Nuevos mártires beatos navarros en el Año de la Fe (VIII)

martires benedictinosLos benedictinos navarros Ramiro Sanz de Galdeano y Rosendo Donamaría serán beatificados en Tarragona el próximo 13 de octubre.

Benedictinos
Los Benedictinos tuvieron mártires durante la persecución religiosa de 1936, pertenecientes a los monasterios de Montserrat (23), El Pueyo (18) y “Montserratico” en Madrid (4). Entre la comunidad del Pueyo, que serán beatificados el próximo 13 de octubre en Tarragona, había dos navarros.

RAMIRO SANZ DE GALDEANO

Nació en Villatuerta el 30 de agosto de 1910 y fue bautizado con el nombre de Ramón al día siguiente. Sus padres, Francisco Sanz de Galdeano Munárriz y Valentina Mañeru Lasheras, tuvieron diez hijos. Ramón fue el quinto.

Sus hermanas Luisa e Irene ingresaron en la congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana y Serafín, que ingresó también en la Orden Benedictina y ocupó durante muchos años el cargo de Superior de la misión benedictina de Kalumburu, en Australia del Norte.

La madre, embarazada de Ramón, estuvo a punto de morir. Su padre apeló al Sagrado Corazón, según cuenta Serafín, con estas palabras: “Sagrado Corazón, si me estás probando porque va a ser chico, te lo doy: llévatelo, pues no lo quiero para mí. Pero no te lleves a Valentina, que la necesitan estas cuatro criaturas”. Al día siguiente el médico se quedó asombrado, pues Valentina estaba ya fuera de peligro.

En el pueblo fue monaguillo. A los once años ingresó en el monasterio benedictino del Pueyo, cerca de Barbastro. Allá cursó los cuatro años de Humanidades. Después estuvo en la abadía de Samos, donde vistió el hábito con el nombre de Ramiro el 14 de septiembre de 1925 y emitió sus primeros votos el 22 de diciembre de 1926.

A los 22 años, el 5 de abril de 1932, Ramiro hizo la profesión solemne, pero su ordenación sacerdotal tardó en llegar. Antes tuvo que hacer el servicio militar, aprendiendo la instrucción en la huerta de Rocamador de los Padres Capuchinos de Estella. Terminados sus compromisos militares, el 7 de julio de 1935 se ordenaba sacerdote y el día 11, fiesta de San Benito, celebraba su primera Misa.
Durante el curso 1935-36 enseña en el Pueyo Filosofía e Historia de la filosofía; además salía a predicar. Era de carácter alegre y fuerte. De su virtud y fervor son testigos cuantos le trataron y sus numerosas cartas.

El 20 de julio el Padre prior del Pueyo manda a Barbastro, vestidos de seglares, a los Padres Anselmo y Ramiro, que informaron a la comunidad de la crítica situación. En la tarde del 22 de julio dos motoristas subieron al monasterio a comunicarles la orden de abandonarlo. Obedeciendo se dirigieron al mesón del Pueyo, propiedad del monasterio. El 23 de julio fueron llevados al colegio de los Escolapios, que hacía de prisión. Allá permanecieron, junto con los Escolapios y los estudiantes claretianos, hasta el momento de su martirio ocurrido el 27 de agosto, a punto de cumplir los 27 años, diez como monje.

ROSENDO DONAMARÍA VALENCIA

Nació el 3 de noviembre de 1909 en San Martín de Unx. En su bautismo le pusieron el nombre de Martín. Llegó al monasterio del Pueyo con su hermano gemelo Román, probablemente en el verano de 1922. Mientras su hermano era destinado a las misiones de Australia él formaría parte de la comunidad de Pueyo. Allá estudiaron los dos las humanidades y al comenzar el noviciado Martín fue enviado a Montserrat, mientras Román hacía el noviciado en Belloc, (Francia).

Rosendo era un tanto retraído, quieto, pacífico, bueno y humilde. Vistió el hábito el 27 de septiembre de 1926 y sus votos solemnes fueron el 29 de septiembre de 1930. Recibió el Diaconado el 25 de septiembre de 1932.

En el monasterio sirvió como ayudante del director del coro monástico, ya que tenía una hermosa voz de tenor. Tras cumplir el servicio militar en Pamplona y Zaragoza, retornó al Pueyo el 2 de enero de 1935. Sufrió el martirio en las mismas condiciones y circunstancias que el Padre Ramiro, el 27 de agosto de 1936. Tenía 24 años, 6 como monje.

Los instantes finales de ambos fueron así. El prior, Dom Mauro Palazuelos, dio la absolución a todos y los sacerdotes se la dieron entre sí. Fueron subidos a un camión, en el cual enseguida comenzaron a gritar: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen del Pilar! ¡Viva la Virgen del Pueyo!” Las blasfemias de los milicianos nada pudieron contra los vivas y las alabanzas de los monjes, como han testificado muchos vecinos de Barbastro, ni tampoco los terribles culatazos de fusil que comenzaron a propinarles y que llegaron a romper los dientes de algunos y a herirles duramente en la cabeza. Los monjes, al poco de bajar del camión en las cercanías de la ciudad, llevados como mansos corderos, perdonaron a sus verdugos, quienes les maltrataron y les dispararon.

Santiago Cañardo Ramírez

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