Queridos sacerdotes, diáconos, consagrados, agentes de pastoral y voluntarios:

Son momentos para ayudarnos mutuamente y para alentarnos en el Señor que está en medio de nosotros si nos amamos: “Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir, mi Padre que está en los cielos se lo concederá. Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 19-20). Tomemos esta exhortación de Jesucristo para seguir orando y pidiendo al Señor nos conceda las gracias que más necesitamos y si es su voluntad le rogamos que cuánto antes pase este tiempo de sufrimiento a causa de la pandemia. Rezamos por nuestros sacerdotes que han pasado a la Casa del Padre y que Dios habrá premiado su entrega que han ofrecido por amor a Jesucristo y por amor a su Iglesia: D. Miguel López (sacerdote diocesano), P. Pedro Santos (de la Congregación ‘Sagrados Corazones) y D. Dionisio Lesaca (sacerdote diocesano). Que descansen en paz.

  1. Varios son los que escriben dando las gracias por la labor que se está realizando en  parroquias o en la comunidad cristiana y asegurando su oración:

A).- “Rezo por Ud. y por todos los sacerdotes de la Diócesis, en esta labor que hacéis tan grande, de aún en las dificultades estar cerca de las personas. Mil gracias. Unidos en la oración” (Alejandro)

B).- “Supongo que vive momentos difíciles y preocupantes. Le mando este mensaje, para darle ánimo y valor, esperando que todo esto pase pronto. En oración” (Patxi y Gloria)

C).- “Oremos por la conversión de nuestros gobernantes” (María)

D).- “Hoy XV aniversario de la muerte de San Juan Pablo II. Que él interceda por nosotros y nos proteja más aún en estos momentos  tan difíciles. Muchas gracias por su testimonio de trato directo con nuestro querido gran santo y por su presencia y cercanía constantes por este medio de Whatsapp” (María-Eva).

E).- “Quería manifestarte mi cercanía y oración en estos momentos tan difíciles de sufrimiento que vive España. Rezo especialmente por ello. Me dicen mis seminaristas del Colegio Bidasoa que en Pamplona también están sufriendo… Aquí estamos de larga cuarentena; en mi Diócesis todo es preventivo, pero con el susto que produce la precariedad de medios sanitarios con los que contamos en esta zona más pobre. Unidos en la oración…” (Mons. Hugo Barbaro, Diócesis de San Roque de Residencia  Sáenz Peña –Argentina-)

  2.- Hoy, 2 de abril, celebramos el XV aniversario del fallecimiento de San Juan Pablo II y me une un cariño especial ya que él fue quien me consagró Obispo en la Basílica de San Pedro el día 7 de enero de 1996. No es un honor sino una gracia que he recibido para el bien y la salvación en Cristo de los fieles que se me han confiado  y así lo espero cumplir. Si esto sirve para mi santificación y la santificación de la Iglesia. ¡Bendito y Glorificado sea Dios! Hubo varios momentos en los que tuve oportunidad de hablar y estar con él. La primera fue el encuentro con mi familia, al día siguiente de mi consagración. Estaba mi padre en silla de ruedas y al saludarle le dijo: “¿Dónde está su esposa, la madre del nuevo obispo? Y respondió mi padre: Ha fallecido. Y añadió el Papa San Juan Pablo II: ¡Desde el Cielo ella está gozando!” Fue un encuentro muy entrañable y afectuoso que nunca mi familia olvidará.

Hubo posteriormente otros encuentros. A) En Visita ad Límina, a los pocos días de mi consagración, pude hablar durante 20 minutos con el Papa. Al final me mira y entregándome un pectoral me dijo: “Nunca olvide que va a tener cruces en su camino episcopal pero cuando le venga alguna, abrácela no vacía, sino llena de Cristo. Si la abraza vacía es inútil no sirve para nada, pero si la abraza con Cristo crucificado colaborará en comunión con la Redención de Cristo”. Esto me hizo recordar lo que decía el teólogo Rahner: “Es preferible ser granos de trigo dentro de la Iglesia, que árboles frondosos fuera”. Y también a San Pablo: “Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús” (Gal 6,17) y “Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1, 24). “Nunca me he puesto la cruz pectoral de Obispo con indiferencia. Es un gesto que hago siempre con la oración. Desde hace cuarenta y cinco años, la cruz está en mi pecho, junto a mi corazón” (San Juan Pablo II, Levantaos vamos, pp. 168-169).

B) Pocos días antes de morir el Papa San Juan Pablo II, estuve otros 15 minutos con él. Entonces yo era Arzobispo Castrense. Aun cuando ya le costaba hablar, todo el tiempo lo dedicó entre otras cosas, para decirme: “No deje de ser un buen sucesor de los Apóstoles y ayude a todos para que sepan que Dios les ama y que se conviertan a la gracia de Jesucristo”. Hubo un momento que se emocionó, me tomó de las manos y me miró con ternura y me dijo: “Diga a todos sus docesanos que lo más importante es la santidad, lo demás pasa”. Nunca se me irá de la memoria las enseñanzas que recibí de este gran santo. Hoy quiero que interceda por nosotros y que nos ayude a crecer en santidad y que interceda, al Padre con Cristo en el Espíritu, para que desaparezca el COVID 19. 

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