No existe una lista exhaustiva de los sacramentales. Ni el Concilio Vaticano II, ni el Código de Derecho Canónico, ni el Catecismo de la Iglesia Católica la dan. La razón de su existencia lo da el Concilio Vaticano II cuando habla de su reforma. Indica que han de entenderse con facilidad, tienen que conseguir la participación activa de los fieles y servir a las necesidades de nuestros tiempos. Según las decisiones pastorales de los obispos, pueden también responder a las necesidades, a la cultura, y a la historia propia del pueblo cristiano de una región o de una época (CEC 1668). El cambio de mentalidad de cada generación y la adecuación de los signos a cada tiempo y lugar invita a que “se puedan añadir también nuevos sacramentales según lo pida la necesidad” (CS 79). Por ejemplo, la sensibilidad del Tercer Mundo, especialmente de África, pide sacramentales adecuados a sus culturas.

Son muchos y muy variados, unos están en mayor o menor uso, otros son más antiguos o modernos. Es necesario afirmar una vez más que no han sido instituidos explícitamente por Jesucristo, sino por la Iglesia. Otra afirmación fundamental es que todo lo creado que rodea al hombre tiene un valor simbólico para entrar en contacto con Dios y para conseguir la santificación. Algunos están incluidos en la celebración de los sacramentos consiguiendo enriquecer la celebración litúrgica sacramental y ayudar a su sencillez, expresividad y comprensión. La práctica pastoral los agrupa en relación a las personas, a las cosas, a las bendiciones, exorcismos y exequias. El catecismo habla de bendiciones, consagraciones y exorcismos. Consisten siempre en una oración acompañada de algún signo. El doble lenguaje de la palabra unida a los gestos y acciones integra la celebración.

Actualmente ha disminuido el sentido de lo sagrado y en consecuencia, desde algunos puntos de vista sin mucha sensibilidad dogmática, se mezclan los sacramentales con elementos mágicos. Basta ver en los medios de comunicación a los cartománticos o brujos que ponen alguna imagen u objeto religioso para atraer a los incautos. Nada tienen que ver con los sacramentales, lo utilizan de forma torticera para conseguir sus fines que embaucan y están llenos de mentira. La eficacia de los sacramentales depende de la fe, la buena disposición y el convencimiento de cada uno en comunión con la Iglesia. Los sacramentales están cargados de simbolismo sobrenatural. Por ejemplo, creemos en la eficacia del agua en el sacramento del bautismo y también en la capacidad del sacramental de asperjar con agua bendita a la comunidad antes de comenzar la misa renovando las promesas bautismales. Lo mismo sucede cuando en las exequias se asperja y se inciensa el cadáver.

Es conveniente revalorizar el simbolismo de todas las acciones litúrgicas, en nuestro caso los sacramentales. En algunos casos habrá que recuperar y explicar los signos, realzarlos, cuidarlos y actualizarlos. Ayudan a la devoción, completan la liturgia, provocan fervor, devoción y gozo. Esto sucede porque la participación de los fieles es mayor ya que intervienen los cinco sentidos. Se necesita más catequesis sobre los signos y símbolos para provocar más sensibilidad. Lo prioritario no es cambiarlos, sino realizarlos mejor. En caso de renovación debe hacerse con equilibrio, valentía, respeto a la tradición eclesial y aprecio de la cultura actual.

Citamos los sacramentales:

1. Referidos a las personas: la institución de ministerios, la consagración del orden de vírgenes, la bendición de abad y abadesa, la profesión religiosa y las bendiciones a las personas en general contenidas en el libro Ritual sobre Bendiciones.

2. En cuando a los objetos: Las consagraciones, dedicaciones de iglesias y altares, la bendición del agua bautismal, de los óleos, las bendiciones de muchos objetos destinados al uso litúrgico, a la devoción, a las actividades de los cristianos, contenidas en el libro Ritual de Bendiciones.
3. Exorcismos: Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las acechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Son bendiciones de sanación en las que se invoca la liberación del Maligno. La finalidad de los sacramentales es recibir el fruto de los sacramentos y santificar todas las circunstancias de la vida.

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