LAS JAVIERADAS NOS ANIMAN A SEGUIR EVANGELIZANDO

Un año más se nos convoca a salir de nosotros mismos caminando a Javier. Estas peregrinaciones son una llamada permanente a vivir el Evangelio y a sentirnos misioneros en el mundo de hoy como lo fue San Francisco Javier. Precisamente este año se ha elegido como lema: “Enviados”, en consonancia con la celebración del próximo Mes Misionero Extraordinario convocado por el Papa Francisco para el mes de octubre 2019. Con él, el Santo Padre quiere despertar la conciencia de la misión ad gentes y retomar con nuevo impulso la responsabilidad de proclamar la Buena Noticia del Evangelio a todas las personas.

Ser atraídos por Jesús, encontrarse con él, vivir en él con alegría, necesariamente nos convierte en misioneros. Como dice el Papa Francisco: “ser atraídos y ser enviados” son los dos movimientos de nuestro corazón. De ahí que ser misionero está en el corazón mismo de la fe de cada bautizado. Pero, para sentirnos así, cada uno de nosotros tenemos que entrar en el camino del Evangelio que lo renueva todo, lo recalifica todo, lo reestructura todo.Al iniciar cualquier tarea de la misión, hemos de saber que Jesús Resucitado, con su Espíritu, camina con nosotros, enciende nuestra ilusión, fortalece nuestra valentía y nos da esperanza. Siempre está a nuestro lado para levantarnos de nuestro desánimo y hacer que arda nuestro corazón. Por ello, hemos de cultivar el encuentro con Cristo; sólo así la evangelización encontrará la verdad, la fuerza y la convicción que necesita.

En estas Javieradas 2019 nos ponemos a caminar con Jesús en medio de su pueblo, como hombres y mujeres que somos continuamente perdonados, continuamente amados en la misericordia de Dios. Que al acercarnos a Javier gocemos de la fuerza que nos da el Señor para regresar con nuestros corazones convertidos gracias al encuentro con su amor misericordioso que se nos regala en el Sacramento de la Reconciliación y con su amor generoso y entregado que se nos entrega en el Sacramento de la Eucaristía.La Palabra de Dios hoy nos muestra las tentaciones que tuvo Jesús y que, con valentía, rechazó. Las tentaciones en el desierto no son un contratiempo más o menos fuerte, ni son unas circunstancias inesperadas que vienen con sus dificultades; al contrario, son fruto de su elección y forman parte de la misión que el Padre le ha encomendado. “Él no lo hizo (salvarnos del pecado y de la muerte espiritual) con declaraciones altisonantes, sino luchando en primera persona contra el Tentador; hasta la cruz. Este ejemplo vale para todos: el mundo se mejora comenzando por nosotros mismos, cambiando con la gracia de Dios, lo que no está bien en nuestra propia vida” (Papa Benedicto XVI, Ángelus, 21 febrero 2010). El combate lo vamos a tener siempre y ha de ser bien orientado para vencer. No huyamos de él puesto que quien huye además de vivir cobardemente se hace un pacto con las debilidades y con la mediocridad. Dar la batalla al Maligno y luchar con la fuerza y la compañía del Espíritu Santo como hizo Jesús en los cuarenta días –en el desierto-.

De ahí que hemos de afrontar en este tiempo de cuaresma tres modos de vivir para sanar las comodidades y apetencias del egoísmo: La Oración, el Ayuno y la Limosna.

El tiempo de Cuaresma nos ayuda a profundizar en el encuentro con Dios, por eso la ORACIÓN es el primer requisito de todo camino hacia el recorrido del corazón, hacia la santidad. “Al Señor, tú Dios, adorarás y a él solo darás culto” (Lc 4, 8).En la oración es donde mejor se define si estamos cercanos o alejados de Dios. “Efectivamente, cuando no vivimos como hijos de Dios, a menudo tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás criaturas –y también hacia nosotros mismos-, al considerar, más o menos conscientemente, que podemos usarlos como nos plazca” (Papa Francisco, Mensaje Para la Cuaresma de 2019, 4 de Octubre 2018- Fiesta de San Francisco de Asís-). La oración nos ayuda a renunciar la idolatría y autosuficiencia de nuestro yo. Tenemos necesidad de la fuerza que viene del Señor. ¡Cuántas veces constatamos en la plegaria la valentía para seguir luchando en hacer el bien! No olvidemos que la vida cristiana si no se sustenta en la oración y en la cercanía a los sacramentos, de modo especial la Eucaristía y la Confesión, se convierte en una falacia.

    Cuando hacemos excursiones por los senderos de una montaña se requiere estar bien preparados y comer lo necesario, pero nunca atiborrarse de los alimentos. El AYUNO  libera de la avidez y hace posible que el cuerpo se aligere. “No sólo de pan vivirá el hombre” (Lc 4, 4). Hoy, por las instrucciones dietéticas, que ayudan a cuidar del cuerpo, es normal que el dietista indique la importancia de liberarse de alimentos nocivos, de exceso en alimentos grasos… y todo porque este ayuno hace mucho más ágil al cuerpo y le desintoxica de elementos nocivos para la sangre o por el exceso de glucosa en el mismo. Y si esto se hace para el cuerpo, mucho más lo hemos de hacer para el alma que puede verse enjaulada en una parálisis existencial. El ayuno nos priva de nuestras apetencias egoístas, nos fortalece para saber sufrir por amor, nos hace mirar las realidades materiales por lo que son y no por lo que nos comunican los intereses creados. Nos ayuda a tener el corazón en su lugar sagrado y no fuera de él como si estuviera al borde del precipicio.

Teniendo presente el Juicio final: “Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme” (Mt 25, 35-36), se entiende el sentido de la LIMOSNA puesto que “entonces, se pondrá a la luz la conducta de cada uno y el secreto de los corazones. Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios. La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 678). “No tentarás al Señor tú Dios” (Lc 4, 12). Es decir que la idolatría más sutil es la de la falta de fraternidad, quien tienta a Dios es porque sólo piensa en sí mismo y nada más. La limosna no es simplemente una forma de solidaridad sino la expresión de un amor que nos hace ver en el hermano la imagen nítida de Jesucristo. Por eso al final de los tiempos el examen será sobre la atención que se ha tenido con el prójimo puesto que en él se encuentra al mismo Cristo al que se le acepta o se le rechaza.

Ruego a San Francisco Javier y a Santa María nos concedan la gracia de renovar nuestra Iglesia y dar nuevo impulso evangelizador a esta hermosa Peregrinación, que es la Javierada. Y os animo a dar a conocer la Buena Noticia del Evangelio. ¡Id y anunciad: Jesús os ama; es el Señor!

Comparte este texto en las redes sociales
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad