Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio, el pasado 18 de agosto, en Valtierra, con motivo de la fiesta de San Ireneo de Lyon, patrón de la localidad.

 

Querido párroco, queridos sacerdotes, autoridades, queridos hermanos y hermanas.

Hoy nos convoca nuestro patrono San Ireneo de Lyon. Nos convoca un santo que sobre todo se destacó por su defensa de la unidad de los cristianos en torno a Roma. Una unidad que no siempre es bien entendida, y que a veces las diferentes opiniones nos separan, nos alejan, en vez de acercarnos. Pero San Ireneo siempre buscó esa unidad, a pesar de las diferencias que pudiese haber en algunos temas de índole teológico.

De San Ireneo, en una de las biografías sobre su vida se destacaba de él que es reconocido por su capacidad de diálogo y por su voluntad de tender puentes, y no levantar muros. Por este camino es posible construir una sociedad y un pueblo de Valtierra más justo y más solidario. El mundo, España, en nuestros pueblos, hay un déficit de unidad, Cada uno va a lo suyo, y eso nos lleva a la insolidaridad, a cada uno mirar por nosotros mismos. Esta insolidaridad genera vidas aisladas, independientes de los otros e insensibles ante el sufrimiento y necesidades de personas cercanas a nosotros.

Para descubrir lo que Dios nos pide a cada uno, debemos avanzar por el camino del discernimiento, que nos dice la primera lectura del libro de la Sabiduría. Es necesario preguntarnos qué quiere Dios de mí, pero también qué necesita mi hermano, mi prójimo de mí. Qué tengo que hacer, o qué puedo hacer por los demás. Discernir, reflexionar, es plantearse la vida de otra manera, es estar atentos a lo que Dios me habla y me va diciendo. Y eso supone también actuar con sabiduría, preguntándose el por qué de las cosas y de cómo actuar.

San Ireneo, en su discernimiento, se preguntaba cuál era la voluntad de Dios en su vida. Fue descubriendo que Dios le pedía defender la fe, transmitida por los apóstoles, en contra de las herejías del momento, es decir en contra de los que hablaban contra las enseñanzas de Dios y de los apóstoles. San Ireneo, además de defender la fe con la palabra, también su vida fue un testimonio de defensa de esta fe. Murió mártir y fue enterrado con otros mártires en una cripta de Lyón. Cuando uno entrega su vida, cuando uno muere por aquello que cree, es una vida que merece respeto y admiración. Y la vida de San Ireneo fue una vida coherente que murió por lo que creía, por la fe, y la unidad.

Jesús nos dice en el evangelio “el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn. 6, 54). Comer su carne y beber su sangre supone vivir como vivió Jesús, supone entregarse como lo hizo Jesús, en ser reflejo de su vida y de su entrega. Esta invitación a comer su carne es consecuencia de que hay gente que busca otra comida, otra bebida. Para los cristianos la verdadera comida y la verdadera bebida es Jesús. Pero es una comida que me lleva a implicarme en la vida, a luchar por las personas que me necesitan. Para mí la eucaristía tiene dos partes, una la que celebramos aquí, en el templo y otra la que hay que vivir en la vida de cada día. Porque no hemos entendido a Jesús, si la eucaristía, no nos compromete en la vida. Hoy esta misa me debe llevar, cuando salga, a comprometerme con la gente de Valtierra, con los más necesitados de nuestro pueblo.

El nombre de Ireneo significa paz. En un mundo como el nuestro la paz no es que sea necesaria, se hace imprescindible. Tenemos dos guerras conocidas y cercanas en Europa y a sus puertas: Ucrania y Gaza. Nos hemos acostumbrado a su existencia. Nos hablan de estas guerras y no nos llama la atención. Se presenta un futuro incierto, donde los intereses políticos, se están imponiendo sobre los intereses en defensa de la vida. Sabemos que la paz del Señor no es una paz ‘negociada’, fruto de acuerdos para proteger intereses, sino una paz que reconcilia, que restablece la unidad. Esta es la paz de Jesús. Cristo -escribe el apóstol Pablo- ‘Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba: el odio” (Ef. 2, 14). Pero también San Ireneo apela a una paz más cercana, aquí en Valtierra, cómo son las relaciones con nuestros vecinos, ¿fraternales? ¿hay disputas y rencillas entre nosotros? Celebrar San Ireneo es apostar por la paz, por la reconciliación, por el diálogo. En un momento de la celebración, antes de la comunión nos daremos la paz. Este signo no es rutinario, es un signo que me lleva a la otra persona, a reconciliarme con mis hermanos.

Queridos hermanos de Valtierra, hoy San Ireneo nos trae tres palabras para nuestra vida de cada día en nuestro pueblo: nos trae unidad, que estemos cercanos unos de otros; nos trae paz, reconciliémonos entre nosotros, que no haya disputas, rencillas ni peleas; nos trae vivencia de la eucaristía, que me lleva a comprometerme con los vecinos de nuestro pueblo. Si vivimos esto tres momentos, nuestro pueblo será mejor, más acogedor y más unidos.

Felices fiestas.

 

+ Florencio Roselló Avellanas O. de M.

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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