Quizás alguien pudiera pensar que solo se evangeliza con la catequesis y la predicación, porque dice San Pablo: “la fe entra por el oído” (Rm 10, 17). Así es ciertamente, pero la celebración de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y el testimonio de vida tienen una fuerza inigualable para evangelizar. “Ven y verás” (Lc 19, 1-10). Es la mejor forma de llamar a seguir a Jesús. Ven y verás cómo celebramos la fe y la vivimos los cristianos y quedarás evangelizado. No se necesita hacer grandes razonamientos, ni adoctrinar con muchas palabras. La fuerza de los hechos es más convincente.

[pullquote3 align=»left» textColor=»#888888″]La evangelización se inicia con los niños. El directorio litúrgico para las misas con participación de niños invita a ayudarles a que “experimenten” cosas que comprendan “de acuerdo a su edad y a su progreso personal” sobre la Eucaristía.[/pullquote3]Ésta era la forma más frecuente de evangelizar entre los primeros cristianos. Los Padres de la Iglesia antigua catequizaban más celebrando que enseñando. La liturgia tiene la ventaja de que evangeliza de forma visible, a través de signos, con vivencias experienciales, con la práctica de la religión. Toda celebración litúrgica es catequética. Es “el lugar privilegiado de la catequesis del Pueblo de Dios” (Catecismo Iglesia Católica, nº 1074). La catequesis está intrínsecamente unida y de modo especial a la Eucaristía.

Evangelizar significa hacer conocer la religión cristiana de modo que se produzca la conversión del corazón y la adhesión personal a Jesucristo, a sus enseñanzas y criterios de vida. De hecho la iniciación cristiana culmina con la participación en la Eucaristía como expresan muchos documentos que han sido pauta y guía en la pastoral de la Iglesia en estos tiempos (cfr. Pablo VI, DCN, LG 11 y RICA 36).

La evangelización se inicia con los niños. El directorio litúrgico para las misas con participación de niños (n.9) invita a ayudarles a que “experimenten” cosas que comprendan “de acuerdo a su edad y a su progreso personal” sobre la Eucaristía, “por medio de diversas celebraciones por las cuales los niños más fácilmente perciben por la misma celebración, algunos elementos litúrgicos”. Así se preparan para integrarse fácilmente en las celebraciones con los adultos.

Todas las celebraciones en torno a la Eucaristía son evangelizadoras. Son muchas y es necesario potenciar esta cualidad. Los sacramentos que acompañan al crecimiento y a la maduración del cristiano giran en torno a la Eucaristía. Ésta va configurándonos con Cristo y nos impulsa a evangelizar a los demás. Los actos de devoción popular en torno a Jesús Sacramentado son altamente evangelizadores. Las procesiones del Corpus Christi, la exposición del Jueves Santo, las visitas al Santísimo, la Adoración Nocturna y Perpetua, los primeros viernes de mes, etc.

En medio de todas estas manifestaciones la participación en la Eucaristía dominical es la principal forma de evangelizar. Fomentar la santificación del domingo es un quehacer de todos los proyectos pastorales para la nueva evangelización. De ella nace el testimonio de vida cristiana verdaderamente consciente y coherente (cfr. NMI 36). Si no lleva al compromiso no es evangelizadora. Ya lo advierte San Pablo a los Corintios: sin solidaridad, sin compromiso, la Eucaristía no es anuncio del Evangelio (cfr. 1Cor 11,17-34).

Como decía San Juan Pablo II: “Para evangelizar hacen falta apóstoles expertos en la celebración, en la adoración y contemplación de la Eucaristía” (Jornada misionera 2004). También afirmaba: “La Iglesia recibe la fuera necesaria para cumplir su misión perpetuando la Eucaristía, el sacrificio de la Cruz y comulgando el Cuerpo y la Sangre de Cristo” (Encíclica “Ecclesia de Eucharistía”, nº 22). Ninguna celebración visibiliza mejor nuestra fe, nuestra actitud de creyentes y proclama lo que creemos si no es en este encuentro con Cristo en la Eucaristía y confraternizando con los hermanos. Es la más excelente forma de evangelizar.

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