Tengo un sueño… para nuestra Diócesis
No sé si tengo edad, pero todavía creo en los sueños. Y creo en el sueño que el pasado sábado 28 de septiembre compartí con los participantes en la “Jornada de apertura del curso pastoral 2024-2025 en el seminario”.
Sueño con una Diócesis que viva la comunión. Que grupos con el mismo nombre caminen juntos. Que movimientos y nuevas formas de espiritualidad se sientan convocados por la Diócesis y su Obispo. “Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo” (1Cor. 12, 13). Es mi deseo que profundicemos en la comunión diocesana y miremos en la misma dirección.
Sueño que un día los sacerdotes puedan llegar a todos los rincones de la Diócesis. Pero la realidad es que hay pocos sacerdotes para las necesidades pastorales. Me preocupan aquellos que tienen muchos pueblos, muchas responsabilidades, algunos poniendo en riesgo su vida en la carretera. Hago mías las palabras del Papa Francisco a los párrocos, el 2 de mayo de 2024: “La Iglesia no podría ir adelante sin vuestro compromiso y servicio”. Pero sino llegamos a todos, quizás llega el momento de revisar nuestra pastoral, y también el número de parroquias de la Diócesis.
Sueño con nuevas vocaciones al sacerdocio. Nuestra Diócesis necesita pastores para anunciar el amor de Dios. Los sacerdotes están desbordados, cargados de pueblos, de parroquias. Cuando visito parroquias, pueblos, mucha gente me pide “mande sacerdotes”. No hay. Todos somos responsables de las vocaciones: sacerdotes, religiosos/as, laicos. Necesito vuestra oración y vuestra propuesta a futuros candidatos.
Sueño con un laicado comprometido, que asuma responsabilidades, pero no ante la falta de sacerdotes, sino por el bautismo recibido. Son a tener un lugar importante en nuestra Diócesis. Pero el laico debe de creerse ese protagonismo, y los sacerdotes debemos de entender su papel en los órganos de la Iglesia. “Ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la iglesia” (EG 102). No es hora de poner trabas, sino de alentar. Es la hora de los laicos.
Sueño con una transmisión de la fe adaptada al cambio de época que nos toca vivir. Superar el “siempre se ha hecho así” y renovarnos. Una iglesia diocesana que revise nuestra catequesis, cuide la religión en los colegios, la identidad de nuestros colegios diocesanos y de la escuela concertada. Sin transmisión de la fe no hay Iglesia.
Sueño con hacer realidad las conclusiones del Sínodo. En nuestra Diócesis se ha vivido de forma desigual, en unas parroquias o movimientos se ha trabajado mucho y bien, y en otras no ha entrado. El sínodo es el soplo del Espíritu que nos abre a la pluralidad, al diálogo, a la aceptación de la novedad. Temas como, la mujer, los pobres, la escucha, la comunicación en la iglesia, creación del Consejo Diocesano de Pastoral, piden ser tratados en la Diócesis.
Sueño que nuestra iglesia diocesana tenga en el centro a los pobres. Que no les cuestione. Mt. 25, 31. Que no dude de su necesidad, Jesús nos dice “estuve enfermo y me visitasteis, extranjero y me acogisteis, en la cárcel y vinisteis a verme…”, ayudó, no dudó. Como signo jubilar vamos a proponer un proyecto diocesano de carácter social, que ayude a los pobres de nuestra Diócesis.
Sueño con una iglesia diocesana en salida “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación” (Mc. 16, 15). Superar la seguridad de nuestros grupos y arriesgarnos a ser testimonio vivo del evangelio en los “escenarios y desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora… salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan luz”. (EG. 20). Una Iglesia que dialogue con la sociedad y se abra a la diversidad.
Sueño con una Iglesia que tenga presencia pública y orgullo de pertenencia a ella. Hemos perdido la calle, no somos influyentes. Necesitamos cristianos que vivan su fe en los diferentes ámbitos de su vida: trabajo, amigos, familia, ocio, cultura, política, medios de comunicación social… Hemos de ser capaces de “dar razón de nuestra esperanza” (1Pe. 3, 15)
Sueño con una Iglesia donde todos tengan un sitio. Sueño con una Iglesia de puertas abiertas. Que al que llame se le abra y se le reciba. Que en nosotros encuentre una mano tendida. Recuerdo lo que me dijo el Cardenal Omella en mi ordenación, “eres obispo de todos”. Sueño que nuestra Iglesia sea una casa de todos, porque es “el sueño misionero de llegar a todos” (EG. 31).
Sueño que nuestra iglesia diocesana se alimente del Jubileo de la esperanza 2025. Que nos pongamos en camino, que seamos los “Peregrinos de la esperanza”. Nuestra iglesia diocesana debe de renovar la esperanza. Junto con el Papa Francisco mirar el futuro con esperanza.
Si me ayudas, podemos realizar estos sueños. Cuento contigo, ¿me sigues? ❏