Pregunta: Los fines de semana suelo estar muy preocupado de lo que voy a hacer con mis amigos pues siempre surgen imprevistos. Por ejemplo el otro día, en una fiesta, me invitaron a tomar una pastilla. Rechacé tomarla pues recordé aquella reflexión que Ud. nos hizo en las Confirmaciones. Nos habló de que para ser modernos no hacía falta dejarse llevar por lo que se pone de moda. También nos dijo que estaba preocupado por las ‘drogas de diseño’ que se ofrecen a la juventud. Nos aconsejó que escapáramos y no aceptáramos tales propuestas. Sé que he perdido unos amigos. ¿Vale la pena perderlos en estas circunstancias de mí juventud?

Respuesta: La amistad es un “divino tesoro” y nunca la hemos de perder. Pero un buen amigo no es fácil encontrarlo. No son amistades verdaderas las que no favorecen. Más bien, son malas amistades o amistades peligrosas. Nunca te fíes de aquellos que están a tu lado pero en el momento de la dificultad no te ayudan. ¿Recuerdas la parábola del hijo pródigo? Te invito a que la leas. Ya te has confirmado y tendrás en tu habitación la Biblia. Pues en el capítulo 15, del versículo 11 al 32, tienes esta hermosa narración que nos hace el evangelista San Lucas.

Cuando había gastado todos sus ahorros, el hijo pródigo que hasta entonces había tenido muchos amigos, se sintió solo y abandonado. Eran amigos de conveniencia. Hoy también suele ocurrir: pueden surgir amigos que mientras les sigues la corriente, te admiran y adulan pero cuando les contradices te dejan de hablar y hasta te tachan de “anticuado” por no hacer lo que ellos quieren. Es conveniente, querido joven, ser valiente y asesorarte por personas que te puedan ayudar. Los mejores suelen ser los padres, familiares o gente buena que tú, sin duda, conoces. También los sacerdotes.

Las propuestas que se hacen, y de modo especial en los momentos de diversión o de fin de semana, no suelen ser, muchas veces, las apropiadas para personas que desean construir su vida sobre cimiento fuerte y sobre bases que le ayuden en el futuro a construirlo con dignidad. Si un joven adquiere hábitos, por ejemplo, de tomar mucho alcohol, esto crea dependencias que es muy difícil erradicar. Los hábitos, si son buenos engendran virtud, si son malos, engendran vicio.

Cuando os hablo, y esto lo hago de modo especial en las Confirmaciones o en el encuentro que tengo una vez al mes con jóvenes, siempre recuerdo lo que os puede llevar por los caminos de la virtud o de los valores evangélicos. Me pongo en contra de lo que os puede perjudicar no sólo a vuestra salud física o síquica sino también a la salud espiritual.

Lo que has hecho es muy elogiable y te aplaudo porque has demostrado que tienes personalidad y eres valiente. Sigue así y fíate del evangelio al que has tomado como norma de tu vida el día que recibiste el sacramento de la Confirmación.

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