La Vida Consagrada: Caminando en esperanza

Cada año, coincidiendo con la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor en el Templo, se celebra la Jornada de la Vida Consagrada, este año con el lema “La vida consagrada: caminando en esperanza”. En esta ocasión, la celebración se traslada al sábado 4 de febrero, en donde nos reuniremos en la S.I Catedral de Pamplona para dar gracias a Dios por el don de la vocación consagrada.
En una sociedad en donde impera la desesperanza, el desaliento y la falta de sentido, la vida consagrada está llamada a ser alegría y júbilo en este mundo porque habéis “conocido el amor que Dios nos tiene” y habéis creído en él. Y ahí, precisamente, radica el secreto de vuestro gozo. ¿Y qué puede provocar en el hombre más agradecimiento que el hecho de sentirse amado por Dios, de saberse importante para Él? La verdadera esperanza de la vida consagrada hunde sus raíces en Dios y Dios es amor.
“La vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia” (Vita Consecrata, n.3). Y los consagrados están trabajando intensamente para poner “vino nuevo en odres nuevos”. Sois muchos los que estáis inmersos en las periferias del dolor humano inundándolo de esperanza. Son muchas “aquellas personas consagradas que no hacen ruido, que hacen la teología de la vida consagrada viviéndola, rezándola. Son esas personas que tienen una humildad esencial. Trabajan en la enseñanza, en las parroquias, en los hospitales, en las misiones o en cualquier lugar al servicio de los demás. Lo dan todo a manos llenas” (Papa Francisco, PV, 21-22).
Estamos invitados a contemplar a Cristo para transformar nuestra mirada y soñar una nueva fraternidad; trabajar para gestar un mundo nuevo asentado en el diálogo, la oración, el bien común. Es preciso devolver la esperanza al mundo fragmentado de hoy, caminar juntos para superar individualismos y apostar por hacer surgir lo mejor de cada uno, ofreciendo respuestas fermentadas en el diálogo, en la oración, en el discernimiento, en la esperanza.
Precisamos una vida consagrada apasionada por Jesucristo y su proyecto de salvación, que no deje de preguntarse y de buscar, a pesar de su envejecimiento o falta de vocaciones. Una vida consagrada cuyo centro es el espíritu de Resucitado que sigue hablando e inspirando a remar mar adentro, dejándonos guiar por la certeza humilde y feliz de quien ha sido encontrado y transformado por la ternura y misericordia de Dios.
Agradezcamos al Padre del cielo la riqueza del don de la vida consagrada en la variedad de sus carismas y de sus instituciones: Órdenes a Institutos religiosos dedicados a la contemplación o a las obras apostólicas, Sociedades de Vida Apostólica, Institutos Seculares, Ordo Virginum y otros grupos de consagrados, así como todos aquellos que, en el secreto de su corazón, os entregasteis a Dios con una especial consagración.
Con mi afecto y bendición:
Francisco Pérez González,
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela