Fiesta de San Francisco de Asís

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 4 de octubre, en la parroquia de Santa María Madre de la Iglesia de Barañain, con la comunidad franciscana, con motivo de la fiesta de San Francisco de Asís.
Querida comunidad franciscana, sacerdotes concelebrantes, hermanos, hermanas asistentes a nuestra celebración.
Como Jesús en el evangelio, nos unimos esta tarde a San Francisco de Asís, que siempre buscó la cercanía y la amistad de los sencillos, empezando por las criaturas, que, como obra de Dios, reflejaban los favores que hacía para con su pueblo. S. Francisco coetáneo de San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de la Merced, mi fundador, soy mercedario. Vivieron una situación difícil para la Iglesia. Había esclavos en tierra musulmanas. La Iglesia no estaba bien, sufría persecución por razón de su fe, hubo mucho martirio en aquella época. Una Iglesia muy condicionada por las circunstancias políticas y religiosas. El testimonio de la fe se pagaba con la vida, pero, por otro lado, también se vivía un ambiente cómodo y relajado por parte de la jerarquía. Había que hacer algo, había que renovar y restaurar la Iglesia y S. Francisco recibió ese encargo.
Francisco nace en Asís (Italia). Hijo de un rico comerciante (Pietro Bernardone), casado con una francesa (Jeanne Pica), de ahí a su nombre de pila se le añadió el de Francisco (“pequeño francés), de familia acomodada. De adolescente y parte de su juventud, llevó una vida disoluta, regalada. Participó en la guerra entre Asís y Perugia (1202), y en esa época estuvo encarcelado un año. Esta situación le llevó a plantearse la vida nuevamente, la cárcel hace plantearte la vida. La visión que tuvo en San Damián le cambió. El Señor le habló pidiéndole que restaurara la Iglesia, que amenazaba ruina. Francisco renunció a su herencia se dedicó a la vida espiritual hasta provocar un movimiento renovador al cual se unieron otros. Falleció el 3 de octubre de 1226, a la edad de 44 años.
El Papa Francisco, nos relata la vocación de S. Francisco de Asís, “El encuentro con Jesús lo llevó a despojarse de una vida cómoda y superficial, para abrazar «la señora pobreza» y vivir como verdadero hijo del Padre que está en los cielos. Esta elección de san Francisco representaba un modo radical de imitar a Cristo, de revestirse de Aquel que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2Co 8,9). El amor a los pobres y la imitación de Cristo pobre son dos elementos unidos de modo inseparable en la vida de Francisco, las dos caras de una misma moneda”. (Homilía Papa Francisco, 3 de octubre 2013. Asís)
Las lecturas relatan la vocación de S. Francisco. La primera lectura del libro del Eclesiástico nos habla de la reparación del templo y fortificación del santuario. Es la llamada a la renovación y purificación de la Iglesia, encargo que recibió San Francisco. Hoy necesitamos más llamadas como la de Francisco. La Iglesia está en constante renovación. El mismo Papa Francisco, está convencido de esta renovación, más como una necesidad que un capricho. Pido todos los días para que el Señor le de salud para que pueda llevar a cabo todas las reformas que nuestra Iglesia necesita.
La segunda lectura nos llama a mirarnos en nuestro interior. ¿De qué nos gloriamos hoy? Nuestra sociedad, también nuestra iglesia, tiene la tentación de la gloria, el mismo Para Francisco denuncia el carrerismo, los primeros puestos. De lo único que podemos gloriarnos es de la cruz. Una cruz pesada, dura, exigente, y que termina en la muerte. Pero que es nueva vida como la de Jesús. Gloriarme de la cruz es recibir la paz y la misericordia de Dios. Es entender que la gloria pasa por la pasión y muerte. S. Francisco, cuando renuncia a toda una vida de riquezas y seguridades que su propio entorno familiar le garantizaba, estaba abrazando la cruz. Y fue recibido por la paz, una paz que no la da el mundo, sino que la regala Dios. San Francisco optó por las “marcas de Jesús” que llevaba en su cuerpo. Esas marcas son la pobreza, la austeridad, el amor a la casa común, a nuestra madre tierra.
San Francisco entendió que amar a Dios era amar todo lo que él había creado. Era cuidar todo lo que Dios nos ha regalado y que ha puesto en nuestras manos para que lo preservemos, lo cuidemos y lo multipliquemos. Ir contra la naturaleza, contra la casa común, es ir contra su creador, contra Dios.
En el evangelio de hoy escuchamos un agradecimiento porque San Francisco entendió muy bien que Dios se revela a los sencillos, «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños” (Mt. 11, 25). San Francisco cambió su vida porque optó por los sencillos, por los pequeños, por lo humildes, por las criaturas de Dios, que son las que entendieron las maravillas de Dios en nuestras vidas.
Pero también escuchamos una invitación tierna y afectiva, pues Jesús nos abre su corazón con estas palabras” Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt. 11, 28). Dios no abandona, y San Francisco, después de toda la revolución de renovar la Iglesia encontró alivio, consuelo y fortaleza en Jesús, porque antes ya había cargado su cruz, una cruz que dio sentido a su vida.
La Iglesia sigue necesitando de renovación. Francisco de Asís no acabó este cambio que el Señor le encomendó en la Iglesia de San Damián. Estos días está comenzando en Roma la última fase del sínodo de los obispos. Un camino que está empeñado en renovar la Iglesia, en hacerla más pobre, más auténtica, más participativa, con mayor presencia de los laicos y mayor protagonismo de la mujer. Donde la madre tierra sea cuidada y preservada. Pidamos en la fiesta de San Francisco ayuden en la renovación de nuestra Iglesia que ya San Francisco inició en el siglo XIII.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela