Nuevos mártires beatos navarros en el Año de la Fe (V

la salleEn esta publicación hablamos de las vidas de los dos mártires navarros que serán beatificados el próximo 13 de octubre, pertenecientes a la orden de los Hermanos de las Escuelas cristianas de la Salle.

Hermanos de la Salle

Los Hermanos de las Escuelas cristianas de la Salle tuvieron un total de 165 mártires en la persecución religiosa durante la II República. Diez de ellos ya han sido canonizados (los mártires de Turón, martirizados durante la revolución de Asturias en 1934) y 70 son ya beatos. El resto serán beatificados el próximo 13 de octubre. Entre ellos, dos navarros, uno de ellos laico.

JUAN SANZ PALANCA (HERMANO CRISÓLOGO)

Nació en Pamplona el 11 de mayo de 1880. Fue bautizado al día siguiente en la parroquia de San Lorenzo. Era hijo de Celestino Sanz, de Pamplona, y de Francisca Palanca, natural de Alcampel (Huesca), de los que recibió un ejemplo de piedad y de virtud cristianas que le acompañaron durante toda su vida.

A los 17 años entró en el noviciado menor de los Hermanos de la Salle en Bujedo (Burgos). Ejerció su vida religiosa en las comunidades del norte, centro y sur de España: Peñuelas, Vitoria y Madrid. Sus compañeros lo definen como sumiso de espíritu y de corazón, hijo siempre cariñoso de sus superiores, con una perpetua juventud en su rostro, lo que le hacía objeto de numerosas bromas, que él aceptaba de forma risueña. Ejerció como maestro y catequista. Dedicaba todo su tiempo libre a preparar sus clases, sobre todo de catecismo. Al ir a clase, todo lo tenía previsto. Poseía un tesoro de relatos, anécdotas vividas, comparaciones ingeniosas, que se complacía en poner al servicio de los demás Hermanos. Reclutó numerosas vocaciones.

Todo ello lo coronó con la gloria del martirio, que alcanzó con toda la comunidad de la Escuela de Santa Susana, en el madrileño barrio de las Ventas, donde era profesor desde 1931. Los siete Hermanos fueron primero interrogados a punta de pistola por un piquete comunista, que irrumpió en la casa Procura el 30 de julio de 1936: “¿Tenéis armas? ¿Dónde están los religiosos ausentes? ¿Dónde está vuestro dinero?” A cada una estas preguntas había que responder ante la amenaza de las pistolas. Ellos respondieron como mansos corderos. Fueron llevados a la Casa de Campo, donde fueron martirizados ese mismo día. Los milicianos volvieron inmediatamente a la Procura, a fin de apoderarse del dinero y saquear los locales. El Hermano Crisólogo tenía 57 años, 37 de religioso.

JOSÉ GORASTAZU LABAYEN, laico

Nació en la pequeña localidad de Usi (valle de Juslapeña) el 30 diciembre 1907, donde fue bautizado al día siguiente. A los pocos meses, el 10 de mayo de 1908, recibió la confirmación en la vecina iglesia de Marcaláin. De joven entró en el noviciado menor de Griñón (Madrid) del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, pero no pudo superar dicho noviciado por motivos de salud y por su corta inteligencia. Dado que quería mucho al Instituto, los superiores decidieron que se quedara con los Hermanos como criado. En la casa de Griñón ejerció diversos encargos: zapatero, fregadero… Todos afirman que era buenísimo, muy fervoroso y sencillo en su piedad. Vivió siempre como si fuera un Hermano, siguiendo en todo su Regla. Comulgaba todos los días, servía a todos con una caridad extrema, llevando una vida de verdadero sacrificio.

La casa de Griñón fue asaltada el 28 de julio de 1936 por un nutrido grupo de milicianos, se habla cerca de 300, con la leyenda «Los sin Dios», firmados por las siglas de la CNT, FAI y UGT. Aunque gran parte de la comunidad había logrado escapar con anterioridad a Madrid, habían permanecido los novicios menores y los Hermanos ancianos y enfermos, con el Hermano Orencio Luis al frente.

José Gorostazu fue el primero en morir, por el simple hecho de afear la conducta de los milicianos, al destruir todas las imágenes, altares y pilas de agua bendita de la iglesia. Eso bastó para que, cayendo sobre él con patadas y culatazos, le dispararan y dejaran agonizante en el atrio de la capilla, sin que la víctima cesara de gritar ¡Viva Cristo Rey! Era la tarde del 28 julio. Tenía 29 años.

Santiago Cañardo Ramírez

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