“Sabía que iba a entregar plenamente mi vida al servicio de la Iglesia”

El próximo día 12, fiesta de Nuestra Señora del Pilar, tendrá lugar en la parroquia de Santa Engracia de Sarriguren la ordenación diaconal del joven Eduardo Ludwig Sanz-Orrio.

¿Qué hace una persona como usted, de origen austriaco, en la diócesis de Pamplona y Tudela? Es cierto que he vivido en Austria hasta hace nueve años cuando vine a Pamplona a estudiar un Máster. Pero mi madre es de Navarra y antes de vivir aquí he venido mucho de vacaciones. ¿Por qué me quedé después de finalizar el Máster? ¡Los caminos del Señor! Cuando llegué empecé a dar catequesis en mi parroquia en Pamplona y así redescubrí una vocación que tenía aparcada: Servir y proclamar la Buena Nueva a los niños y adolescentes. A partir de ahí se fue perfilando mi vocación y poco a poco fui conociendo la diócesis y discerniendo mi vocación.

El diaconado permanente no es algo muy conocido, ¿Cómo surgió la idea de hacerse diácono permanente? Aquí juego con ventaja por ser austriaco. En Centroeuropa el diaconado permanente está muy extendido. Pero yo no busqué mi vocación, me vino la llamada en una adoración nocturna de Corpus Christi en 2007. Ciertamente el Señor se sirve de nuestros conocimientos humanos. Si no hubiera sabido que existe el diaconado permanente habría sido más complicado encontrar mi camino que consiste en servir, no como laico sino como diácono. Por eso es urgente que en Navarra y en el resto de España se vaya dando a conocer esta vocación.

¿Cómo han sido estos años de formación? [pullquote1]El Señor me ha llamado a servir a las generaciones más jóvenes, no como laico sino como diácono y desde el celibato para que así todos los niños se conviertan para mí de alguna manera en mis hijos[/pullquote1] Se cumplió uno de mis sueños de cuando era adolescente: Estudiar Teología. Pero si soy sincero fueron años bonitos pero también complicados. Dejé de trabajar para estudiar Ciencias Religiosas a tiempo completo y así terminar la formación académica cuanto antes. Las personas, tanto laicos como clérigos, en su inmensa mayoría no entendieron por qué dejé mi vida profesional. Pero, aunque yo tampoco conocía mi futuro, tenía la certeza de que ya no me iba a dedicar a mi antigua profesión de analista de mercados financieros, sino que iba a entregar plenamente mi vida al servicio de la Iglesia y en concreto al servicio de las generaciones más jóvenes que tan necesitadas están en los tiempos actuales de sentirse muy atendidas y acogidas por la Iglesia.

Usted ha optado por ser diácono permanente sin casarse, habrá muchas personas que no entiendan esta vocación y se preguntarán por qué no se ordena sacerdote. ¿Qué podría decirles? 

Es cierto que la inmensa mayoría de los diáconos están casados pero existen los diáconos célibes. El celibato no es algo exclusivo de los sacerdotes, por tanto ser célibe no implica tener vocación sacerdotal. Muchos piensan que el diácono es una especie de «medio-cura», una forma de acercarse al sacerdocio para la gente que está casada y por tanto no puede ser sacerdote. Pero el diaconado es una vocación distinta al sacerdocio. El diácono se configura con Cristo Siervo para servir, su vocación es el servicio y no la administración de los sacramentos y la santificación del pueblo a través de la configuración con Cristo Sacerdote.

¿Que puedo decir a los que me preguntan por qué no soy sacerdote? La respuesta es muy fácil. Cristo me ha llamado a configurarme con él como diácono y no como sacerdote. Siendo un poco sarcásticos podríamos decir que esa pregunta se la tienen que hacer a Dios y no a mí porque Él me ha llamado a ser diácono y no a ser sacerdote. Para entender esto es necesario conocer la vocación diaconal y entender el diaconado como una vocación propia no como una vocación de «medio-cura» como erróneamente la ven muchos.

