Ofrecimiento diario al Corazón de Cristo

La Iglesia Católica, dedica el mes de junio a honrar el amor del Corazón de Cristo, y nos anima a renovar nuestra devoción al Sagrado Corazón. Esto lo podemos hacer con más actos de amor y reparación en la Eucaristía, encontrándonos con Él en el sacramento del perdón, o uniéndonos más a Él por nuestra Consagración, ofreciéndole nuestra vida para colaborar con Él en la redención del mundo.

En el mes de Junio, mes dedicado en la Iglesia a honrar el Amor del Corazón de Cristo, se nos anima a renovar nuestra devoción al Corazón del Señor. Esto lo podemos hacer con más actos de amor y reparación en la visita diaria a Cristo presente y vivo en la Eucaristía; con una vida de mayor confianza en su Misericordia, encontrándonos con Él en el sacramento de la Penitencia; uniéndonos más a Él por nuestra Consagración, y ofreciéndole nuestra vida para colaborar con Él en la redención del mundo.

Sobre este último aspecto quería hoy insistir especialmente. El Papa Pio XII en la encíclica Mystici Córporis Christi pone a considerar un aspecto de nuestra fe algo olvidado y muy importante: «Misterio verdaderamente tremendo y que jamás se meditará bastante: que la salvación de muchos dependa de las oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del Cuerpo místico de Jesucristo». «Si muchos por desgracia, viven aún alejados de la verdad católica y no se someten gustosos al impulso de la gracia divina, se debe a que ni ellos ni los fieles dirigen a Dios oraciones fervorosas por esta intención. Por consiguiente, exhortamos una y otra vez a todos a que, inflamados en amor a la Iglesia, a ejemplo del divino Redentor eleven continuamente estas plegarias».

El Vaticano II haciéndose eco de esto mismo afirma: «Cristo Jesús, Supremo y eterno sacerdote, desea continuar su testimonio y su servicio por medio también de los laicos, … Los asocia íntimamente a su vida y misión, también les hace partícipes de su oficio sacerdotal, en orden al ejercicio del culto espiritual, para gloria de Dios y salvación de los hombres. Por eso los laicos, ya que están consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, tienen una vocación admirable y son instruidos para que en ellos se produzcan cada vez más abundantes los frutos del Espíritu. Pues todas sus obras, preces e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida si se sufren pacientemente, se convierten en «hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo» (I Pe 2, 5), que en la celebración de la Eucaristía, con la oblación del cuerpo del Señor, se ofrecen piadosísimamente al Padre. Así también los laicos, en cuanto adoradores, obrando santamente en todo lugar, consagran a Dios el mundo mismo». (Lumen Gentium n. 34).

Todas nuestras obras, por pequeñas que parezcan, tienen un valor inmenso si se ofrecen unidas al Corazón de Cristo en la Eucaristía. Nuestro Papa Benedicto XVI en la encíclica Spe Salvi afirma: «¿Qué quiere decir «ofrecer»? Es poder incluir sus pequeñas dificultades en el gran compadecer de Cristo, …formar parte de algún modo del tesoro de compasión que necesita el género humano. De esta manera, las pequeñas contrariedades diarias podrían encontrar también un sentido y contribuir a fomentar el bien y el amor entre los hombres».

Muchas veces cuando uno lo pasa mal, o tiene una contrariedad o sufrimiento, se le olvida ofrecerlo. Por eso es tradicional en la Iglesia acostumbrarse a recitar una oración por la mañana en la que se ofrece todo. Con la intención de facilitar este ofrecimiento diario la Diócesis ha editado unas estampas con la Imagen del Corazón de Jesús de Pamplona y con una fórmula de ofrecimiento diario (podéis pedir a la delegación de familia las que deseéis). Puede ser un buen propósito para este mes de Junio, rezarla cada día, con el deseo de que todo lo que nos ocurre quede ofrecido y así colaboremos con el Señor en «la salvación de muchos», en «consagrar a Dios el mundo mismo» y en «fomentar el bien y el amor entre los hombres».

Santiago Arellano Librada. Delegado Pastoral de la Familia en Navarra.

Oh, Jesús, a través del Inmaculado Corazón de María, te ofrezco mis oraciones, trabajo, alegrías, sufrimientos de este día, en unión al Santo Sacrificio de la Misa para el mundo.

Te los ofrezco por los méritos de tu Sagrado Corazón: la salvación de las almas, enmienda de los pecados, la reunión de todos los cristianos; te los ofrezco por nuestros obispos y por los Apóstoles de la oración y de manera particular por aquellos que el Santo Padre escogió durante este mes.

Amen

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