CATEQUISTAS Y PROFESORES DE RELIGIÓN 14-06-2009

        Al finalizar el curso no puedo por menos que agradecer a los catequistas y profesores de religión su labor educativa y su trabajo durante este año. Comprendo que muchas veces os habrá venido el deseo de “tirar la toalla” pues la labor formativa y catequística no es fácil. No obstante ahí seguís y con el servicio bien cumplido. Sabéis muy bien que hoy enseñar religión y formar en la experiencia de la fe supone además de mucho esfuerzo una gran dosis de testimonio de la fe. Por ello os doy las gracias en nombre de toda la comunidad cristiana: de la Iglesia que camina en Navarra. Recuerdo lo que decía un venerable jesuita, el P. Morales: “La vida cristiana alumbrada en el bautismo muere sin la oración, como el árbol al que se le corta la raíz. No florece pujante si no va acompañada siempre de la mortificación amorosa, pues regalo y oración no se compadecen y es disparate creer que Dios admite a su amistad estrecha a gente regalada y sin trabajos”. Y él mismo decía muchas veces que la fidelidad al bautismo es imposible sin la oración continua que incendie y avive el fuego del amor a Jesucristo.

      Este es el secreto del auténtico catequista, profesor, sacerdote, religioso…. Si no encontramos en la vida interior el fundamento sólido para la acción apostólica y evangelizadora nos podemos convertir en unos grandes organizadores de diversión. La creatividad, como testigos de la fe en Jesucristo, supone una experiencia de íntima amistad y comunión con Cristo y con la Iglesia. Recuerdo los diálogos que tuve con el Cardenal Van Thuan, un hombre con una gran experiencia de fe, una fe madurada por haber padecido durante trece años el horrible castigo de la cárcel. Élme decía que hay una imagen que describe a la Iglesia como si fuera la luna: de noche brilla, no con la luz propia, sino con la luz reflejada: la del sol, que es Cristo. La oración, especialmente en su cima y en su fuente, que es la Eucaristía, pero también en su preparación y dilatación, que es la oración personal, es el lugar en el que nos dejamos inundar por la luz del sol, Cristo, para ser capaces de vivir la comunión con la Iglesia y de anunciar el Evangelio a todos.

      Lo más importante en la experiencia del catequista y del profesor de religión es el testimonio de la fe, que siempre va anunciada con el gozo de la esperanza. Pero al mismo tiempo, como la luz ilumina el camino en medio de la oscuridad, así las orientaciones del Catecismo y de la enseñanza de la Iglesia han de ser la guía que nos va mostrando la ruta a seguir en el encuentro con el Maestro que es Camino, Verdad y Vida. Por eso invito a todos los agentes de pastoral a fin de que sigamos anunciando con ilusión y alegría a Cristo y a la voz de Cristo que es la Iglesia. La sociedad está hambrienta de la verdad y demanda heraldos del Evangelio, la única luz que brilla en medio de las tinieblas  culturales y sociales.

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