El agua, fuente de vida
Paulatinamente va abriéndose camino la Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la Creación que, convocada por el Santo Padre, tiene lugar el día 1 de septiembre y se enmarca en el Tiempo de la creación, un período de oración y acción por la casa común, que se extiende desde el 1 de septiembre hasta el 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís. Instituida en 2015, la Jornada es una iniciativa ecuménica en la que participan las diferentes denominaciones cristianas y, especialmente, Iglesias ortodoxas, que llevan más de treinta años celebrando esta Jornada.
Paulatinamente va abriéndose camino la Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la Creación que, convocada por el Santo Padre, tiene lugar el día 1 de septiembre y se enmarca en el Tiempo de la creación, un período de oración y acción por la casa común, que se extiende desde el 1 de septiembre hasta el 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís. Instituida en 2015, la Jornada es una iniciativa ecuménica en la que participan las diferentes denominaciones cristianas y, especialmente, Iglesias ortodoxas, que llevan más de treinta años celebrando esta Jornada.
En esta ocasión, quiero aprovechar esta significativa Jornada para presentar un documento del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, titulado “Aqua fons vitae. Orientaciones sobre el Agua: símbolo del grito de los pobres y del grito de la Tierra”. Si este imprescindible recurso siempre ha sido un elemento prioritario para la subsistencia del planeta, la conservación de la vida y el progreso de los pueblos, la ardua e intrincada coyuntura que está viviendo la humanidad a causa del Covid-19 ha realzado el beneficio y utilidad de las consideraciones formuladas en este precioso texto sobre dicho elemento. Se transforma así en un provechoso instrumento de sensibilización y estudio que viene a sumarse a la esmerada labor que está desarrollando esta oficina de la Curia Romana en el campo de las temáticas sociales. A este respecto, y por encargo del Santo Padre, el Dicasterio está redoblando su labor y se encuentra forjando un amplio y profundo programa para analizar la actual pandemia, sus raíces, las problemáticas que está generando, la formulación de claves y pautas para afrontarla lúcidamente, así como pistas para abordar el porvenir de la humanidad tras esta emergencia sanitaria.
El texto se publicó en inglés en marzo de 2020, coincidiendo con el Día Mundial del Agua, pero la versión en español no apareció hasta el mes de julio. Dada su relevancia, no conviene que pase desapercibido.
Comienza el Documento con una preciosa meditación inspirada en la bendición del agua bautismal, en la liturgia del Sábado Santo y en algunos textos del papa Francisco y de san Juan Pablo II. Esta meditación podría ayudarnos a orar, personal y comunitariamente, en el contexto de la Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la Creación.
A continuación, Aqua fons vitae se centra en la importancia de reconocer el valor del agua, la hermana agua de la que san Francisco de Asís decía que era “muy útil, humilde, preciosa y casta”. El Documento menciona varios aspectos valiosos del agua: su valor religioso, sociocultural, estético, institucional, útil para la paz y económico. Al hilo de este último aspecto, realiza algunas aclaraciones sobre las tendencias hacia la privatización del agua, que ponen en riesgo el “acceso universal al agua potable segura y asequible”, recogido en el 6º Objetivo de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU, y que la Santa Sede considera como un verdadero derecho al agua (Aqua fons vitae, n. 32).
El núcleo central del Documento despliega tres dimensiones relacionadas con el agua: el agua para uso humano; el agua como recurso utilizado en muchas actividades humanas, en particular la agricultura y la industria; y el agua como superficie, es decir, los ríos, los acuíferos subterráneos, los lagos y, especialmente, los océanos y los mares. Para cada aspecto, el Documento presenta los principales retos y sugiere algunas propuestas operacionales para aumentar la sensibilización y el compromiso a nivel local. Hay que tener en cuenta que el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral entiende su reflexión como una ayuda que busca ofrecer a las Iglesias locales indicaciones, criterios y sugerencias sobre el tema del agua, el desarrollo y el futuro de la vida humana en la Tierra. Para ello, se apoya en el Magisterio Social de la Iglesia y se inspira en la labor realizada por miembros y asociaciones de la Iglesia en diversos países. La parte final del documento propone una reflexión sobre la educación y la integridad. Como invitación a su lectura, recojo a continuación algunas citas referidas a cada una de las tres dimensiones señaladas.
