sacramentosEl Concilio de Trento definió cuántos y cuáles son los sacramentos. Son siete y han sido instituidos por Cristo. Él es el Sacramento original y primordial. Instituyó la Iglesia con su carácter de “sacramento de sacramentos”. Ella es pues, la encargada por Cristo de su definición y celebración. La Iglesia hace los sacramentos y los sacramentos hacen a la Iglesia. Dice el papa Francisco: “Por lo tanto, si bien, por un lado, es la Iglesia que “hace” los sacramentos, por otro, son los sacramentos que “hacen” la Iglesia, la edifican, generando nuevos hijos, agregándolos al pueblo santo de Dios, consolidando su membresía” (Audiencia General, 6.11.2013). El Concilio Vaticano II define varias veces a la Iglesia como «sacramento universal de salvación» (LG 1, 2; 48, 2; 59, 1; GS 45, 1; AG 1, 1; 5, 1).

Los sacramentos corresponden a todas las etapas y a todos los momentos importantes de la vida del cristiano. Acompañan a la vida en su inicio, crecimiento, curación, comunicación y misión. La sucesión de la recepción de los sacramentos es muy pedagógica y adaptada a la psicología humana. La Iglesia ha aprendido del propio Jesús cómo acompañar el proceso de formación cristiana. Él siguió una pedagogía para formar a sus discípulos. El punto de partida es el llamamiento, le sigue el encuentro, la conversión, el discipulado, la comunión y misión. Es llamado con toda razón “maestro” (Mc 9, 5; 10, 51), profundo conocedor de la respuesta humana (Jn 2,25). La persona es una síntesis indivisible de un ser espiritual y material al mismo tiempo. Cuando Jesús curaba a los enfermos daba la salud a la persona entera: física y espiritual (cf RMi 14) Para eso usa unos signos, gestos y palabras, como sucede en los sacramentos. Un prototipo de lo que serían los futuros sacramentos se descubre en la curación del ciego de nacimiento. Jesús realiza unos signos materiales: saliva, barro, untar, tocar, lavarse en la piscina de Siloé (Jn 9, 1-41). Hoy, la ciencia antropológica reconoce cuatro dimensiones constitutivas de la persona: su unidad biológica, psicológica, social y espiritual. Así es como la religión dirige los sacramentos no sólo a lo espiritual sino a la configuración de la totalidad de la persona, que es unitaria e individual. Los sacramentos intervienen en una formación integral y armoniosa del cristiano. Realiza un acompañamiento respetando el crecimiento de la persona en todas sus dimensiones. La dimensión espiritual ocupa un lugar privilegiado.

Se trata de acompañar a lo largo de la vida la capacidad espiritual, de diálogo con Dios, que tiene toda persona. San Pablo usa el símil agrícola de plantar, regar, crecer y cosechar, para explicar cómo va llegando la gracia de Dios a la vida de los cristianos. “Yo planté, Apolo regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (1 Cor 3, 6-9). Siguiendo el parangón, se puede decir que los sacramentos son siete intervenciones de la Iglesia para plantar la vida de Dios en una persona, proveer en el momento adecuado el riego, el alimento, la defensa ante las inclemencias del tiempo, la poda, la cura de las plagas, la cosecha. En una palabra: todas las acciones de cultivo de la vida espiritual.

Por eso existen los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía que corresponden a las acciones básicas de plantar, fortalecer y alimentar. Les siguen los sacramentos de curación: penitencia/reconciliación y unción de enfermos, Y finalmente los de mantenimiento al servicio de la comunidad: orden sacerdotal y matrimonio. La Iglesia va sacando y repartiendo del depósito de la gracia por siete canales lo que necesita el cristiano para crecer espiritualmente al mismo tiempo que crece en las demás dimensiones humanas y cristianas. Cuando el nacer alegra la vida de un hogar, los padres quieren dar a conocer al nuevo miembro de la familia y lo inscriben poniéndole un nombre y dándole sus apellidos. En este momento inicial de la vida se sitúan entre nosotros la mayoría de los bautismos. El bautizado recibe la semilla de la fe, entra a formar parte de la familia de los hijos de Dios y del Cuerpo Místico de Cristo, y se pone en el seguimiento de Jesucristo como miembro de la Iglesia. Esta vida en germen, tierna, necesita enseguida ser fortalecida, por el Espíritu Santo, quedar consagrada y marcada para Dios con los dones del Espíritu Santo. Esto se realiza en la Confirmación. Y cuando se crece llegando a la edad del discernimiento, se necesita un alimento potente para participar plenamente de los misterios de la vida cristiana: La Comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor es el mejor e insustituible alimento espiritual. Llegan las dificultades, los tropiezos por la debilidad humana y por las tentaciones, que son como plagas, que debilitan, hacen enfermar y hieren el espíritu. En ese momento la Iglesia ofrece de parte de Dios la gracia de la sanación, el perdón, la reconciliación, la reintegración a la vida de la comunidad por medio del Sacramento de la penitencia y reconciliación. Y cuando la debilidad física, la enfermedad y los años anuncian el posible final, entonces se ofrece el sacramento de la Unción de enfermos como perdón, consuelo y fortaleza.

Alguien tiene que encargarse de realizar los signos sacramentales y ser intermediarios de Dios para que su gracia vaya llegando a los fieles cristianos. Para realizar esta tarea está el Orden ministerial del sacerdocio. Algunos miembros de la comunidad son ordenados sacerdotes para servir a la comunidad representando a Cristo como Cabeza y Pastor. Esto significa no sólo existe para santificar, sino también para anunciar la Palabra en la celebración litúrgica y en la catequesis y para conducir al Pueblo de Dios caminando juntos a la salvación. Sin olvidar el Sacramento del Matrimonio que hace posible que se realice la “Iglesia doméstica” y los esposos son mediación creadora de Dios en sus hijos. Los canales de agua llevan la vida a los campos, las venas alimentan al cuerpo humano, los sacramentos reparten la gracia de Dios a las comunidades cristianas y a los fieles. Nos tenemos que preguntar ¿cómo tenemos que celebrarlos y recibirlos para que Dios pueda dar el incremento?

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