Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe

Queridos peregrinos y caminantes de las Javieradas:

Un año más, nos sentimos convocados a vivir esta experiencia de peregrinación que tanto bien ha ido haciendo durante años.
Os invito a mirar con ilusión y con alegría este tiempo de preparación para vivir, con un espíritu auténtico, las Jornadas de las Javieradas. Una peregrinación es el Pueblo de Dios en marcha. Es un signo de la Iglesia peregrina y misionera. Por eso, a Javier se marcha en espíritu de penitencia y de fe.
Se camina hacia una meta significativa en el Castillo de Javier, sí, pero que la trasciende. Se marcha hacia la reconciliación, la conversión, la gracia, el encuentro fuerte con Jesucristo y los hermanos, el compromiso misionero con la justicia, el amor, la paz y con todos los valores evangélicos.
Invito a todos, pero de modo especial a los jóvenes en este año en el que celebraremos la “Jornada Mundial de la Juventud”, para que os planteéis la vida con audacia y sin temores, desde el gozo de vivir un amor que todo lo transforma y todo lo llena; desde un amor que no deja nada a la intemperie sino que ayuda a madurar y a forjar la vida hacia un futuro mucho mejor: el Reino de los Cielos.
El Papa, Benedicto XVI, en un mensaje dirigido a los peregrinos de las Javieradas del año pasado nos recordaba: “Os invito a tomar el camino hacia Javier como una ocasión providencial para recapacitar sobre la propia vocación cristiana, ahondar en la conversión sincera, fortalecer sus lazos con la Iglesia, de la que son miembros vivos, y acoger con corazón gozoso a Cristo, que viene a nuestro encuentro para iluminar nuestras vidas y enviarnos a propagar el Evangelio en todos los ambientes, a ejemplo del gran misionero San Francisco”.
El peregrino no desfallece sino que va dando paso a paso, con firmeza y con disposición generosa; no se atemoriza y menos se echa para atrás; pone la mirada en la meta y no se deja abatir por las inclemencias. El buen peregrino, además, se fía de los que saben más que él.
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Antes de iniciar “el camino hacia Javier”, escuchamos una voz en nuestro interior que nos invita a “ponernos en marcha” y que nos llama por nuestro nombre. Al comienzo del Tiempo Cuaresmal la Iglesia -de todas las maneras posibles- nos insiste en esta actitud de “caminantes ante la vida”; estar “en camino hacia el Señor”, estar “en camino con el Señor”.
Qué gozo poder caminar hacia la cuna de San Francisco de Javier, nuestro más insigne misionero, patrono universal de las misiones. También él, escuchó la voz del Señor mientras se dedicaba a sus estudios en la Universidad de París: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma”.
No podemos olvidar que toda llama que viene de Dios lleva consigo una misión y una tarea. Por eso, le pedimos al Santo de Javier que nos ayude a vivir como él: siempre dispuestos a ser fieles heraldos del Evangelio y firmes para aceptar la voluntad de Dios, para orientar la vida no según nuestros deseos sino según el designio que Dios tiene sobre cada uno de nosotros.
Nada hay que dé más gozo al alma que seguir las indicaciones del Maestro: “Aquí estoy -Señor- para hacer tu voluntad…. puedes contar conmigo para anunciar la Buena Noticia del Evangelio de la Esperanza y de la Vida”.
La Virgen oyó, también, la voz del Señor que la llamaba por su nombre: “Dios te salve, María”. Y respondió con prontitud y disponibilidad: “He aquí la esclava. Hágase en mí, según tu palabra”. A ella nos acogemos para que nos enseñe a escuchar la voz del Señor y a responderle con generosidad.
¡Miramos el horizonte del camino, sabiendo cual es nuestra meta, haciendo realidad la invitación que el Señor nos ha hecho y sintiendo en lo profundo de cada uno de nuestros corazones la necesidad de vivir “Arraigados y edificados en Cristo y firmes en nuestra fe”!
Con mi afecto y bendición,

+ Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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