristo presente realmente en el Sacramento de la Eucaristía. Tanto los días previos como el mismo día de la Comunión me sentía tan contento y tan feliz que no pude por menos que ofrecerme a Jesucristo en cuerpo y alma, con todo mi ser. Tal vez fue la primera llamada que sentí de él para elegir posteriormente la vocación sacerdotal. Recuerdo que mis padres y mi familia participaron en todo y me sentí muy arropado por ellos. Siempre recordaré la amistad que nació aquel día con el gran Amigo Jesucristo. Nunca me ha fallado y siempre lo he tenido a mi lado: en los momentos fáciles y en los momentos difíciles. Siempre me ha ayudado alegrando mi vida y nunca me ha abandonado. Es el mejor Amigo y nunca me siento solo o abrumado. Felicito a todos los niños y niñas junto con sus familias por estos días tan hermosos que son los del las Primeras Comuniones.

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