Fiesta de San Francisco Javier (Homilía)

San Francisco Javier1.- “Que hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva” (Is 52, 7). Las palabras del profeta Isaías nos sirven de plataforma para admirar la persona de nuestro Patrón, San Francisco Javier y para enaltecer su actividad misionera. Hoy en muchos lugares de la cristiandad se hablará de Javier como modelo de misionero, como ejemplo de entrega generosa, como prototipo de hombre recio y lleno de ideales nobles. Nosotros aquí en Navarra, en Javier, lo hacemos con más motivo y, si cabe hablar así, con el orgullo de estar hablando de uno de los nuestros.

Nos emociona recordar algunos retazos de su vida. Empezando por el final, sabemos que en el amanecer del 3 de diciembre de 1552 los ojos de este gran misionero se apagaron en una humilde choza de paja, del entonces inhóspito islote de Shangchuan, situado a tan solo a 10 kilómetros de la costa de China, el país que ansiaba evangelizar. Pero con su vida, constantemente sostenida por el amor a Cristo en una parte del gran continente asiático, ya había dejado escritas una de las páginas más fecundas de la historia misionera de la Iglesia. El paso de los siglos no ha hecho más que acentuar la talla gigantesca de este misionero que soñó, respiró y se desgastó llevado únicamente de esta pasión que sentía por Cristo, latido de su inmenso corazón.

San Francisco Javier es indiscutible modelo y referente permanente del evangelizador que se proponga llevar la fe a cualquier rincón del mundo. Estamos en tiempos de nueva evangelización. El santo Padre, Francisco, en la reciente Exhortación Apostólica Evangelii gaudium comenta de modo admirable el mandato de Jesús que hemos escuchado en el evangelio: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28, 18). La Iglesia, dice, es una iglesia de salida: “Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG n. 19).

2.- La nueva evangelización a la que estamos todos invitados supone salir. A unos les pedirá el Señor salir de su tierra como hizo Javier para ir a misionar a países lejanos. A todos se nos pide salir de nuestros límites personales, en primer lugar de nuestros egoísmos que nos impiden ver las necesidades del prójimo, pero también salir de nuestras trincheras y buscar cauces de mayor comunicación y corresponsabilidad. Uno de los grandes males de nuestro tiempo es el encasillamiento, la falta de humanización. Y salir quiere decir también que no somos imprescindibles sino que cada uno desde su posición y vocación ha de sumar para el bien y eliminar el mal.

¿No será éste el tiempo que se nos esté pidiendo que ahondemos más en la cultura de la vida y que desaparezca la subcultura de la muerte?¿No será éste el tiempo en el que se busquen más cauces de solidaridad y así caigan en total olvido los amargos frutos de la avaricia?¿No será el momento de hacer que la justicia sea más acorde con los principios básicos de un humanismo auténtico y no de un humanismo que margina a Dios? “Da la impresión de que muchos consideran que Dios es ajeno a los intereses del ser humano. Aparentemente no tienen necesidad de él. Viven como si no existiera y, peor aún, como si fuera un ‘obstáculo’ que hay que quitar para poder realizarse” (Benedicto XVI, 20 del XII 2006).

El Papa Francisco nos propone cuatro requisitos en este empeño de salir a los demás y, como gusta decir, salir a las periferias: “involucrarse, acompañar, fructificar y festejar” (EG 24). En primer lugar, involucrarse. Los cristianos debemos ponernos como hizo Jesús a lavar los pies de nuestros hermanos, es decir, achicar distancias con los demás, ponernos a la altura, en especial, de los que sufren, de los que están más alejados de la sociedad y de la fe; después, acompañarles en todos los procesos de su existencia, por muy duros que parezcan. La evangelización, tiene mucho de paciencia y de saber esperar. No se trata tanto de convencer, cuanto de que nadie sienta el zarpazo de la soledad.

De esta manera seremos capaces de fructificar: habrá que vivir sabiendo que junto al trigo crece la cizaña, pero siempre tendremos que confiar que el bien es fecundo y que el Señor ha vencido al mal y al diablo que es el padre de la mentira y del mal. El acompañamiento paciente no está reñido con el afán entusiasta de que el fruto llegará. El discípulo sabe dar la vida entera y jugársela hasta el martirio si fuera preciso como testimonio de Jesús crucificado; por eso su sueño no es llenarse de enemigos, sino de ganar discípulos para el Señor.

Javier en su recorrido por la India y por las islas Malucas combatió, con vigor la inmoralidad que había en el ambiente social, aprendió las lenguas de estos lugares y en el ardor de su corazón decía: “Si no encuentro una barca, iré nadando”. Defendió los derechos de los esclavos y oprimidos, vivió expuesto a incontables peligros, nunca se desanimó y convirtió y bautizó a miles hasta quedar al borde de la extenuación, sin bajar la guardia en ningún instante. Consoló a los enfermos, y vivió como los más pobres. Y su labor dio un fruto abundante.

Nos habla finalmente el Santo Padre Francisco de festejar la evangelización. Es lo que estamos haciendo hoy al alegrarnos con los frutos que cosechó Javier en su época y que ha seguido cosechando en los quinientos años que van desde su muerte hasta hoy. Quizás por las crispaciones y críticas destructivas estamos fomentando una sociedad entristecida, falta de horizontes esperanzados y frustraciones incontroladas. Nuestra obligación hoy, al conmemorar a nuestro Patrón es la de llevar la alegría en la fe y en la esperanza de un futuro mejor que se basa en la caridad, en la fraternidad y solidaridad. Más vale estar unidos en la pobreza que divididos en la riqueza.

Todos tenemos la obligación de buscar cauces de entendimiento para transmitir ilusión y alegría. No podemos caer en el pesimismo de que no se puede hacer nada, de que es imposible conseguir la solución de los problemas que acucian a nuestra sociedad. Podemos caer en la tentación de decir, esto no es fácil y es imposible; debemos decir mejor, esto es difícil pero posible. Los que estamos participando en esta Eucaristía tenemos la obligación de transmitir el gozo del Evangelio, sin miedo, sin complejos. Estamos convencidos de que Dios nos ama de modo infinito, quiere el bien de todos y tiene el empeño de que todos los hombres encuentren caminos de salvación y lleguen al conocimiento de la verdad y del humanismo auténtico.

3.-Y ahora, una palabra para los jóvenes. Con gozo quiero reconocer públicamente que, en el contexto actual de crisis del compromiso y de valores, son muchos los jóvenes de nuestra diócesis que son muy solidarios ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado. ¡Con cuánta alegría les veo participar en la oración que tenemos los primeros y últimos de mes tanto en Pamplona como en Tudela! Muchos participan en la vida de la Iglesia, se integran en grupos de servicio y de ayuda a los demás. En el verano van a tierras de misión y vuelven impresionados volcándose después en las distintas actividades y obras de misericordia que se les propone.

Mirad a San Francisco Javier, aprended de su arrojo y acoged con gozo, si el Señor os llama, la vocación al sacerdocio, a la vida consagrada o a formar unas excelentes familias. En todo caso, sed misioneros, y no exageréis las dificultades del ambiente. Más difícil lo tuvo Javier y, sin embargo, en solo catorce años que duró el tiempo de su misión por la India dejó una huella imborrable. El era muy joven cuando accedió a la insistencia y petición de Ignacio de Loyola. Vosotros sois amados de Dios con especial predilección, porque en vuestro ADN está la capacidad de comprometeros con ilusión en el ideal de Jesús: “Id y haced discípulos míos de todos los pueblos”.

A los pies de nuestro Patrón quiero poner las dificultades, deseos, alegrías y realizaciones de todos los navarros. También los problemas acuciantes que tienen que abordar las familias para las que pido una bendición especial por intercesión de San Francisco Javier. Que todos busquemos el bien y el amor, fiados también de la protección de Santa María, como la tuvo él.

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