DOMUND 2024, un gran banquete

Hablar del Domund es hablar de vidas entregadas por el anuncio del Evangelio. Y permitidme que hable de lo que uno ha vivido y compartido. Durante muchos años visité a misioneros mercedarios en varios países de misión, tanto en Ámérica como en África. En estos viajes me gustaba acompañar a los misioneros a visitar las comunidades, especialmente en África. Me gustaba visitar tierra, cruzar ríos, entrar en sus humildes casas, a veces compartir comida o una humilde invitación.
Cada visita era como escribir una página nueva del Evangelio. Nos acercábamos a su casa, si había niños en edad escolar les preguntaba a ellos y a sus madres por qué no estaba en la escuela. Era la primera obligación de los padres, y el compromiso de los misioneros. Educarlos para liberarlos, y para eso hay que ir al colegio. Sino tenían edad de colegio, les regalaba algún dulce, que por cierto les gustaba mucho, sobre todo si iban envueltos en papel o plástico. Disfrutaban más abriéndolos que comiéndolos. A las personas mayores les preguntaba por algún tema que él ya conocía: trabajo, comida, salud, familia. Le contaban todo, porque para ellos el misionero era de su familia.
Cada palabra, cada gesto, me evangelizaba. La mirada al misionero, del hombre y la mujer que nos recibía, era como la mirada de María Magdalena al resucitado, era una mirada de asombro, de alegría, de gozo por recibir al misionero en su casa. Se sentía dichosa/o por recibir su visita. Lo que los misioneros vivían con naturalidad y con sencillez, yo lo veía como entrega extrema. Lo que yo veía imposible, los misioneros lo veían posible. Era vivir el Evangelio a pie de calle, y con ello decían, “es posible” y además “les hace felices”.
Estas visitas me hacían cuestionar mi propia vida y mi consagración religiosa. Me preguntaba si yo vivía el Evangelio de forma radical como lo vivían mis hermanos misioneros. Cada gesto, cada palabra de estos misioneros, era como si la sacasen del Evangelio y la hiciesen vida. Ver a un misionero caminar por esos caminos de tierra, es ver a un apóstol, es ponerle nombre, es verlo por el camino y ver que el Evangelio se renueva cada día en estos hombres y mujeres que hacen vida, que hacen palabra, que hacen entrega. Todos los gestos vividos por Jesús, pero ellos en la misión.
Este año el Domund 2024 nos regala un lema muy evangélico y muy comprometedor: “Id e invitad a todos al banquete”. Si alguien no tiene problemas de invitados al banquete son los misioneros. El banquete de los misioneros tienen unas mesas muy grandes, alargadas. Ahí todo el mundo tiene un sitio, una silla. Tiene una comida muy sugerente, la palabra de Dios y la Eucaristía que alimenta y libera. A ese banquete estamos todos invitados.
Navarra, tierra de misión, me lleva a mirar a tantos misioneros, sacerdotes, consagrados/as y laicos/as, a valorar su entrega, su opción por los más pobres y ser Evangelio vivo entre las gentes que acompañan. Por eso hago mías las palabras del Papa Francisco en su mensaje para esta jornada: “Aprovecho la ocasión para agradecer a los misioneros y misioneras que, respondiendo a la llamada de Cristo, han dejado todo para ir lejos de su patria y llevar la Buena Noticia allí donde la gente todavía no la ha recibido o la ha acogido recientemente. Queridos hermanos, vuestra generosa entrega es la expresión tangible del compromiso de la misión ad gentes que Jesús confió a sus discípulos: «Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos» (Mt 28,19).
Gracias a los misioneros navarros, que un día partieron de nuestra querida Navarra y se adentraron en lugares desconocidos, con el único objetivo de anunciar a Jesús que libera. En mi mente todavía está vivo el encuentro que tuve en Javier, el 23 de julio de este año. Fue un encuentro entrañable, tierno. En bastantes de los misioneros se veían arrugas, dificultades para caminar, secuelas de la vida de misión, pero en todos su rosto irradiaba fe, alegría y compromiso. Hablaban de la misión con orgullo y pasión. Era un testimonio que impresionaba. Muchos, a pesar de sus limitaciones, con deseos de volver a la misión. Estos misioneros y misioneras hacían realidad el mandato que nos ha propuesto el Papa Francisco para esta Jornada de 2024: “Id e invitad a todos al banquete”. La mesa de los misioneros navarros es grande, alargada y tiene muchas sillas, caben todos, están invitados todos.
Desde nuestra Diócesis de Pamplona y Tudela, desde nuestra querida Navarra, seamos misioneros, seamos colaboradores de quien ha entregado y gastado su vida por la misión. Ellos cada día hacen vida una página del Evangelio, ver a los misioneros es ver el Evangelio en imágenes. ❏