III Jornadas sobre la reconciliación y la paz

El Santuario de San Miguel fue una de las sedes en nuestra diócesis del año jubilar de la misericordia. Aquel año que convocó el Papa Francisco motivó el celebrar una jornada por la paz para afrontar como Iglesia las terribles consecuencias del terrorismo y la violencia en nuestra tierra. Nuestros Obispos nos instaban este año a tejer una cultura de la paz y de la reconciliación y por ello continuamos pidiendo al Señor que sane tanto dolor y nos haga instrumento de su Paz.

La tarde del día 19 de mayo celebramos en el monasterio de Zamartze, por tercera vez ya, una jornada por la paz y la reconciliación. En años anteriores habíamos hecho esta jornada centrada en la solidaridad a las víctimas de la violencia de motivación política, la necesidad de justicia y de crear un clima de reconciliación y perdón que ayude a humanizar todas las consecuencias y desgarros que hemos sufrido en nuestra tierra por el terrorismo y otras vulneraciones de derechos humanos. En el marco de la celebración de Pentecostés, como siempre, reflexionamos, escuchamos testimonios y rezamos; este año con el lema «Paz a vosotros, Bakea zuekin”, convencidos de que es posible un mundo donde reine la paz y la justicia: Aspiramos a una vida y una convivencia donde todos los agredidos sean levantados. Deseamos que la escucha y la interiorización del dolor del hermano rompan en nosotros la coraza de la indiferencia o de la incomodidad ante situaciones que nos desbordan.

Primeramente escuchamos una charla del psicólogo José Antonio Pinedo sobre “La gestión personal de la violencia». El se dedica profesionalmente a educar y prevenir la violencia escolar. Destacaba la necesidad de salir del discurso defensivo y cómodo de quien reduce la complejidad de la vida al “ellos” y “los nuestros”. A continuación Ainara Fernández, hija de Gregorio Hernández, a quien ETA asesinó en Leitza en 1982, y Alberto Goñi, persona que sufrió en esa misma década en varias ocasiones malos tratos y torturas, nos dieron su testimonio del sufrimiento padecido y del tránsito que han realizado en la vida: del odio al perdón, del sufrimiento al compromiso por los derechos humanos de todas las personas, por poner a la persona por encima de cualquier proyecto o ideología. Especialmente emotivo y edificante fue ver la verdad y profundidad de sus palabras y ver cómo han optado por la solidaridad y la empatía y lo cerca que estamos en los sentimientos más fundamentales. La música de cuerda fue un complemento maravilloso a esos testimonios.

El hecho de tratarse de la víspera de Pentecostés, ayudó a que la Palabra fuera muy luminosa de cara a lo escuchado y vivido en la primera parte del acto. Tras los testimonios se ofreció un aperitivo a los congregados. Y a las ocho, en la oración final, donde se dieron cita unas 40 personas, presidida por el vicario episcopal Mikel Garciandia, se rezó por la paz, se pidió la fuerza del Espíritu para continuar en el camino de la paz y se compartió lo suscitado en la jornada. Tanto la jornada como la oración fueron acompañadas por unos jóvenes músicos de la parroquia de Ermitagaña. En la oración cantó Salomé Arricibita, de la parroquia de San Francisco Javier.

Nos reafirmamos en nuestro compromiso por la paz y por la defensa de las víctimas, y por crear un clima de paz, perdón y reconciliación. Invitamos a que toda persona que lo desee se acerque a compartir la jornada los años posteriores. Estamos convencidos de la fuerza transformadora del Espíritu, capaz de hacer de la tierra reseca un vergel, convertir los huesos secos en un pueblo nuevo, como canta Ezequiel en la liturgia de Pentecostés.

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