Hay una frase latina que nos hace comprender lo que significa la vacación y viene expresada con dos palabras: “Dum vacat”. Y su traducción literal es “mientras se dispone de tiempo libre”. Y pasar un tiempo de vacaciones es tiempo libre para poder descansar, para poder compartir encuentros de amistad, poder concluir un trabajo pendiente, poder reflexionar sobre cuestiones importantes…Y para el cristiano en su vida ¿necesita vacación? Se necesita y bien que se puede aprovechar el tiempo libre para poner las claves fundamentales de la vida cristiana a tono con las circunstancias que se han de afrontar en el día a día. Muchos viven el momento de vacaciones para realizar unos buenos Ejercicios Espirituales o para convivir con personas que durante el año no se ha tenido tiempo para hacerlo. Tanto los niños como los jóvenes y la familia se organizan o bien para hacer Campamentos o para vivir un tiempo de paz y tranquilidad en la playa o en la montaña. Los sacerdotes y personas de especial consagración además de visitar a su familia se reciclan para iniciar el nuevo curso con impulsos reforzados. Las vacaciones son momentos de poner a punto la vida.

A veces sucede que después de las vacaciones se vuelve a casa más cansado. No es posible que después de tener tiempo libre para romper con el ritmo normal de lo cotidiano se vuelva más acelerado y el cansancio haya aumentado. La razón fundamental de tal fenómeno, creo yo, se debe a la actitud anímica con la que se ha vivido el tiempo de vacación. Decía San Juan de la Cruz que “quien anda en amor, ni cansa, ni se cansa…”. El amor auténtico es el que vigila su vida, los actos concretos, la relación con las personas, la disposición para la ayuda, el servicio hecho con gozo… Al final en lo más íntimo del corazón y del alma el sosiego es mayor. Si a esto añadimos una mayor intensidad de oración y de participación en los Sacramentos el gozo inunda las fibras interiores del espíritu, el único que ayuda para descansar. El  Evangelio nos lo muestra con sencillez cuando Jesucristo dice a los suyos: “Venid a mí todos los cansados y agobiados que yo os aliviaré”.

Deseo que el tiempo de las vacaciones nos ayude a todos para aumentar nuestras fuerzas de cara al nuevo curso que nos espera en posteridad. Muchos no pueden hacer vacaciones por varias razones y tal vez por encontrarse bajo el peso de la misma enfermedad. Que desde su situación y asumiendo el momento por el que pasan puedan también encontrar la clave que, desde la fe en Jesucristo, lleve a confortarlos. Todo momento en la vida tiene sentido desde la fuerza del amor porque “todo coopera al bien de aquellos que aman a Dios”.  ¡Felices y gozosas vacaciones a todos!

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