APERTURA DEL CURSO UNIVERSIDAD DE NAVARRA

1.- El texto del evangelio que acabamos de escuchar recoge dos imágenes relacionadas entre sí que le sirvieron al Señor para animar y enseñar a los discípulos sobre dos temas. Importantes, son la imagen esponsal y la del vino y el vestido nuevo. Como todos los textos evangélicos tienen una doble lectura, la histórica del tiempo de Jesús y de las primeras comunidades cristianas y la aplicación actual a las circunstancias de cada persona. Meditemos esta última que pone de relieve la novedad del mensaje de Jesús y de su propia persona. La acusación de los escribas y fariseos ofrece a Jesús la ocasión de exponer la condición de su persona y el alcance de su doctrina. Jesús no es un profeta más ni su enseñanza es continuación lineal de la del Antiguo Testamento. Él es el Mesías prometido que rompe con todo lo anterior para iniciar un período nuevo y definitivo en la historia de la salvación, lo antiguo era como el pedagogo, lo de Cristo es la culminación nueva. Dicho con palabras del Apocalipsis Cristo, “sentado a la derecha del Padre, dice: mira, hago nuevas todas las cosas” (Ap 5,21).
Él es la novedad absoluta en relación al Antiguo Testamento; en Él se han cumplido las Escrituras y promesas, como lo declara y sin ambigüedades. Él, que no ha venido a disolver toda la enseñanza de los profetas, es el único que puede decir: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; no he venido abolirlos sino a darles su plenitud” (Mt 5,17). ”Jesús revoluciona y sacude fuertemente aquella mentalidad cerrada por el miedo y recluida en los prejuicios. Él, sin embargo, no deroga la Ley de Moisés, sino que la lleva a plenitud, declarando, por ejemplo, la ineficacia contraproducente de la ley del talión; declarando que Dios no se complace en la observancia del sábado que desprecia al hombre y lo condena. Jesús revoluciona también las conciencias en el ‘Sermón de la montaña’, abriendo nuevos horizontes para la humanidad y revelando plenamente la lógica de Dios. La lógica del amor, que no se basa en el miedo sino en la libertad, en la caridad, en el sano celo y en el deseo salvífico de Dios” (Papa Francisco, Ángelus, Plaza de San Pedro, 16 de febrero 2014)).
2.- Para transmitir hoy el mensaje nuevo del Señor se requieren nuevos medios, nuevos métodos y, sobre todo, un corazón nuevo. Es lo que nos pide la Nueva Evangelización en la que estamos inmersos desde los tiempos de San Juan Pablo II que decía ya en 1983 que “frente a concepciones laicistas en el ámbito social y cultural, hacen falta cristianos que sean fuertes en la fe (Cfr. 1Pe 5,9), que combatan el buen combate (Cfr. 1Tim 6,12) del que nos habla San Pablo, decididos a identificarnos con Jesucristo y a impregnar la cultura con los principios y enseñanzas del cristianismo” (Discurso a los seglares de Uruguay, 9 de mayo 1983). Sentir ardor apostólico significa tener hambre de contagiar a otros la alegría de la fe. Seguramente para este nuevo curso habéis preparado nuevos planes, nuevos modos de enseñar y de investigar, incluso para los nuevos alumnos habréis ideado cosas nuevas para que puedan encontrar en vuestras aulas una acogida mejor que nunca. He visto incluso reformas en edificios para dar una nueva imagen externa.
A mí no me toca indicaros ni insinuaros cómo os habéis de comportar en vuestra tarea profesional, pero sí me gustaría animaros a iniciar el curso con nuevo ardor al dar a conocer el Evangelio, y recordaros desde aquí que esta misión os compete a todos, a los sacerdotes que lleváis la Capellanía, a los profesores sea cualquiera la materia que expliquéis, y a los alumnos que habéis de sentiros particularmente implicados en esta tarea evangelizadora. En el quehacer universitario y cristiano ninguno se va a considerar héroe, aunque de hecho resulte heroico ese “comenzar y recomenzar de cada jornada”, que diría San Josemaría.
