Acción de gracias a las religiosas Clarisas de Arizkun
Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 13 de mayo, con motivo de la despedida de las Clarisas de Arizkun.
Queridas hermanas Clarisas de Arizcun.
El Monasterio de Santa María de los Ángeles en Arizcun, fue fundado allá por el año 1736, con el fin de que viviesen las hermanas de la Orden de Santa Clara, y así ha sido hasta nuestros días. Han sido 288 años de presencia en este Monasterio, mucho tiempo, mucha vida, muchas religiosas orando por Arizkun, por la diócesis, por la Iglesia y por el mundo. Y hoy estamos aquí para acompañaros en vuestra despedida, Y no podemos evitarlo, tenemos sentimientos encontrados, de tristeza por vuestra partida, pero de alegría por acompañaros y agradecimiento por todo lo recibido de vosotras.
Personalmente también tengo esos sentimientos encontrados. Primeramente, me siento triste por la marcha de esta comunidad de clarisas. Fuisteis de las primeras comunidades contemplativas que visité, y me sentí como en casa. Quizás mi tristeza viene motivada por egoísmo. He dicho en bastantes homilías y reflexiones que he descubierto el valor de la vida contemplativa y de vuestra oración en esta diócesis de Pamplona y Tudela. En el tiempo que llevo en esta diócesis, poco más de cien días he visitado todos los Monasterios de vida contemplativa, 19 en total, 17 femeninos y 2 masculinos. En todos monasterios me decíais “Monseñor, rezamos por usted”, y ¿sabéis una cosa?, lo he notado, sentía vuestra oración cerca, inclusive había días en que sentía una fuerza interior especial, sentía como algo en mi corazón, y lo relacionaba con las oraciones que la vida contemplativa ofrecía por su obispo. Lo digo tal y como lo siento. De ahí mi tristeza, reconozco mi egoísmo, pero no lo puedo evitar.
Pero esta celebración también quiere manifestar que nos ponemos en manos de Dios, y os queremos acompañar. Vais a comenzar una nueva etapa, varias por separado, pero las palabras de la primera lectura de San Pablo nos animan, porque estamos convencidos/as al escuchar lo que nos dice, “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rom. 8, 28). Y vosotras amáis a Dios, y seguramente, aunque algunos, como humanos que somos, nos cueste creer, será para bien. Porque todos los que se fían de Dios, éste no defrauda. Después de todo un discernimiento comunitario y de la Federación, tiene que ser para bien, porque en todo y sobre todo resalta el amor a Dios.
Imagino que igual que María tuvo sus dudas cuando le dijo al ángel “cómo será eso pues no conozco varón” (Lc. 1, 34), también en vuestro discernimiento habrá habido muchas dudas, habréis meditado y orado mucho. Inclusive imagino que algunas dudas todavía persistirán. Es normal somos humanos. Pero a pesar de las dudas, como María hoy estáis diciendo “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí (nosotras) según tu palabra” (Lc. 1, 38). Os ponéis en manos de Dios, os fiais de Dios. Os admiro, porque igual que María comenzáis una nueva vida, nuevo monasterio, nuevas hermanas, todo nuevo, como María, y a pesar de ello estáis dando gracias a Dios. Proclamáis con vuestra alma la grandeza del Señor, que hemos cantado en el salmo. Y sí, queremos felicitaros “todas las generaciones”, es decir, todo el mundo, por vuestra decisión, por vuestra valentía, pero sobre todo por vuestra fe en Dios. Esta decisión es obra de Dios y eso os hace más grandes.
Pero sobre todo esta eucaristía quiere tener como centro GRACIAS. Es de acción de gracias por lo mucho y bueno que habéis dejado en este valle. Me dice D. Jonatan, vuestro fiel capellán, que la gente de la zona ha vivido tranquila sabiendo que las clarisas estaban en Ariuzkun. No os veían, no sabían lo que hacían, pero las gentes de este valle sabían que estabais. Erais como su ángel de la guardia, como sus protectores.
Pero además de todo el bien espiritual que habéis hecho a este valle a través de vuestra oración, me dicen que durante un tiempo habéis colaborado con las parroquias. Por un lado, algunas de las hermanas clarisas han dado catequesis a los niños de primera comunión, abriendo las puertas del convento y dando la catequesis en él, y de esta manera ayudabais a los párrocos de entonces.
Destacar también que habéis abierto las puertas de vuestro Monasterio para celebrar la eucaristía dominical, cuando el trabajo sobrepasaba a los curas y tenían que celebrar la misa en el Monasterio y no en la parroquia. Valorar y agradecer la acogida que habéis tenido con las personas que han venido a vuestra hospedería.
Reconocer vuestra sensibilidad al introducir el euskera en la liturgia del convento, con lo que ello supone de encarnación con el pueblo, y entender la idiosincrasia de toda una realidad, no solo religiosa, sino también sociocultural.
Según me comentan, vais a dejar una huella importante en el valle, en todos los pueblos de la zona han manifestado la pena de vuestra marcha. Incluso en Urdax y en Zugarramurdi, que geográficamente exceden los límites del Baztan. Se ha generado en el valle un sentimiento de orfandad difícil de explicar e imposible de suplir. Y citando a D. Jonatán que me decía que la situación es “Como si ahora se apagara una luz que siempre ha estado encendida, y sabemos que nunca más se va a encender”.
Celebramos esta eucaristía de acción de gracias…y también de despedida en este día 13 de mayo, Fiesta de la Virgen de Fátima. Y me viene a la mente las palabras que le dijo la Virgen a los tres pastorcillos, Lucía Dos Santos (10 años), Francisca y Jacinta Marto (9 y 7 años), “no tengáis miedo”. Y hoy la Virgen os lo dice a vosotras, no tengáis miedo fiaros de Dios, poned vuestra decisión y vuestra vida en manos de Dios, porque como nos dice San Pablo “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rom. 8, 31). Hoy el Señor está con vosotras, en vuestra decisión, en vuestra nueva vida, ¿a qué tenéis miedo? A nada ni a nadie, fiaros de Dios que Él no defrauda.
Como Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, GRACIAS, con mayúsculas. Por vuestros 288 años de presencia, porque sé que mucha de vuestra oración era por nuestra diócesis y por el obispo. GRACIAS por todas las hermanas que han llenado estos claustros y estos muros de oración y que ya están gozando de la gloria del Señor. GRACIAS por vuestra entrega en este valle, estabais abiertas a la gente a participar en vuestra liturgia y oración. GRACIAS por vuestros consejos y palabras de luz que habéis regalado a tanta gente que se ha acercado a estos muros y a vuestra iglesia. GRACIAS porque vuestra presencia en el Valle ha sido como una luz, un faro y un referente para las gentes de la zona. GRACIAS porque la espiritualidad, servicio y pobreza de Santa Clara ha hecho mucho bien a la diócesis.
+ Florencio Roselló Avellanas
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela