Queridos sacerdotes:

En este día tan señalado y especial que estamos viviendo con motivo de la pandemia, quiero expresaros mi cercanía y mi plegaria ante el Señor. Hoy de un modo muy especial al celebrar la solemnidad de la fiesta de San José. Recemos por los seminaristas y roguemos para que haya jóvenes dispuestos a seguir el camino del sacerdocio, de la vida consagrada y del matrimonio cristiano. Aquí sigo en mi casa, en estos momentos de confinación, tratando de vivir lo mejor posible en oración, estudio y seguimiento de los fieles de la Diócesis a través de los Medios de Comunicación y del teléfono. De modo especial con los que están enfermos o necesitan una palabra de ánimo y esperanza. Y con la presencia física, con algunos, sabiendo seguir los consejos de la Sanidad.

Nuestros feligreses, en estos momentos difíciles, lo que esperan de nosotros es que estemos cercanos a ellos y que no se sientan abandonados puesto que hemos sido enviados a hacer presente en la tierra a Aquel que, siendo el Buen Pastor, no huyó ante el lobo, sino que permaneció junto a su rebaño hasta dar la vida por él. Y aún en el caso en el que la prudencia mandara no abrir los templos, y a no celebrar la Eucaristía con participación de nadie en las Parroquias, éstas no pueden verse privadas de la presencia de su pastor, pastor que ofrece allí y no desde la distancia, la celebración de la Eucaristía entre sus gentes, entre sus tierras, entre sus campos y sembrados. Pastor que en medio de la comunidad, aún confinado por las paredes de la Casa Parroquial o de su templo eleva la oración de la Liturgia de las Horas, atrayendo la bendición de Dios sobre sus feligreses. Pastor que día y noche, como faro ante la tormenta y adversidad, sigue rezando y velando desde la soledad de su Casa Parroquial, para que no se apague la esperanza, en oración continua al Padre por la salud y la salvación de todos.

¿Qué padre ante cualquier peligro inminente que amenaza a sus hijos, los deja solos para atenderlos desde la distancia? Aunque nos cueste es un momento importante para mostrar que el pueblo cristiano nos necesita más que nunca. Hoy el testimonio y la caridad de los ministros de la Iglesia, se han de hacer visibles. Las luces de las Casas Parroquiales donde vivimos deben brillar como faro reluciente en la noche anunciando a los fieles: “¡Estamos aquí, estamos como vosotros, padeciendo lo que vosotros padecéis! ¡Nosotros no nos hemos ido!” Os pido, queridos sacerdotes, que salvo causa grave y justificada, no abandonéis la celebración de la Eucaristía, ya en el Templo con un grupito de feligreses ya en la Casa Parroquial solos ofreciéndola pro Populo. Yo así lo hago en la Capilla de mi Casa. Atendamos a los enfermos con las medidas necesarias para llevarles el consuelo de la Eucaristía o de de la Unción; rezar ante los muertos con su familia en el Cementerio aunque se postergue la celebración del funeral. Además os invito a tener muchos ratos de adoración ante Jesús Eucaristía y que podáis abrir el Templo -si es posible- alguna hora al día para que los fieles puedan ir a rezar. Esta es la reflexión que os brindo en este día de San José. Muchísimas gracias por vuestra labor y entrega generosa. Que San José nos enseñe a ser celosos, generosos y dispuestos en todo como lo fue él con el Hijo de Dios y con María. ¡San José ruega por nosotros!

+ Francisco
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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