Saturnino, defendió al Dios vivo y verdadero, exponiendo su vida

Mons. Francisco Pérez González. Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela. 29 de noviembre 2016. HOMILÍA. Lugar: Parroquia de San Saturnino. Ciudad: Pamplona (Navarra)


1.- Sabemos por la Passio Saturnini (Pasión de Saturnino) que siendo obispo de Toulouse (Francia) en el año 250, bajo el consulado romano de Decio y Grato, servía a pequeñas comunidades de cristianos y tenía un carisma especial en sus predicaciones, de tal forma que muchos encontraban el camino de la conversión. Y es que la fuerza del evangelio tiene un imán divino que llena de gozo y orienta la vida por el camino verdadero. “En la ciudad había un templo erigido por los romanos y consagrado a su dios Júpiter Capitolino. Saturnino tenía que pasar cada día por delante de dicho templo para llegar a un pequeño oratorio donde ejercía su catequesis. Parece ser que durante algún tiempo, Júpiter se mostraba mudo ante las peticiones de las gentes que creían en él y empezó a hacerse voz del pueblo que el responsable de todo esto era el obispo Saturnino. La multitud se alteró por este motivo y un día le esperó y al pasar por allí, rodeándole con amenazas, quiso imponerle el sacrificio de un toro al dios Júpiter. Ante su negativa y enfurecidos, ataron al obispo al toro que debía ser sacrificado y le picaron para que corriera por la escalinatas del Capitolio. El cuerpo de Saturnino fue despedazándose a lo largo de la carrera del animal. Cuando paró dicha espantada, allí quedó abandonado, hasta que unas piadosas mujeres lo recogieron y lo enterraron” (Degert, Antoine. “St. Saturninus”. The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912 (14 Aug. 2014).

Hoy celebramos la memoria de un santo que tuvo la gran osadía y valentía de entregar su vida por fidelidad al evangelio y porque su vida la dedicó a proclamar la gloria del Dios vivo y verdadero y esto no era políticamente correcto según la mentalidad mundana. San Saturnino defendió sus convicciones y luchó contra las propuestas efímeras y pasajeras de los que adoraban a los ídolos. Paradójicamente hoy, de modos distintos, lo estamos viviendo en nuestra sociedad. Podemos definir a grandes rasgos los ídolos que narcotizan la mente y paralizan el corazón de nuestra época: la concepción del ser humano al antojo del relativismo y de la ideología de turno; los progresos aparentes donde la persona no tiene un significado especial más allá del servilismo materialista y hedonista y esto se aplaude como signo de libertad; la búsqueda del falso amor en charcas estancadas de la concupiscencia que producen frutos muy amargos de violencia y degeneración; el poder como blasón de dominio cueste lo que cueste; la mirada egoísta en la que sólo el hombre se auto-complace y auto-define en pretender sustituir a Dios o marginarlo y esto se considera como el gran logro del siglo XXI… Los ídolos, si los adoramos, no son otra cosa que la expresión de la decadencia y perversión humana.

2.- Ante tal situación conviene que de nuevo escuchemos la Sagrada Escritura: “Tuvimos valor, apoyados en nuestro Dios, para predicar el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición” (1Tes 2,2). Nos habla de valor y entrega en los pequeños o grandes detalles de cada día aún en medio de las dificultades y oposiciones que podamos encontrar. Lo vemos en tantos padres que luchan para que sus hijos encuentren los senderos del bien y no se dejen arrastrar por lo efímero y lo pasajero. Constatamos también en los profesionales de la educación que luchan para que los alumnos encuentren la verdad y la rectitud en su vida. Lo hallamos en tantos profesionales de la sanidad que respetan la vida de la persona desde el inicio hasta el final y ponen todos los medios a su alcance para consolar y curar al enfermo. Hay muchos que en la función pública administran su tiempo y dedicación por el bien de los ciudadanos para que encuentren su lugar de trabajo en la sociedad y nadie quede desamparado. Lo vemos también en empresarios que dedican tiempo y fortuna para dignificar el trabajo. Lo podemos constatar en tantos servicios sociales, de amplio espectro, que están dispuestos a entregar su vida, si es necesario, ayudando a los ciudadanos con auténtica dedicación y servicio. Agradecemos a tantísimos seglares que voluntariamente donan su tiempo a favor de los más necesitados de la sociedad. Y lo admiramos en los sacerdotes y miembros de vida consagrada que, desde el silencio elocuente, ayudan a vivir con gozo y entrega por la consecución de todos hacia la santidad.

San Pablo se siente tan cercano a los suyos que les dice: “Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio del Señor, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor” (1Tes 2,8). Este es el sentido y fundamento del que quiere llevar el mensaje de Dios a nuestra sociedad que se encuentra afectada por el relativismo que lo único que produce es la falta de esperanza. Una sociedad estará sana si lo único que se vive es el amor que respeta, sirve, perdona y motiva hacia esperanza. ¡Hay crisis de amor! ¡Es la peor de las crisis! El odio será vencido en tanto en cuanto miremos a los demás como hermanos o como una madre que cuida a sus hijos. Tenemos el ejemplo en San Saturnino que supo amar hasta el final, aún en medio de la horrible muerte, sabiendo perdonar. La santidad brillará siempre y ninguna época la desbancará puesto que es la perfección en el amor que siempre vence y transciende hasta la eternidad.

3.- Ahora bien estamos en tiempo de siembra y los frutos serán espléndidos si hemos conseguido depositar en la tierra esponjosa y humilde el grano de trigo, como nos recuerda el evangelio que acabamos de escuchar. Sólo hay una condición para que los frutos sean abundantes: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se pospone a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna” (Jn 12, 25). San Saturnino ofreciendo todos los honores a Dios y no a los ídolos fue condenado a muerte y, ¡qué curioso!, fue despedazado como el grano de trigo que se deshace para dar tantos frutos que hoy admiramos y adherimos en esta gloriosa memoria de su amor y entrega a Jesucristo. La vida del cristiano es testimonio de un amor entregado y regalado aunque se vea vilipendiado y perseguido. Muchas veces nos lo están recordando los cristianos de Medio Oriente ante los actos martiriales que sufren (cada cinco minutos hay un mártir cristiano); nos lo ha recordado muchas veces el papa Francisco.

Hoy puede ser para nosotros como creyentes un momento más de reflexión: ¿Cómo vivo mi fe? ¿Me avergüenzo de ser cristiano? ¿Dedico tiempo a honrar a Dios con la oración y la participación en los sacramentos? ¿Me preocupo de los que sufren por cualquier causa? No es baladí o una expresión poética que os diga, muchas veces, que mí única misión, como Pastor de esta Diócesis, sea llevaros a todos al Cielo. Nunca pensé tener tal responsabilidad. Por ello os pido que recéis sin pausa por mi. Es la mejor inversión que podemos hacer; todo lo terreno y pasajero desaparece, pero la vida eterna permanece. ¡Invirtamos bien, Dios nos pedirá cuentas al final!

Concluyo exhortando a todos los diocesanos a secundar el proyecto de fe, al que nos ha invitado a vivir de ahora en adelante el papa Francisco, con motivo de la clausura del Año Jubilar de la Misericordia. Para ello nos ha regalado una Carta Apostólica que se titula “Misericordia et Mísera” (misericordia y miserable) haciendo referencia al encuentro que Cristo tiene con la mujer pecadora. Viendo él lo miserable de ella le concede la mejor medicina: la Misericordia. Dios nunca se cansa de perdonar a pesar que vea en nosotros tanta miseria.

Ruego a Santa María del Camino, que preside la Capilla lateral de esta Parroquia, que nos ayude a vivir como cristianos en estos momentos tan especiales de nuestra época. Que nos de fortaleza para abordar y afrontar todos los retos que nos vienen y nos vendrán. Aprovechemos el nuevo Plan de Pastoral que hemos iniciado en nuestra Diócesis. Recemos para que descubramos cuál es la voluntad de Dios en estos momentos de nuestra historia. Que junto con San Saturnino nos sintamos amparados y acompañados en este empeño de vivir con alegría y gozo nuestra fe.  

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