3.-La imagen esponsal que presenta el texto evangélico cuando Jesús hace la pregunta retórica “¿Acaso podéis hacer ayunar a los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos?” (Lc 5,34). Me da pie para animaros a vivir este nuevo curso con especial alegría recordando en los momentos más difíciles que Jesús está en medio de nosotros como en un festín de bodas, y que busca siempre lo mejor para nosotros. Os he oído decir más de una vez, y no os falta razón, que la Universidad de Navarra es una gran familia en la que cada estudiante y hasta cada profesor va madurando en un clima cálido, exigente y agradable a la vez, como si estuvieran en su casa.
Me viene a la memoria el gran encuentro de las familias celebrado en Irlanda hace unos días que tenía como lema El Evangelio de la familia, alegría para el mundo. Allí el Santo Padre ya en la Misa de clausura en el Croke Park (Denver-Irlanda) pronunció unas palabras muy adecuadas para las familias y que también a nosotros nos pueden servir. Decía “Dios quiere que cada familia sea un faro que irradie la alegría de su amor en el mundo. ¿Qué significa esto? Significa que cada familia debe ser un faro que irradie la alegría. Significa que, después de haber encontrado el amor de Dios que salva, intentemos, con palabras o sin ellas, manifestarlo a través de pequeños gestos de bondad en la rutina cotidiana y en los momentos más sencillos del día” (Papa Francisco, Homilía de la misa de clausura del EMF, Irlanda, 26 de agosto 2018).
Con gozo he leído la homilía del nuevo gran Canciller, Mons. Fernando Ocariz en la jornada de la familia de Torreciudad el sábado pasado; allí se hizo eco del mensaje del Papa en Irlanda. Me gustaría detenerme mucho más en la exaltación de la familia, su influjo en la sociedad, su reflejo del amor de Cristo y su Iglesia. Invito a todas las familias, de los profesores y de los alumnos, a que escuchen y pongan en práctica las recomendaciones del Papa Francisco en esa concentración extraordinaria de Irlanda. Esta ha de ser nuestra contribución a la Nueva Evangelización en este curso que estamos inaugurando ya con esta Eucaristía solemne.
4.- Me queda un último punto que quisiera poner a vuestra reflexión, y lo hago al hilo de las palabras de San Pablo a los Corintios de la primera lectura: “Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y adminis¬tradores de los misterios de Dios. Ahora, en un administrador, lo que se busca es que sea fiel” (1Cor 4,1-2). Me refiero al Sínodo de los jóvenes que se va a celebrar en Roma el próximo mes de octubre que lleva como título: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Entre los muchos actos que se han celebrado en este tiempo de preparación destaca la reunión de más de 300 jóvenes de todas las naciones que tuvo lugar en Roma en marzo de este año. A ellos el Papa Francisco les dirigió unas palabras en gran medida improvisadas que pretendían estimularles a sentirse parte activa del Sínodo.
Les decía entre otras cosas: “¡Hay que tomarse en serio a los jóvenes! Me parece que estamos rodeados de una cultura que si, por un lado, idolatra la juventud, tratando de conservarla siempre, por otra, excluye a tantos jóvenes de ser protagonistas. Es la filosofía del maquillaje. Las personas crecen y tratan de maquillarse para parecer más jóvenes, pero a los jóvenes no les deja crecer” (Discurso Encuentro Preparatorio del Sínodo, 24 de marzo 2018). Esta reflexión se viene haciendo en estos últimos meses y pienso que este Sínodo ha de ser una bocanada de aire fresco en este mundo tan convulso que estamos viviendo. Por mi parte tengo ilusión de que los jóvenes de la Diócesis, los que se reúnen conmigo una vez al mes para tener un rato de oración, los universitarios -de este Campus- también se sientan involucrados en este magno acontecimiento eclesial y lo preparen bien con momentos de plegaria y oración. Ruego también que se les pueda escuchar y acompañar espiritualmente. El joven necesita palpar testigos creyentes en el Evangelio de Jesús.
Termino ya con una invocación a la Virgen de la Ermita, la Madre del Amor Hermoso, para que ella que es Asiento de la Sabiduría alcance de su Hijo para todos los miembros de la universidad una bendición amplia para que sepáis vivir con un nuevo corazón la hermosa tarea que se os ha encomendado.

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