El capítulo de las devociones es casi infinito. Son prácticas religiosas que cada fiel cristiano elige practicar porque le ayuda en su fe. Hay algunas que son más universales, como el rezo del ángelus, el Regina Coeli, el Rosario, el Via Crucis, las Horas Santas, las novenas, las coronas, etc. Otras son más particulares, ya que se sitúan en torno a una advocación especial de la Santísima Trinidad, Jesucristo, la Virgen o los santos. No están enclavadas en la liturgia pero deben estar orientadas por ella. Tienen que basarse en la Biblia y estar orientadas a la conversión y a la fe, a la caridad cristiana y al apostolado misionero y servir para una formación espiritual.

El culto auténtico de las devociones, no consiste en los actos exteriores, ni ha de ser fruto del sentimentalismo, sino consecuencia del amor a Dios y al prójimo. Nunca deben rebajar “el culto de adoración (=latreútico) debido a Dios, por Cristo, en el Espíritu Santo, sino enriquecerlo ampliamente” (LG 50-51). Un buen resumen de esta actitud es la expresión tan conocida: “A Jesús por María”. Todas las devociones nos deben llevar a Dios.

Y en este punto es conveniente que hablemos especialmente del rezo del Santo Rosario. Ésta es una devoción que todos debemos promover. Está recomendado por todos los papas. El rosario es el evangelio del pueblo. Allí se recuerdan los misterios de Jesucristo y la Virgen María. Mientras se desgranan las avemarías la mente contempla y medita. Sus valores bíblicos, teológicos, espirituales y pastorales son innegables.

Es una escuela de catequesis recordando las verdades de la fe. Aunque vaya dirigido a la Virgen María es una oración claramente centrada en Cristo. Jesucristo es la meta. El pueblo fiel encuentra en esta oración sencilla, al alcance de todas las capacidades, la mejor forma de rezar, se puede rezar en todas partes y a todas las edades. En casa, en la calle, en el trabajo, paseando, en el autobús, en el coche…

Rezar el rosario a la espera de iniciar la Eucaristía es una costumbre felizmente arraigada en todas las parroquias. Es una buena preparación que introduce en la liturgia eucarística. La Iglesia le dedica especialmente el mes de octubre. Una de las costumbres más hermosas es rezar el rosario en familia. Por desgracia se ha perdido bastante. Ahora sin embargo muchas familias, reunidas al final de la jornada para la oración de la noche, quitan todo aquello que puede estorbar y rezan por lo menos una decena de avemarías proclamando cada miembro de la familia un avemaría. Esto hace un gran bien. Se cumple el dicho: la familia que reza unida se mantiene unida. Las familias se apaciguan, se evitan crisis, dolor y sufrimientos. Rezan unos por otros, especialmente por aquel miembro de la familia que más lo necesita.

Dice el Papa emérito Benedicto XVI: “Cuando se reza el rosario de modo auténtico, no mecánico o superficial, sino profundo, trae la paz y la reconciliación. Encierra en sí la fuerza sanadora del nombre Santísimo de Jesús invocado con fe y con amor en el centro de cada Avemaría”. ¡Cuántas crisis se superarían si se rezara más en familia! Donde entra la Virgen María todo se hace más afable, alegre y fraterno.

Comparte este texto en las redes sociales
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad