Creo en la Iglesia que acoge… sin condiciones
Sin dudas ni desconfianzas. Sí, el evangelio es claro, me acogisteis sin preguntar, sin condicionar, sin poner reparos o temores. Creo en el evangelio que acoge, en la Iglesia que recibe a inmigrantes sin pensar mal: “vienen a delinquir”, “nos quitan el trabajo”, “no se integran”, “todas ayudas se las llevan los inmigrantes”… Jesús, en el evangelio, no pone esos condicionantes, acoge sin reparos, sin miramientos. Acoge porque son mis hermanos. Acoge con el corazón abierto. Los que logran sobrevivir al cementerio del las aguas del mar, son sometidos a toda clase de dudas, desconfianzas e interrogatorios de nuestra sociedad.
No acogerlos o rechazarlos es pecado, así nos lo decía el Papa Francisco en la catequesis del pasado 28 de agosto en Roma “Hay que decirlo claramente: hay quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los emigrantes. Y esto cuando se hace con conciencia y con responsabilidad es un pecado grave”. Porque no estoy rechazando a un emigrante, estoy rechazando a una persona, porque antes de emigrante es persona. Y rechazar a un emigrante es rechazar al mismo Jesús emigrante, extranjero que llega a nuestras costas “todo lo que no hicisteis con uno de estos más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo” (Mt. 25, 45). La Iglesia a coge a todos, nacionales e inmigrantes, y a cada uno le ayuda según sus necesidades. Pero no rechaza a nadie por su origen o color de su piel.
En nuestra sociedad se han instalado bulos contra la inmigración que hacen daño a dichos inmigrantes y a la propia población que se le engaña. Pues solo el 15% de los migrados desempleados percibe alguna ayuda del estado frente al 50% de los nacionales desempleados. Y solo el 12,5% de los hogares formados por personas inmigrantes percibe rentas del estado. No, no hay beneficios ni “trato de favor” para los inmigrantes frente a los nacionales. Según Amnistía Internacional, solo el 12,5% de los extranjeros en España son atendidos por los servicios sociales de nuestro país.
En estos días he escuchado acusaciones y críticas hacia la Iglesia por nuestra falta de acción y compromiso como ayuda a los inmigrantes. La realidad es muy distinta a lo que ha aparecido en varios medios de comunicación social. En la última memoria de la Iglesia en España, del año 2022, se presentaban 119 centros de acogida de la Iglesia para inmigrantes y en ese mismo año se atendieron a 90.214 inmigrantes.
Porque como dijo el Papa Francisco en 2020 “buscan oportunidades para ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se haga realidad”. La propia Iglesia Católica está apoyando, con la recogida de firmas y el activismo, la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por una regulación extraordinaria de migrantes. También, como Iglesia apelamos a los partidos políticos a sentarse a negociar un pacto Nacional de Migraciones, frente a acusaciones partidistas, mientras esto no sucede, muchos inmigrantes se ahogan en nuestras aguas, en condiciones deplorables y son rechazados en nuestra tierra. Ante esta situación el Papa Francisco denuncia “Lo que mata a los inmigrantes es nuestra indiferencia y la actitud de descartar”.
El compromiso de la Iglesia en favor de los migrantes es serio y humanitario, sin irnos muy lejos nuestra Caritas Diocesana de Pamplona-Tudela atendió el pasado año 2023 a 1.735 personas, y en lo que se lleva del año 2024 ya se han atendido 1.336. Ayudas y prestaciones a inmigrantes que no reciben ningún tipo de ayuda.
La Pastoral Penitenciaria en España también tiene un compromiso con los hombres y mujeres en prisión. En la memoria del año 2022 en sus ayudas a presos atendió a un 40% de extranjeros y a un 60% de nacionales, pero no los atendió por su origen, o color de piel, sino porque como personas necesitaban ayuda, y la Iglesia estuvo allí. Ayudas de tipo económico, de ropa o acogida en permisos penitenciarios o en el momento de la libertad. Ayudas en gestiones y oportunidades laborales.
Hago mías las palabras del Papa Francisco que en la audiencia del pasado 28 de agosto decía “La Iglesia está con los migrantes y no con quien los rechaza”. Como Iglesia diocesana trabajamos por acoger, proteger, promover e integrar a todos los que se acercan a nuestra tierra. He viajado mucho por el mundo, y en el país más remoto, siempre encontraba un navarro, bien como misionero o misionera, bien como búsqueda de oportunidades. Navarra también ha sido migrante. No olvidemos “Todo lo que hicisteis con uno de estos mis hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt. 25, 40). Creo y quiero una Iglesia que acoja sin condiciones.