Homilía pronunciada por don Florencio Roselló, en la explanada del Castillo de Javier, el pasado 10 de marzo, con motivo de la Primera Javierada 2024.

 

Queridos peregrinos y peregrinas de nuestra diócesis de Pamplona y Tudela. Queridas diócesis vecinas o hermanas, llegadas hasta Javier. Sed bienvenidos. Sentíos en casa. S. Francisco Javier nos acoge, nos recibe y nos abraza.

En estas palabras me incluyo también yo. Es mi primera Javierada. En todos los sentidos, como creyente, como peregrino y como obispo. Y creedme que impresiona. Desde diciembre, cuando llegué por primera vez a conocer la
diócesis, una realidad constante eran las Javieradas. Ya desde el día de mi ordenación episcopal, el pasado 27 de enero, me encomendé a S. Francisco Javier para que acompañase mi ministerio episcopal. Y hoy lo vuelvo a hacer
también, delante de todos vosotros/as pido al santo que sea mi compañero de camino en mi peregrinar por esta diócesis. En la celebración del envío de un grupo de jóvenes de la diócesis y de otras diócesis hermanas, me ha
impresionado el rostro de los jóvenes al recibir la cruz de peregrino a Javier. Hacía frío, estaba lloviendo, era un poco más de las ocho de la mañana, y los,jóvenes cantaban, sonreían, rezaban, algo no entraba en mi esquema, siempre demasiado racional, “¡van a Javier!, ¡San Francisco Javier les convoca!”.

El santo misionero consigue lo que muchas realidades de nuestra sociedad no consiguen. Por encima de sensibilidades, de opciones políticas, de procedencia,,de sexo, inclusive de credo, por encima de filias y fobias, nos reunimos en Javier sin preguntarnos por tantas cuestiones que en la sociedad nos separan, muchas veces inútilmente. Javier nos une, nos hace iguales a todos ante Dios. En Javier nadie es más que nadie. Lo cual quiere decir que si aplicásemos el estilo Javier en nuestra sociedad todo nos iría mejor y llegaríamos a acuerdos, cuando a
veces parece que es imposible.

Este año somos convocados a Javier con el lema “Corazones en camino”. El corazón es el depositario de nuestros sentimientos, de los deseos y sueños de cada persona. Del corazón salen los buenos y los malos sentimientos, “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mt. 15, 19). Pero también salen los buenos sentimientos “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5, 8). Hoy venimos a Javier a revisar nuestro corazón, a preguntarnos ¿qué tenemos hoy en nuestro corazón?, ¿qué sale de él?. En este camino de este año 2024, ¿qué ha brotado de nuestro corazón en camino?

San Francisco Javier fue, el del corazón inquieto, solidario y comprometido, que le llevó a salir a anunciar el evangelio. Le llevó a dejarlo todo por el evangelio. Él fue un enamorado de Jesús. Un corazón ardiente en darlo todo y en dar a conocer a Jesús, por eso se puso en camino, en obediencia y disponibilidad a la Iglesia, para anunciar el evangelio hasta los confines de la tierra.

El Papa Francisco, hermano jesuita de nuestro santo, nos está recordando constantemente que somos iglesia en salida, iglesia comprometida. Por eso nos recuerda que cada uno de los bautizados somos enviados, “somos una misión”. La Iglesia de esta época, como la Iglesia de la época de San Francisco está llamada a ser misionera. No podemos permanecer en la comodidad de nuestros pequeños grupos de fe que se encierran en sí mismos y se dicen “qué bien se está en este grupo”, “qué bien estamos en esta parroquia”. O salimos, o somos misioneros, o el evangelio se apaga, la palabra de Dios se silencia y la Iglesia se empobrece. Ante las dificultades, que son muchas, no podemos adoptar una actitud de queja, de lástima, de derrota. Hemos de ser una Iglesia peregrina, en salida, que sale de la parroquia, de la zona de confort y se arriesga por conocer la verdad. Y esa verdad es Jesús, que hoy queremos anunciarlo a través de nuestra peregrinación y por medio de nuestro santo San Francisco Javier.

El evangelio que hemos escuchado nos presenta la figura de Nicodemo, un fariseo rico, que está en búsqueda, y por eso provoca un encuentro con Jesús, y muestra apertura a su mensaje, reconociéndolo como maestro por las obras que realiza. En este caso es Nicodemo quien toma la iniciativa y busca el diálogo  con Jesús. Lo hace porque se mueve entre tinieblas, en oscuridad, tiene muchas dudas y busca la luz en Jesús. Hoy nosotros somos los nuevos nicodemos, que también hemos venido a Javier en busca de luz, en busca de claridad, y por eso queremos tener un encuentro personal con Jesús. Venir a Javier es encontrarse con Jesús, que nos ilumina, que pone claridad en la oscuridad y seguridad en la duda.

La respuesta de Jesús a Nicodemo es dura, porque le habla de que esa luz aparece en la cruz, y hoy en día, a nadie le gusta la cruz, siempre buscamos momentos fáciles, agradables, nada de cruz, nada de sacrificios ni sufrimientos. Y en cambio Jesús nos habla de que la luz que puede iluminar todo está en el crucificado. ¿Realmente hemos llegado a ver luz en nuestras vidas en la cruz, en el Cristo crucificado?. Él podría poner luz en la vida más desgraciada y fracasada, pero «el que obra mal… no se acerca a la luz para no verse acusado por sus obras». Cuando vivimos de manera poco digna, evitamos la luz, porque nos sentimos mal ante Dios. No queremos mirar al Crucificado. La cruz de Jesús nos delata cuando nuestra vida no es conforme al evangelio. Por el contrario, «elMque realiza la verdad se acerca a la luz». No huye a la oscuridad. No tiene nada que ocultar. Busca con su mirada al Crucificado. Él lo hace vivir en la luz.

En este tiempo de cuaresma, tiempo de conversión y cambio, se nos invita a mirar a Jesús para estar en la luz y actuar en coherencia con su vida. No se nos piden sacrificios, liturgias o penitencias, de tipo personal y sencillas, se nos pide más acciones de amor, de misericordia, de acogida, de perdón, de reconciliación, de fidelidad, de justicia. Más gestos con los pobres, con personas necesitadas, con inmigrantes sin rumbo ni techo fijo. Mirar a la cruz, que le dice Jesús a Nicodemo, es reconocer a nuestro lado los nuevos cristos crucificados que están demandando nuestra ayuda y solidaridad. Están pidiendo luz. Es urgente salir de la pasividad ante la injusticia, del silencio ante las exclusiones, del conformismo ante la violencia, del desinterés frente a la suerte de los pobres, en otras palabras, de todo aquello que es contrario a los valores del Reino.

Peregrinar a Javier, salir de nuestras iglesias, de nuestras parroquias, es descubrir los nuevos rostros necesitados en los que se encarna Jesús. Y es hacer sus causas nuestras causas. Javier no es un paseo, es más que una marcha y un día de excursión, Javier debe de ser un camino penitencial de Cuaresma que me lleva al compromiso y a la solidaridad con los nuevos cristos de hoy, que llevan nuevas cruces pintadas de pobreza y de exclusión.

Estas cruces que hemos portado y este vía crucis que hemos celebrado no son adornos o evocaciones de una historia del pasado… la cruz es una llamada del Dios de la vida a que seamos vida para nuestros semejantes… Es la cruz que
ofrece Jesús a Nicodemo, la cruz del compromiso y solidaridad, la cruz del amor y de la justicia social.

Todavía son 500 misioneros navarros, hombres y mujeres que llevan la Buena Noticia de un Dios rico en misericordia, y hace que alcance a todos y que el mensaje liberador de Jesús no quede en el olvido. Como lo hacía San Francisco, nuestros misioneros siguen anunciando el Evangelio, desde la promoción de la educación, de la sanidad, de la cultura, la justicia, los derechos humanos… haciendo que en cada cultura y lugar donde están las personas crezcan y se desarrollen…

Que San Francisco Javier nos colme de sus gracias por haber llegado hasta él, por haber peregrinado y por habernos comprometido a ser una Iglesia en salida que quiere llevar las cruces de tantos caídos que pueblan nuestras calles y que, necesitan manos para ayudar a levantarles y a mostrarles el rostro amable y misericordioso de Dios.

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