[pullquote3 align=»center» textColor=»#888888″]Mensaje de Mons. Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, para la Campaña de Manos Unidas.[/pullquote3]

Este año 2015 termina el plazo fijado por la ONU para la consecución de los objetivos del Desarrollo del Milenio. Es un buen momento para revisar los logros alcanzados y los aspectos en los que debemos mejorar para luchar contra la erradicación de la pobreza. Porque, a pesar de las denuncias y los trabajos por acabar con el hambre, persisten los excesos de una economía deshumanizadora, centrada en el beneficio económico; una economía, en definitiva, de exclusión y de iniquidad, tal y como nos lo recuerda el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica “Evangelii gaudium”.

El lema elegido por Manos Unidas para la Campaña de este año “Luchamos contra la pobreza. ¿Te apuntas?” es una invitación a ser constructores del desarrollo social y cultural, centrado en las personas. La denuncia de las causas de la pobreza sólo será eficaz si ponemos en marcha acciones concretas de solidaridad para acabar con ella. Y estas acciones deben nacer de la transformación de las relaciones entre hombres y pueblos, tendiendo hacia una verdadera solidaridad ético-social. Sólo así podremos dar respuestas adecuadas en un mundo en el que la indiferencia se ha globalizado. Porque la solidaridad, que es la caridad auténtica, es más que un acto de generosidad; supone crear una nueva mentalidad que piense en los demás, dando prioridad a la vida de todos sobre la apropiación de los bienes comunes por parte de unos pocos.

Cuando hablamos de pobreza, nos referimos, en primer lugar, a la carencia de derechos y bienes imprescindibles para la vida, tales como la comida, el agua, las condiciones higiénicas y sanitarias, el trabajo, la vivienda… en definitiva, las diferentes posibilidades de desarrollo personal y cultural.

[pullquote3 align=»left» textColor=»#888888″]Como afirma el papa Francisco, este tipo de miseria está siempre unida a una miseria espiritual que se origina cuando nos alejamos de Dios y creemos que somos autosuficientes.[/pullquote3]Pero no podemos olvidar, como recordó San Juan Pablo II al comienzo del nuevo milenio, que el término pobreza se refiere también a otras miserias. También el papa Francisco, en su Mensaje de Cuaresma del año 2014, hizo referencia a estas miserias: la miseria moral, que hace caer a las personas en esclavitudes que terminan con el sentido de su vida y aniquilan la esperanza; esclavitudes, muchas veces, originadas por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y a la salud, a los derechos a la vida, de la persona humana, en sus distintas etapas…

Como afirma el papa Francisco, este tipo de miseria está siempre unida a una miseria espiritual que se origina cuando nos alejamos de Dios y creemos que somos autosuficientes. También la miseria en las relaciones humanas, debido a la carencia de sólidos vínculos familiares y comunitarios, provoca nuevas formas de descontento, marginación y soledad.

Este empobrecimiento de relaciones interpersonales y comunitarias, característico del individualismo postmoderno y globalizado, junto con el alejamiento del hombre respecto a Dios y la búsqueda insaciable de bienes materiales, ha llevado a muchos a buscar el bienestar, la felicidad y la seguridad en el consumo y la ganancia más allá de la lógica de una economía sana generando, de este modo, una dinámica que abandona y margina a los más necesitados y originando así una sociedad cada vez más inhumana.

El modelo social vigente excluye a los más débiles; vivimos en una cultura del bienestar que nos narcotiza y paraliza. Os invito, pues, a romper esta dinámica poniendo a los más necesitados en la primera línea de nuestros intereses y a proponer estilos de vida que cambien ese modelo que genera la exclusión de los empobrecidos.

Desde sus orígenes, Manos Unidas se ha comprometido, desde la fe en Cristo Resucitado, a trabajar por un mundo nuevo. Os invito a luchar contra el individualismo y el subjetivismo que nos aleja progresivamente del proyecto de un mundo más justo y solidario. La fe en Dios, Creador y Padre de todos, nos exige vivir la responsabilidad de unos para con otros, como hijos de un mismo Padre y miembros de la única familia humana. Por eso, es importante comprender que no habrá mundo nuevo sin hombre nuevo, ni proyecto común sin sentido de la fraternidad.

Agradezco, de todo corazón, el trabajo de Manos Unidas y os animo a participar generosamente en la “Campaña contra el Hambre”; pero esta campaña nos invita, también, a cambiar la mentalidad. Nos ayuda y mentaliza para que miremos y vivamos desde la esperanza de que es posible una novedad real en nuestro mundo que devuelva la dignidad a todo ser humano. Así se lo pedimos a Santa María Madre de todo el género humano que, con su disposición ante Dios, hizo posible que todos fuéramos más dignificados en su Hijo Jesucristo.

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