Pregunta: Tal vez le resulte un poco extraño que le haga esta pregunta: ¿Existe el pecado o es una cosa que ha quedado en el pasado? ¿No es algo trasnochado y de épocas medievales? Se habla poco de este tema. ¿Qué dice actualmente la Iglesia?

      Respuesta: Como sabe Ud. el Papa Juan Pablo II aprobó el año 1992 el Catecismo de la Iglesia Católica y en él hay unos números que hablan de este tema. Y la Iglesia siendo fiel a su Fundador que es Jesucristo nunca ha negado este tema del pecado. Es más Pablo VI en un discurso, ante miles de personas, dijo hace unos años que “uno de los mayores males de nuestra época es el haber perdido el sentido del pecado».

       Hay una tendencia, muy extendida en nuestra sociedad secularizada y que puede influir en los cristianos, al afirmar que hoy no se puede hablar de pecado pues resulta como algo que suena mal o incluso que es una palabra que debería desaparecer del diccionario. Y todo ha surgido como nos dice el Concilio Vaticano II porque el hombre modernamente ha pensado que él tiene plena autonomía sobre lo temporal. Piensa que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador. La fe nos dice que la criatura sin el Creador desaparece y por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida.

        El pecado existe y no lo podemos negar. A través de la historia humana, seguirá diciendo el Concilio Vaticano II, existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice Jesucristo, hasta el día final. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo.

        Basta que miremos a nuestro alrededor, que abramos las puertas de los medios de comunicación y constataremos los distintos ámbitos de fragilidades personales, familiares y sociales. Ante tal ambiente de egoísmo personal o social ¿podemos decir que no existe un desajuste interno y externo? Ante las injusticias, los atropellos, violaciones de todo género ¿podemos silenciar y afirmar que no existe el pecado? Ante tantas muertes injustas y tantos niños abandonados ¿podemos incurrir en considerar tales cosas como normales en las relaciones humanas? Y así podríamos seguir preguntándonos.

        El pecado es el mayor mal que se puede dar y daña profundamente al género humano. Hay dos características, los que ‑como dice el Catecismo‑ destruyen la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios, es decir aparta al hombre de Dios; estos son los mortales (producen la muerte espiritual). Pero también existen los veniales, aquellos que aunque subsiste la caridad, la ofenden o la hieren.

        Sólo quien se reconoce pecador puede recurrir a Jesucristo como el único Salvador, pues tanto amó Dios al mundo que «envió a su Hijo para librarnos de nuestros pecados» (1Jn 4,10). Y lo envió para librarnos, en todas las épocas, de la esclavitud del pecado. Jesucristo no es un personaje decorativo que inunda nuestros sentimientos de afectos amistosos. Es el único Salvador que nos hace libres y nos infunde su amor con su gracia y nos santifica.

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