La celebración es algo propio de lo humano

celebraciónPara adentrarnos en la celebración del misterio cristiano es conveniente definir qué es celebrar. Cuando decimos la palabra celebración enseguida pensamos en celebraciones civiles y religiosas o ambas a la vez. También pensamos en celebraciones personales, familiares o sociales. Celebrar tiene connotaciones antropológicas y teológicas. Todo se basa en la dimensión expresiva y festiva del hombre.

Desde la antropología podemos decir que celebrar es una característica de los grupos humanos en todas las culturas y edades de la historia. Está en la esencia misma del ser humano la necesidad de celebrar, que es lo mismo que representar su historia y así repetir y afirmar los sentimientos de identidad. Hay fechas señaladas en las que se recuerdan acontecimientos realizando reuniones. Se recuerdan las raíces y orígenes de los pueblos proponiendo unos fundadores originales del grupo humano.

Se celebran las gestas del pueblo que se ha defendido de los enemigos, que ha conquistado territorios, que se ha unido a otros grupos humanos o que ha dominado la naturaleza con grandes obras. Se recuerda a personas célebres por su sabiduría, ingenio, por su defensa del pueblo o su fama. Se celebra el cambio de las estaciones siguiendo el ritmo de los astros y el calendario agrícola. Se recuerdan fenómenos atmosféricos sucedidos de forma espectacular o por los efectos devastadores producidos. La celebración es algo intrínseco en la memoria de la naturaleza humana.

[pullquote2]Las religiones han sido depositarias de las mejores tradiciones de los pueblos y se han encargado de recordarlas en sus ceremonias. Son generalmente la base de las celebraciones festivas.[/pullquote2] Todo esto se realiza en reuniones de un grupo humano, en lugares determinados, en torno a una memoria hablada, escrita o figurada en esculturas y monumentos. Nos servimos del arte del bello decir en discursos y poesías, en narraciones de epopeyas, por medio de representaciones artísticas, con música, cantos y danzas. Todo eso constituye la fiesta. Los hechos repetidos se convierten en costumbres y en cultura con sus ritos para cada ocasión. Es la dimensión expresiva y festiva de los humanos. Siempre hay tres factores: algo que motiva la celebración, un grupo humano que se reúne en asamblea y un ambiente festivo presente en todo con un ritual que se realiza.

Y la celebración queda enriquecida cuando abrimos su horizonte a la vida espiritual y celebramos la intervención divina en nuestra historia: la acción de Dios Padre, la presencia de Jesucristo y la acción de la gracia del Espíritu Santo. Por eso la celebración litúrgica supera en todos los sentidos a otras celebraciones.

Las religiones han sido depositarias de las mejores tradiciones de los pueblos y se han encargado de recordarlas en sus ceremonias. Son generalmente la base de las celebraciones festivas. Así la antropología y la teología han ido de bracete para convertirse en cultura de las civilizaciones.

En la civilización occidental de influencia cristiana las celebraciones, especialmente litúrgicas, han ocupado mayormente el calendario, han tenido y siguen teniendo en gran medida una importancia capital en configurar la identidad de los pueblos. El cristianismo ha introducido la fiesta como liberadora de la pesada rutina del trabajo dando paso a la celebración litúrgica y al descanso en un ritmo semanal.

El poder de la celebración cristiana está en la eficacia real de las celebraciones y en que éstas se convierten en un programa de vida. Así, pues, celebrar es el acto de reunirse varias personas en un mismo lugar haciendo referencia a un acontecimiento, a una persona, a un misterio que produce un sentimiento común. Es un encuentro con los demás movidos por unos intereses e ideales comunes. El centro de la fiesta es la celebración de la Eucaristía dominical. El mismo Jesucristo es el autor y motivo de la fiesta al resucitar en domingo y todos los domingos se hace vivo y patente el memorial de la pasión del Señor y participando de la Eucaristía nos actualiza su gracia y salvación.

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