Estamos ante uno de los momentos importantes del año en nuestras vidas y es el poder mostrar lo maravilloso y grande que es creer, esperar y amar. La Javierada nace y se desarrolla con este modo y estilo de vivir. Tal vez muchos os preguntéis: Si he peregrinado hasta Javier ¿qué sentido tiene esto en mi vida? Todos queremos recibir una respuesta ante tantos interrogantes que nos hacemos. Sólo hay una respuesta: Jesucristo nuestro amigo y nuestro Salvador es la respuesta auténtica y definitiva. Pero hoy nos quiere decir algo especial y deseo que estéis con el corazón abierto puesto que este mensaje os lo llevaréis dentro de vuestro equipaje espiritual. Hoy, según nos narra el Génesis, nos debemos sentir muy agradecidos por haber sido creados por Dios pero sucede que cuando no somos responsables ante él se desfigura nuestra vida como les ocurrió a los primeros padres.

1.- Y esto es el pecado: Desfigurar la imagen de Dios que está plasmada en la vida humana, desviar nuestra vida de la vida de Dios y enorgullecernos de ser autónomos. Nos engaña el “padre de la mentira” que falsea la verdad de lo que Dios ha dicho; introduce la sospecha sobre las intenciones y planes divinos, y, finalmente, presenta a Dios como enemigo del hombre. “Esto lo vemos confirmado en nuestros días, en los que las ideologías ateas intentan desarraigar la religión basándose en el presupuesto de que determina la radical ‘alienación’ del hombre, como si el hombre fuera expropiado de su humanidad cuando, al aceptar la idea de Dios, le atribuye lo que pertenece al hombre y exclusivamente al hombre. Surge de aquí una forma de pensamiento y una praxis histórico-sociológica donde el rechazo de Dios ha llegado hasta la declaración de su ‘muerte’…La desobediencia como dimensión originaria del pecado, significa rechazo de esta fuente por la pretensión del hombre de llegar a ser fuente autónoma y exclusiva en decidir sobre el bien y el mal” (Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem, 33-38).

El gran drama de nuestra época es la glorificación de la autonomía exclusiva del hombre quien marca sus propias leyes y no acepta la limitación de sí mismo y de sus propios pecados. Además lo hace con orgullo y hasta con regodeo. Basta mirar la manipulación que se arroga respecto a la vida, contraponiéndose a la ley natural y a las leyes de Dios. Por eso se ha de retomar el sentido verdadero de la vida y anunciar con San Pablo: “Pues como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos” (Rom 5, 19).

2.- Reflexionemos sobre las tentaciones que tuvo Jesús que son, con otros matices, las mismas tentaciones que nos acosan y vienen hoy a nuestro encuentro. Ante la primera tentación de que las “piedras se conviertan en panes” (Mt 4,3) en nuestra época es la propuesta que el materialismo ofrece como camino de la felicidad y además se cree, con absoluto engaño, que una ‘sociedad de bienestar’ es aquella que da el auténtico estilo de vivir. Todo lo contrario puesto que el materialismo sólo se basa y sustenta en lo perecedero, aparente y caduco. Cristo corrige al tentador y le dice: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios” (Mt 4, 4). Tenemos hambre no sólo de pan sino de Dios y esto se comprueba ante las maneras y modos de comportarse socialmente el ser humano: violencias diversas, suicidios a causa de la falta de sentido en la vida, rupturas familiares, decepciones vocacionales… Lo que alimenta nuestro espíritu nada tiene que ver con lo que nos ofrece el materialismo y el hedonismo. Sólo Dios puede identificarnos con lo humano.

La segunda tentación es “arrójate abajo” (Mt 4, 6) pues lo ángeles te pondrán sus manos y te acogerán. De nuevo corrige al Maligno: “No tentarás al Señor tu Dios” (Mt 4, 7). Las tentaciones no nos faltarán y bien que lo decimos en el Padre Nuestro:”No nos dejes caer en la tentación” (Lc 11, 4). No está tanto en ser tentados sino en cuanto nos dejamos llevar y caer en la tentación. Por eso hoy de nuevo –ante las circunstancias sociales e ideológicas que rigen- se busca una libertad que se puede convertir en riesgo vital y que no tiene posibilidad de retorno. Nos creemos autosuficientes y creemos en las fuerzas del voluntarismo más que en la gracia del auxilio divino. Se buscan nuevas sensaciones que conducen al abismo existencial. Se pretende marginar la vida de Dios como solución a los propios logros y el ser humano se convierte en el ‘dios de sí mismo’. Y cuando los aparentes logros llegan se enorgullece creyendo que por sí mismo ha superado y conseguido una conquista. Pero cuidado, si se tienta a Dios, las consecuencias pueden ser dramáticas y muy destructivas.

La tercera tentación es la más sutil y la más maliciosa: “Todas estas cosas te daré si postrándote me adoras” (Mt 4, 9). A lo que el Señor le responde: “Al Señor tu Dios adorarás y solamente a Él darás culto” (Mt 4, 9-10). Hoy también los ídolos que son abundantes narcotizan los sentimientos más profundos. El Papa Francisco nos invita a “despojarnos de tantos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos, y en los cuales nos refugiamos, en los cuales buscamos y tantas veces ponemos nuestra seguridad. Son ídolos que a menudo mantenemos bien escondidos; pueden ser la ambición, el gusto del éxito, el poner en el centro a uno mismo, la tendencia a estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos amos de nuestra vida…Adorar es despojarse de nuestros ídolos, hasta de los más recónditos, y escoger al Señor como centro y como vía maestra de nuestra vida” (Homilía en San Pablo Extramuros, Roma, 15 de abril 2013).

3.- La Iglesia nos invita a renovarnos interiormente con prácticas penitenciales durante los cuarenta días de la Cuaresma para que “la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal” (Misal Romano, Miércoles de Ceniza, Oración colecta). Ruego a Santa María que nos lleve de su mano y nos enseñe, como hizo con los apóstoles, a mirar la realidad poniendo los ojos en aquello que perdura hasta la eternidad y que no nos dejemos engañar por las artimañas del Maligno que sutilmente quiere presentarnos un mundo idílico que sólo se sostiene en el abismo del vacío. Que San Francisco de Javier nos enseñe a ser coherentes en nuestra vida de fe para testificar a todo el mundo las grandezas del evangelio, la enseñanza de la Iglesia y la comunión con los hermanos.

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