Jornada de la Vida coinsagrada

Con la participación de más de 300 personas se celebró, del 25 al 28 de abril, la primera Jornada de la Vida Consagrada en Navarra. Los actos se iniciaron el día 25, con la presencia del Arzobispo, Mons. Francisco Pérez, el jesuita Elía Royón y el presidente de Confer Navarra, Ángel Ortiz de Urbina. Durante esa jornada se habló sobre “El nombre de Dios es: misericordia”, en clave de oración y hondura de acogida. Se explicó como el Papa Francisco nos anima a comprender las facetas de la misericordia y la compasión, a aprender a mirar con el corazón y restablecer la dignidad, a tocar la carne de Cristo en cada realidad eliminando las distancias.
Al día siguiente, el sacerdote J. Javier Lizaur ofreció la ponencia “En un mundo inmisericorde, ámbitos de misericordia”. Lizaur estuvo acompañado por el Obispo Auxilair, Mons. Aznárez. Se habló de cómo en la sociedad actual se constata la inmisericordia. “La misericordia es pura gratuidad y nos coloca en situación límite. Humanizar es hoy raíz de misericordia: escuachar, acompañar, tener mucha paciencia…” se afirmó.
El día 27 se reservó para hablar sobre “La Vida Religiosa ¿dialoga con la sociedad?”. El encargado de tratar el tema fue el jesuita Íñigo H. Alcaraz. Habló de la autenticidad de la Vida Religiosa, de la alegría que debe transmitir los religiosos como reflejo de Cristo, pero tmabién recordó que debían superar la impotencia. Impotencia en los fallos que cometen, en los desaciertos, etc. De igual modo recordó que debían vivir como sociedad, ya que la soledad deshumaniza y el miedo debía dejarse de lado, ya que incapacida para vivir alegres, paraliza, debilita, etc. Para finalizar su ponencia contó su experiencia religiosa, cómo el señor le llamó con 23 años, tras una experiencia en Karnataka (India).
Las jornadas concluyeron el día 28 con la representación de la obra de teatro “Y tú ¿qué ves?”. La obra giró en torno a dos personajes. Nicodemos el hombre que necesita razones para creer y Bartimeo a quien le sobran razones para creer. Los donativos que recibieron con esta obra de teatro se destinaron al campo de refugiados de Ankawa, en Irak. Entre los asistentes se encontraba el Obispo emérito de Vitoria, don Miguel Asurmendi, quien dirigió un mensaje de esperanza y gozo.

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