¿Cómo se imagina realizando su diaconía? El Señor me ha llamado a servir a las generaciones más jóvenes, no como laico sino como diácono y desde el celibato para que así todos los niños se conviertan para mí de alguna manera en mis hijos. Me veo realizado sirviéndoles, acercándolos a Cristo y siendo educador, padre y amigo, también en lo humano. Esto se puede hacer en muchos lugares y de muchas maneras.

Actualmente ya lo estoy haciendo en mi trabajo de director titular de un colegio diocesano en la provincia de Zaragoza. Ahí les sirvo, no solo mediante la pastoral del centro, que coordino e imparto, sino haciendo que ese colegio sea para ellos un lugar en el que se encuentren bien. Quiero que el colegio de alguna manera se convierta en su segunda casa y en su segunda familia. Pasan muchas horas ahí y para ellos es crucial sentirse a gusto en el colegio. Consiguiendo este objetivo el colegio se convierte en un hogar y entonces mi vocación no solo se realiza cuando yo estoy con ellos sino en todo el trabajo que hago por ellos que mayoritariamente es administrativo; trabajo por ellos pero solo no, con ellos. Les sirvo haciendo crecer el colegio, cuidando y administrando lo económico, vigilando que las instalaciones estén limpias y cuidadas, ayudándoles a convivir pacíficamente, enseñándoles a perdonarse si han tenido una disputa o pelea; que les guste la comida que damos, que se lo pasen bien en el recreo, que puedan hablar conmigo siempre que lo quieran y necesiten, etc.

Mi diaconía también se realiza en el ámbito parroquial. Aquí, aparte de llevar y coordinar grupos de niños y jóvenes, está la liturgia, uno de los pilares de todo cristiano y de una manera específica de todo diácono. Este pilar no lo encuentro en el colegio, aunque de vez en cuando se celebren misas. En la parroquia también está la relación con los sacerdotes, especialmente con el párroco. Relacionándome con sacerdotes descubrimos, tanto ellos como yo, las diferencias de nuestras vocaciones y la complementariedad de ambas. También es muy importante la relación con los feligreses, conocer y ayudarles en sus problemas, sus necesidades, sus inquietudes, etc.

Todo se realiza siempre en comunión con el obispo ya que el diácono jerárquicamente depende directamente de su obispo y es su ayudante para lo que él le encargue.

¿Qué es lo que más le atrae del diaconado? Me atrae haber sido llamado a servir, a estar con la gente que necesita mi mediación, ayudarles en sus problemas y acercarlos a Cristo y ser yo para ellos presencia sacramental de Cristo que vino al mundo para servir, no para ser servido.

¿Qué le dijo su familia cuando les comentó que quería ser diácono permanente? [pullquote1]Mi diaconía también se realiza en el ámbito parroquial. Aquí, aparte de llevar y coordinar grupos de niños y jóvenes, está la liturgia, uno de los pilares de todo cristiano y de una manera específica de todo diácono[/pullquote1]

A mi familia le gustó mi vocación pero les costó aceptar que yo quisiera optar por el celibato. Esto es comprensible porque el celibato solo se entiende desde la llamada de Dios y además yo siempre decía que quería casarme y tener hijos. Pero entonces no sabía que Dios me iba a bendecir con muchos hijos espirituales a cambio de hijos de sangre.

¿Quién ha sido la persona que más le ha apoyado en todo este proceso? Han sido tres: Mi director espiritual, mi madre y un amigo de Barásoain. Cada uno desde su realidad vocacional me han apoyado y sobre todo me han ayudado a discernir esta vocación, que al ser tan difícil de entender para muchos, continuamente se me ponía en entredicho y yo vacilaba. Pero el Señor mediante estas tres mediaciones siempre me ha vuelto a encauzar y a mostrar cuál es mi camino. Han sido largas conversaciones, especialmente con mi madre y mi amigo de Barásoáin, las que me han ayudado a discernir los acontecimientos del día a día durante los últimos años ayudándome a comprender realmente quién soy y a qué he sido llamado por mi Creador.

Fotografías de la Ordenación Diaconal del 12/10/2012

Fotografías del Rito de admisión al Diaconado

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