CARTAS DESDE LA ESPERANZA 18-12-2011

Al llegar las Fiestas de Navidad, deseo enviar a todos los diocesanos un saludo entrañable de felicitación y sincera fraternidad.

Todos, en estos días, celebramos la Fiesta más hermosa donde las haya: el Nacimiento del Niño Dios. ¡Es la Fiesta de Navidad! proclamamos. ¡Qué hermoso poder vivir estos días fascinados por el Amor de un Niño que es Dios y que se presenta a nosotros tan frágil como cualquiera de nosotros! ¡Hasta ahí ha llegado el Amor de Dios!

A este Niño-Dios le pido que nos cautive para que sepamos vivir y, cada vez más, por la estela de la santidad. No podemos quedarnos con los brazos cruzados al contemplar el gran misterio que se nos ofrece en Belén. Allí, confluyen todos los caminos y acuden los más humildes y, desde allí, hemos tenido el primer mensaje del Niño-Dios: cuidar y amar a los pobres y a los excluidos de nuestra sociedad.

La Iglesia quiere ser reflejo de este cuidado evangélico a través de su dimensión caritativa. Como Iglesia, comprometida con la realidad en la que estamos viviendo, durante el tiempo de Navidad, abrimos los brazos -de una manera más comprometida- para acoger a los necesitados.

Queremos seguir siendo generosos como aquellos pastores que ofrecieron lo mejor de sus regalos al Niño-Dios, en ese Misterio de la Encarnación de un Dios que se adentra en el corazón de la historia para iluminarla y cuidarla con toda delicadeza y esmero.

A este Niño-Dios le pido, con perseverancia, que cuide y proteja cada una de nuestras familias. La unidad y el amor que se vive en el Portal de Belén, junto a José y María, ha de ser fermento para nuestras casas y nuestros hogares.

Que el fuego del amor inflame de luz, de verdad y de calor a los padres con los hijos y a todos los componentes de la familia. Nada hay más gratificante, en esta vida, que la unidad y la alegría familiar, el apoyo y la acogida familiar, la comprensión y la generosidad familiar, la puerta -siempre abierta- del hogar…

A los misioneros -testigos y anunciadores del Evangelio de la Esperanza- que están repartidos a lo largo y ancho de este mundo, quiero expresarles mi cercanía y mi gratitud por la entrega generosa que realizan en medio de la vida de tantas personas que buscan la Verdad y la Vida que se desprende del corazón amoroso de un Dios que alimenta -con su Palabra, con su eucaristía y con su paz- cada una de las necesidades que aparecen en cada uno de sus hijos.

Os envío, a todos, mi más cordial felicitación en esta Navidad del año 2011 y os deseo que paséis unos días santos y felices en compañía de vuestros familiares y amigos.

Sed mensajeros de la luz, de la paz, de la alegría y de la esperanza. Que el Dios Amor, el Dios hecho Niño, transforme vuestras vidas y haga realidad el mejor de vuestros sueños: celebrar una feliz Navidad y Año Nuevo.

Que este nuevo año, que estamos a punto de comenzar, sea un tiempo para encontrar caminos hacia la prosperidad, de superación de aquellas dificultades que entristecen el corazón de tantas personas, de avances en el camino de la fraternidad y de la solidaridad entre todos y, sobre todo, lleno de la Luz que se desprende de la Estrella que ilumina y nos guía hasta el Portal de Belén. Que él nos inunde de su Amor para seguir caminando por la santidad.

 

 

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