El agua para uso humano constituye la primera dimensión. Desde aquí, se nos invita a “mantener una visión simbólica del agua, enseñando a los demás a no ver el agua como materia pura o como un recurso que debe ser explotado, sino como la fuente de vida de cada ser viviente. Este es un desafío constante relacionado con el valor espiritual, cultural, educativo, que se debe perseguir insistiendo en la solidaridad y la responsabilidad de compartir un bien común, en la sobriedad y en el respeto por el agua, evitando la negligencia. Esto también debería aplicarse a casos donde el acceso constante al agua para beber o para riego es muy barato” (Aqua fons vitae, n. 63). También es muy importante que se aplique a aquellos casos en los que falta o es escaso el saneamiento. Recordemos a este respecto que las estadísticas son cada vez más precisas en estos últimos años y se estima que alrededor de dos mil millones de personas tienen un acceso inadecuado al saneamiento y cientos de millones practican regularmente la defecación al aire libre (cfr. Aqua fons vitae, n. 41).
La segunda dimensión se refiere al agua y las actividades humanas. Aquí, el Documento pide: “Apoyar el trabajo de aquellos equipos –a menudo de religiosos o promotores de ‘Justicia y Paz’– que tratan de tomar muestras de aguas y analizarlas para demostrar que existe una contaminación peligrosa. A veces es un trabajo arriesgado, pero particularmente necesario en áreas donde las instituciones públicas no son fiables. Vivir siempre de acuerdo con la opción preferencial por los pobres, es decir, cuando sea pertinente, no limitarse a ser una mediadora neutral, sino estar al lado de los que sufren, los que tienen más dificultades, los que no tienen voz y ven sus derechos pisoteados o sus esfuerzos frustrados. Dedicarse y comprometerse a alcanzar la paz, el diálogo y la mediación, y los derechos humanos en situaciones en las que existen conflictos o se espera que pueda haberlos” (Aqua fons vitae, nn. 80-82).
Una tercera dimensión considera al agua como espacio. Y, en ese contexto, el Documento exhorta a los cristianos a “contribuir, en la medida de lo posible, a la limpieza de las playas o riberas, organizando estas actividades junto con otras entidades (aprovechando los instrumentos y recursos disponibles localmente, como grupos ecologistas que trabajan en la costa, acuarios, comunidades de pesca, etc.), involucrando también, por ejemplo, a grupos de jóvenes, familias, religiosos y exploradores (scouts). Promover las actividades al aire libre, el estudio práctico de los problemas de los océanos y la participación en proyectos de restauración de la costa en escuelas católicas de todos los niveles. Contribuir tanto como sea posible para evitar y reducir la contaminación en parroquias, escuelas, comedores y estructuras sanitarias en las riberas y costas” (Aqua fons vitae, nn. 100-102).
Finalmente, y como conclusión, conviene subrayar que el Documento “es un mensaje de esperanza y responsabilidad, inspirado en lo que algunos llaman la virtud regenerativa del agua. El agua es un símbolo de regeneración porque es la bebida que necesitamos beber constantemente. Limpia y restaura incesantemente la vida”. Ya santo Tomás de Aquino apuntaba en esta dirección al explicar porqué era conveniente que el sacramento de la regeneración tuviera el agua por materia: “Los efectos del bautismo son afines a las propiedades del agua. La cual, porque es húmeda, lava, lo cual es conveniente para significar y causar la ablución de los pecados. Por su frescura mitiga el exceso de calor, por lo que es apta para significar la mitigación del ardor de la pasión desenfrenada; por su transparencia es permeable a la luz, y esto es muy armonizable con el bautismo, que es el sacramento de la fe’’ (Summa Theologiae III, q. 66, a. 2). Y es que, “la bendición que fluyó del bautismo del Salvador invadió, como un río espiritual, el curso de todas las aguas y los manantiales de todas las fuentes” (de un sermón atribuido a san Agustín, PL 39, 2012). Por eso, “la virtud regenerativa del agua nos puede inspirar y motivar a todos” (Aqua fons vitae, n. 13). Que la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación nos ayude a ello.