Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 26 de agosto, en la Residencia de los Pobres de Tafalla, con motivo de la celebración de la fiesta de Santa Teresa de Jornet e Ibars.

 

Queridas Hermanas Ancianos Desamparados, sacerdotes, hermanos y hermanas.

Una santa, Teresa Jornet e Ibars nos convoca. Además, lo hace en los 50 años de su canonización que fue en el año 1974. Cuando una santa o santo nos reúne en una celebración, nos empuja a mirar su vida y a conocer su historia. Lo hacemos por dos motivos, por un lado, para saber de ella, pero también, y no menos importante para tratar de imitar su vida.

Santa Teresa pudo haber tenido una vida cómoda y placentera. Procedía de una familia, de agricultores, pero acomodados. No le faltaba de nada. Tuvo buena educación, trabajo, inclusive, alentado por su tío abuelo Francisco de Palau de maestra con las carmelitas descalzas misioneras, fundadas por él. Luego probó en las clarisas de Briviesca (Burgos), donde salió por problemas de salud. Nada le llenaba, hasta que oyó hablar de un proyecto de fundación de una congregación que se dedicaba a los ancianos desamparados. Y así, en 1872, junto a su hermana María, una amiga, y nueve candidatas más formaron el núcleo de la nueva Congregación, recibiendo el hábito el 27 de enero de 1873. Murió en Liria (Valencia) el 26 de agosto de 1897. Sus restos mortales fueron trasladados a la casa Madre en Valencia en 1904. Fue beatificada, por Pío XII en Roma, el 27 de abril de 1958. El papa Pablo VI la canonizó el 27 de enero de 1974; su fiesta se celebra el día 26 de agosto y fue proclamada por Juan Pablo II patrona de la ancianidad.

De Santa Teresa Jornet me llama la atención dos cosas, una la tenacidad y la constancia para entender lo que Dios le pedía, pues antes de fundar las Hermanitas de los Ancianos Desamparados estuvo probando en dos congregaciones, pero entendía que no era lo que Dios le pedía. Buscaba radicalidad en su fundación y en su acción. Y en segundo lugar que en esa obra radical pusiese en el centro a los pobres, en este caso los ancianos desamparados. Influyó mucho en la fundación Don Saturnino López Novoa, canónigo de Huesca, su director espiritual. Encauzó la fundación de una obra destinada a recoger a los ancianos sin familia y sin medios. En 1872, fundó la primera casa
en Barbastro.

Santa Teresa se adelantó a su tiempo, fue una visionaria. Cada año nacen menos niños en nuestro país, el año 1975 nacieron 669.378 (con 35.516.340 habitantes en España) y en el año 2023 nacieron 341.315 (con 48.085.361 habitantes en España), en cincuenta años nacen la mitad, siendo trece millones más de habitantes. Por otro lado la esperanza de vida va aumentando, las personas vivimos más años: los hombres vine 81 años y las mujeres 85). Estos datos nos indican que caminamos hacia una sociedad de mayores, que no siempre son atendidos en casa, o son mal atendidos. Y al final se recurre a buscar residencias. Si ya en el momento de la vida de Santa teresa Jornet la atención a los ancianos se hacía necesaria, en la actualidad se hace imprescindible. Un argumento que se refuerza con las palabras del Venerable Saturnino López Novoa, director espiritual de la santa que decía “El objetivo de esta religiosa y caritativa Institución es dar albergue a los ancianos pobres y desamparados y prodigarles todo género de asistencia solícita y afectuosa inspirada en la caridad evangélica y en el amor filial”.

Un carisma, el de las Hermanitas de los Ancianos desamparados, que viene muy bien expresado en la primera lectura y en el evangelio. El camino de santidad de vuestra congregación es acoger al pobre, al anciano que tiene menos recursos, al que nadie quiere. Es cuando Dios dice a su pueblo “misericordia quiero y no sacrificios” (Os. 6, 6). Es llenar vuestra vida de signos y gestos de compromiso, más que de formas de vivir vuestra fe y vuestra consagración religiosa. Es acogerlos sin preguntas, sin matices, sin condiciones.

El evangelio nos dice que estuve enfermo y me visitasteis, inmigrante y me acogisteis, en la cárcel, y vinisteis a verme, hambriento y me disteis de comer. Antes he dicho sin matices y sin preguntas, porque nuestra sociedad pone muchos matices y condicionantes a la caridad. Decimos acogemos al inmigrante “si no viene a robar”, acogemos al preso “según el delito cometido”, damos de comer al hambriento “sino me engaña”, al enfermo “si acepta lo que le digo”. Vosotras hermanas, acogéis a todos, independientemente de su credo, de su filiación política, de su origen, y eso os hace grandes y generosas. Os importa del anciano las dos dimensiones, la espiritual y la humana. Una atención integral. Acogéis a la persona sea creyente o no lo sea.

Las Hermanitas de los Ancianos Desamparados sois los nuevos ángeles de la guarda del siglo XXI, cumpliendo la voluntad de Dios aceptando acoger a los pobres y vulnerables. Y esta acogida es en un ambiente familiar, como dicen en su historia. Lo que surgió como una aventura de Santa Teresa Ibars, como un sueño, se ha convertido en una obra de Dios, pues como dicen ustedes, “está en conformidad con el evangelio, está inspirada por el Espíritu Santo y por lo tanto no tiene caducidad. Y por lo tanto perseverará en la historia de la humanidad, llevando a cabo la misión redentora de Jesús”. En tiempo de pascua leíamos una lectura donde los apóstoles estaban presos por anunciar a Jesús resucitado, y un judío les dijo a las autoridades, si lo que anunciaban era cosa de hombres desaparecería, pero si era cosa de Dios, no podrían hacer desaparecer esa verdad. Lo mismo pasa con vuestra obra carismática, han pasado 151 años y vuestra obra sigue, y goza de buena salud. ¡Es obra de Dios!

Quisiera terminar mis palabras con dos constataciones: Gracias por vuestra presencia en nuestra diócesis, por todo lo que hacéis y por tantos ancianos a los que atendéis. Y en segundo lugar felicidades en vuestro día, en el día de todos los ancianos de esta residencia y en el día de todas las personas que queremos a Santa Teresa y a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.

Que Dios os bendiga

 

+ Florencio Roselló Avellanas O. de M.

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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