Queridos hermanos: Hoy celebramos la fiesta de San Francisco de Javier que además de ser un gran misionero, no por menos la Iglesia lo ha nombrado patrono de las Misiones y que es al mismo tiempo patrono de Navarra. Aprendamos de este gran navarro y maestro en la fe, esperanza y caridad.

1.- “Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado” (Mt 28, 19-20). Este encargo dejó Jesús a sus Apóstoles antes de subir al cielo, encargo que ha marcado la vida de la Iglesia a lo largo de veinte siglos y que ha motivado a tantos misioneros a dejar su tierra para hacer discípulos de Jesús en todos los países de la tierra. Nosotros hemos celebrado hace tres días la solemnidad de San Saturnino, el obispo de Toulouse que llegó a Pamplona y bautizó a tantos antecesores nuestros y los hizo discípulos de Jesús. Posteriormente nuestra tierra tuvo la gran suerte de ver nacer y vivir a San Francisco de Javier otro santo de recio temple que dio su vida por defender la fe. En Navarra actualmente hay 1030 misioneros en todo el mundo. Ellos se sienten hoy testigos de nuestra fe y mensajeros de amor y paz.

Estos grandes santos como San Saturnino y San Fermín pusieron los fundamentos firmes de la religiosidad cristiana de Pamplona y de Navarra allá por el siglo III. Fruto egregio de aquella siembra ha sido y sigue siendo S. Francisco de Javier, que vivió en el siglo XVI y que hoy veneramos y celebramos. Con cuánta emoción volvemos a leer algunas de las cartas que escribió a San Ignacio de Loyola desde aquellas lejanas tierras de misión: “En estos lugares, cuando llegaba, bautizaba a todos los muchachos que no eran bautizados; de manera que bauticé una grande multitud de infantes que no sabían distinguir la mano derecha de la izquierda. Cuando llegaba en los lugares, no me dejaban los muchachos ni rezar mi Oficio, ni comer, ni dormir, sino que los enseñase algunas oraciones. Entonces comencé a conocer por qué de los tales es el reino de los cielos”.

Nuestro querido Papa Francisco ha comentado su viaje a África con palabras semejantes cuando en el avión explicaba con los periodistas lo que más le había impresionado. Les decía que le había removido “esa multitud, esa alegría, esa capacidad de festejar, de hacer fiesta a pesar de tener el estómago vacío. Recuerdo, decía también, muchos momentos, pero sobre todo la multitud que se agolpaba para verme… Se sintieron ‘visitados’, tienen un sentido de acogida muy grande, y yo lo observé en las tres naciones”.

2.- Hoy, queridos fieles de Navarra, es un día de inmenso gozo misionero para toda la Iglesia y especialmente para nosotros. Esta mañana hemos tenido en Javier un año más la imposición de crucifijos a un grupo de misioneros. Se palpaba la alegría y la generosidad junto con una visión amplia y universal. A San Francisco de Javier se le suele representar llevando en su mano un crucifijo como símbolo del mensaje que extendió por todas partes y hoy sigue siendo para un buen misionero la enseña de autenticidad de su misión. Nos sorprende que no se entienda la imagen de Cristo Crucificado que muestra la grandeza y regalo de su Amor. Tal vez el relativismo nos puede llevar a caer en el hastío de vivir porque una humanidad, necesitada de amor, ha de reflejarse en aquel que más nos ama: Jesucristo. La historia es la mejor maestra y sabemos los sacrificios de nuestros antepasados que han dado su vida por nosotros y lo han hecho porque miraban con admiración y súplica al Crucificado. Nadie tiene mayor amor que los que entregan su vida por la paz, la concordia, la fraternidad y la justicia. Cristo nos lo ha mostrado desde la Cruz.

Al fin, como decía San Pablo, la cruz es necedad para los griegos, es decir, para los paganos, y escándalo para los judíos, es decir, para los que conocían bien la tradición bíblica. Pero para nosotros, los cristianos, es fuerza de Dios y sabiduría de Dios (Cf. 1Cor 1, 23-24). Para nosotros, los cristianos de hoy, supone una enorme alegría anunciar el evangelio de la cruz por el mundo entero. “Si no te conviertes a Dios, serás un desdichado dondequiera que estés y a cualquier parte que vayas. Si las cosas no te suceden como quieres y deseas, ¿por qué te turbas? En realidad, ¿quién es aquel a quien todo le sale a pedir de boca? Ni yo, ni tú, ni nadie sobre la tierra. Convéncete: no hay hombre alguno que esté libre de tribulación o congoja en este mundo…Entonces, ¿quién es el que está mejor? Ciertamente aquel que es capaz de sufrir algo por amor a Dios. Dicen muchos pusilánimes y faltos de luz (Cf. 1Cor 11,30): ¡Mirad qué vida más dichosa la de aquel hombre! ¡Qué rico es, qué grande, qué poderoso, qué posición social la suya! Más tú atiende a los bienes del cielo, y verás que todas esas cosas temporales nada son; antes al contrario, son muy inciertas y gravosas, porque nunca se poseen sin preocupación y temor” (Tomás Hemerken de Kempis, Imitación de Cristo, cap. 22, 1-6).

3.- La audacia es una característica esencial del misionero, como lo fue de nuestro patrón, San Francisco Javier, que recorría las aldeas, incluso sin conocer la lengua del lugar, preocupándose de cada uno de sus habitantes, como él mismo relata: “Construía iglesias, engendraba cristianos, acompañaba a los moribundos hasta las puertas del paraíso, consolaba, cuidaba”. Javier nunca desistió de las empresas apostólicas aunque encontrara frente a sí incomprensiones o falta de entendimiento. Cuenta en una carta a sus compañeros de Roma cómo eran los brahmanes: “Es gente que nunca dice verdad y piensan cómo han de mentir sutilmente y engañar a los pobres, sencillos e ignorantes”. Encontraba dificultad entre los poderosos y los gobernantes, pero en ocasiones también entre los que le escuchaban con gusto en las aldeas, pero se acobardaban cuando les proponía seguir el camino del evangelio y las propuestas claras del evangelio.

Entonces, cuenta en una de las cartas, respondían lo que muchos entre nosotros suelen responder: “¿Qué dirá el mundo de nosotros si esta mudanza de estado la hacemos en nuestro modo de vivir? Y otras tenían miedo en pensar que les había de faltar lo necesario” por seguir a Jesucristo. Sin embargo, Javier continuó extendiendo el evangelio y no se echó atrás ni ante las suspicacias y recriminaciones de los europeos cristianos con los que había llegado a la India, ni ante los inconvenientes de los brahmanes que dirigían la vida de aquellas gentes sencillas ni ante el respeto humano de los que estaban decididos a hacerse cristianos, pero les retraía el complejo del “qué dirán” los demás. Hoy hay también miedo de manifestar que la fe es el mejor tesoro que hay en nuestras vidas. La ideología de lo “políticamente correcto” así lo piensa y lo vive.

4.- La característica más genuina del misionero como de todo cristiano es el amor de Dios. Involucrarse es ponerse a los pies de la humanidad sin buscar el aplauso y la inclinación de cabeza. Involucrarse es mostrar que el amor de Dios sana los corazones, llena de alegría la vida y armoniza para vivir la paz. Jesús se puso de rodillas ante sus discípulos para lavarles los pies. Fructificar equivale a tener la esperanza de que nada de lo que se siembra se pierde, porque la palabra de Dios es eficaz. Vivimos en un mundo que le falta muchas veces la esperanza y tenemos los medios en nuestras manos para llenar de esperanza el corazón de nuestros hermanos: Jesucristo y su evangelio. Y festejar, llevando la alegría a nuestro ambiente. No queremos molestar ni actuar con un corazón resentido. Al contrario, queremos vivir la máxima que movía a San Juan de la Cruz: “Dónde no hay amor, pon amor y encontrarás amor”. Y lo haremos con buen ánimo: Javier nunca estuvo triste, -cansado sí-, pero triste no.

La Exhortación Apostólica del papa Francisco sobre el anuncio del evangelio en el mundo de hoy, lleva por título:”La alegría del Evangelio”. Mostrando desde la primera línea que no hay mayor alegría que manifestar con palabras y con obras el mensaje de Jesús. Bien lo señala el texto de Isaías que hemos proclamado en la primera lectura: “Que hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria: ¡Tú Dios es Rey!” (Is 52, 7-8). Con veneración admiramos la figura de San Francisco Javier, sus incansables viajes por el Oriente hasta las puertas de Japón, su coraje incontenible y su unión íntima con Jesucristo. Nosotros quisiéramos imitarle para evangelizar este mundo nuestro tan lleno, a veces, de sí mismo, de egoísmos y de luchas inútiles.

A la Virgen de Javier y a nuestra Señora la Real le pedimos en esta tarde que ilumine a nuestros gobernantes, que ayude a nuestras familias, que estimule a nuestros jóvenes y que a todos los navarros les alcance la bendición divina para comenzar con decisión y alegría el Año de la Misericordia: “Misericordiosos como el Padre”.

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