De unos años a esta parte, se viene hablando mucho de «calidad», calidad en los alimentos, calidad de vida… y cómo no, calidad en los Servicios de Asistencia Espiritual y Religiosa al enfermo al final de la vida.
Calidad, que se puede considerar como un proceso analítico, basado en un alto nivel de atención y en un alto grado de utilización de criterios y recursos.
Calidad, que ha de abarcar las diversas posibilidades con las que cuenta un Servicio para ser de utilidad a quien atiende, calidad que debe estar presente también en los Servicios de atención Espiritual y Religiosa.
Calidad, que hay que considerarla como un todo, sin disociar sus componentes, prevaleciendo la impresión de conjunto y no el éxito relativo de realizar muchas acciones, de sacramentalizar sin contar con la disposición, situación y decisión del enfermo. Es decir, el Servicio de atención Espiritual y Religiosa es o será de calidad cuando satisface las necesidades y expectativas del enfermo y familia.
Por consiguiente, la calidad de dicho Servicio depende de la atención, acompañamiento y abordaje de la dimensión Espiritual y Religiosa de cada enfermo, del trabajo en Equipo, lo que ayuda a un conocimiento mayor del paciente y familia; de aquí, que los Equipos Multidisciplinares han de estar preparados para ofrecer al enfermo una asistencia de calidad definida como: técnica, ética, espiritual y que sea percibida como satisfactoria.
No olvidemos, que el bienestar Espiritual y Religioso puede ayudar a mejorar la calidad de vida del enfermo de la siguiente manera: Disminuye la ansiedad, la depresión, el enojo, el malestar y la sensación de aislamiento… Aumenta los sentimientos positivos, tales como: esperanza y optimismo, ausencia de remordimientos, satisfacción con la vida, sensación de paz interior… En una palabra, el bienestar Espiritual y Religioso también pueden ayudar al paciente a vivir mejor su situación de enfermedad. Por el contrario el sufrimiento espiritual si no está bien tratado, puede afectar la salud.
No olvidemos que:
– Los aspectos espirituales son una dimensión de la persona que no podemos obviar en una atención integral y de calidad.
– La atención espiritual consiste, no tanto en «hacer» sino en «estar con» respetando el ritmo de cada persona.
– La atención espiritual es responsabilidad de todos los profesionales.
– La atención espiritual necesita un lenguaje común que facilite la comunicación entre todos.
– La atención espiritual debe ser evaluada a través de los resultados obtenidos con el objetivo de mejorar la calidad.
– La atención espiritual ayuda a los pacientes a afrontar la enfermedad y el deterioro con mayor dosis de paz y serenidad.
– Y como punto final que resume los anteriores, la atención espiritual es: «Hospitalidad”.
Humanicemos nuestro hacer Pastoral para que los pacientes reciban un trato digno, sensible, cercano, humano y de calidad en los momentos más delicados y difíciles de su vida. “Demos calidad a las acciones, no cantidad de acciones”.