El tema que he escogido, para profundizar en los domingos sucesivos, trata de la Iglesia. Actualmente hay mucha confusión y conviene dejar claro que Iglesia sólo hay Una. Muchas comunidades se autodenominan iglesia y no lo son porque se requieren unas condiciones. Iremos desgranando las razones que sustentan tal afirmación. Todos tenemos la Biblia y todos anunciamos a Jesucristo, pero hay muchos que se preguntan: ¿Qué diferencia hay? ¿Cuál es la verdadera Iglesia?

La Iglesia es Una porque su modelo o icono (imagen), como dice el Concilio Vaticano II, es la Trinidad. En la Trinidad de Personas hay un solo Dios. Pero es Una también porque el Hijo de [pullquote1]»La Iglesia es Una porque su modelo o icono (imagen), como dice el Concilio Vaticano II, es la Trinidad»[/pullquote1] Dios encarnado y entregando su vida por todos los hombres, nos ha reconciliado con Dios, restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo. “El Espíritu Santo que habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el Príncipe de la unidad de la Iglesia” (Concilio Vaticano II, Unitatis redintegratio, 2).

Jesucristo si algo proclamó es la unidad: “Que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado… para que sean uno como nosotros somos uno” (Jn 17,20-22). Cristo no fundó muchas iglesias, sino Una Iglesia, y deseaba que todos estuvieran unidos como un rebaño bajo la guía de un solo pastor (cfr. Jn, 10).

Después de su Resurrección se dirigió a Pedro y le confió la Iglesia, es más le dijo, ya antes, que sobre él se sustentaría la Iglesia: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). Le encargó a él y a los demás apóstoles que la extendieran y gobernaran (cfr. Mt 28, 20).

La unidad de la Iglesia vive en la unidad desde la fe, en la caridad y en la celebración litúrgica bajo el gobierno de los apóstoles y sus sucesores. “Perseveraban asiduamente en la doctrina [pullquote1]»La unidad de la Iglesia vive en la unidad desde la fe, en la caridad y en la celebración litúrgica bajo el gobierno de los apóstoles y sus sucesores»[/pullquote1] de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Act 2, 42). En este sentido el Concilio Vaticano II ha hablado del triple vínculo de la unidad: “La profesión de una misma fe, la celebración común del culto divino sobre todo de los sacramentos y la sucesión apostólica por el sacramento del orden, que conserva la concordia fraterna de la familia de Dios” (Ibid. 2).

De ahí que aún en medio de tantas diferencias que son legítimas y que son expresión de las distintas culturas, mentalidades y costumbres, la unidad tiene su propia identidad porque no es uniformidad. Un cuadro es bello porque hay muchos colores y porque hay una armonía unitaria, que une todo. Ahora bien la diversidad tiene unas fronteras que, si se traspasan anulan la unidad. Cuando se rompe la comunión vital y prevalece lo propio como lo único se puede llegar al cisma. Si la ruptura se produce en el ámbito de la fe, nos encontramos ante una herejía. Y cuando se niega la fe, se cae en la apostasía.

La historia nos muestra este profundo dolor de tantas separaciones que han rasgado el corazón de la Iglesia. Las tensiones, las disensiones y los criterios muy arrogantes han provocado momentos de escándalo que aún persisten. Sin embargo el Concilio Vaticano II hablando de la restauración hacia la unidad apuesta por un sincero afán de mantener la autenticidad del mensaje cristiano que nos ha de llevar por el camino de la unidad, que aunque suponga esfuerzo hará posible lo que todos anhelamos: La unidad en un mismo cáliz.

Este movimiento, por la unidad de todas las comunidades cristianas que deseamos sea un día realidad, se llama Ecumenismo. Es un don, de Cristo y un llamamiento del Espíritu Santo que nos debe impulsar a una mayor conversión del corazón y que tiene como riego la oración en común, el fraterno conocimiento recíproco y el diálogo respetuoso.

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