Mi reino no es de este mundo
Homilía pronunciada por don Florencio Roselló, el pasado 24 de noviembre, en la parroquia de Cristo rey de Pamplona, con motivo de la fiesta de Cristo Rey.
Durante el año hemos escuchado y reflexionado diferentes definiciones de Jesús: el hijo de María, hijo del carpintero, el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir. Pero hoy Jesús aparece como “Cristo, rey del universo”. Es el centro sobre el que gira todo lo creado. Es Cristo Rey, no un rey cualquiera, sino un rey “para dar testimonio de la verdad” (Jn. 18, 37).
Jesús nos presenta un reino que no es de este mundo. Quizás a nosotros, nos cueste entenderlo, porque nos faltan referencias de otros reinos. Cuando nos hablan de reinos siempre pensamos en los más cercanos, en los políticos. Pero en el evangelio de hoy viene definido. Cuando Pilato le pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” (Jn. 18, 33), Él responde: “Mi reino no es de este mundo” (Jn. 18, 36). Con estas palabras, Jesús deja claro que su autoridad y misión no se basan en poder, riquezas o violencia, tampoco en grandes ejércitos, como los reinos terrenales. Si su reino fuese humano, de este mundo, seguramente sus seguidores lo hubieran defendido con medios humanos, materiales, hubiesen usado la violencia, pero nada de eso ocurre, Jesús dice, “Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos” (Jn. 18, 36). El reino de Jesús es diferente: es un reino de verdad, amor, justicia y paz. Y ahí está la novedad, que rompe con los esquemas que tenemos en nuestra mente.
Este diálogo de Jesús con Pilato nos lleva a revisar nuestra propia visión del poder. Nuestra visión de qué es lo realmente importante en la vida. Muchas veces, el mundo nos invita a buscar grandeza en el éxito material o en el dominio sobre los demás. En ser centro, en tener siempre la razón. Pero Jesús, con su ejemplo, nos muestra que el verdadero poder está en el servicio, en la humildad y en dar la vida por los demás. Nunca me cansaré de repetir esta frase, “una iglesia que no sirve, no sirve para nada”, podría hacerla extensible a “una parroquia que no sirve, no sirve para nada”.
Jesús planta cara a Pilato, porque defiende que es rey, y que además quiere instaurarlo aquí y ahora, pero lo distingue claramente del reino del que habla Pilato. Pero decir que no es de este mundo no significa que no pueda vivirse en este mundo. Ese es el riesgo que se no previene y que nos puede alejar de virio aquí y quedarnos en una mera adhesión espiritual o sentimental. La diferencia es que los criterios, los objetivos y los métodos no son como los reinos de este mundo. Y eso es lo que Pilato no entiende. Pero sí se puede instaurar y vivir el reino de Jesús aquí y ahora. De hecho, toda la vida de Jesús ha sido una lucha para que su reino empiece a vivirse ya aquí. Porque el reino del que nos habla Jesús se centra en el amor, en el servicio, en la entrega por el otro. En la paz, en la solidaridad, elementos muy diferentes a los reinos a los que estamos acostumbrados a vivir en nuestra sociedad, y todo esto se puede vivir en nuestro mundo, en nuestra sociedad. Si Pilato tuviese razón, sería como si no pudiésemos vivir nuestra fe, nuestro cristianismo. Negar que el reino de Dios se pueda vivir aquí y ahora es negar la fe, es negar el evangelio. Es negar la actualidad del mensaje de Jesús, Y sí lo podemos vivir aquí y ahora.
“Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad” (Jn. 18, 37), y yo añado, testigo aquí, en nuestra sociedad, en nuestro mundo. Vivir y luchar por el reino de Dios es estar dispuesto a dar testimonio de la verdad. Es ser testigo de Jesús, del evangelio, en el ambiente que me ha colocado la vida. Es ser testigo a pesar de las incomprensiones, a pesar de las contrariedades que la vida nos puede deparar por ser testigos. Hoy en día no es fácil ser cristiano, ironizan de nosotros, nos cuestionan, hemos perdido protagonismo, pero entre todos hemos de luchar para instaurar el Reino de Dios aquí, y eso solo se pude siendo testigos de nuestra fe, de nuestra Iglesia, siendo testigos del evangelio, de palabra y de obra. El valor de la vida y de las obras son las que mejor reflejan nuestro testimonio de la verdad. Jesús fue testigo de la verdad y le costó la vida. Y esta afirmación de Jesús también nos lleva a preguntarnos si vivimos según la verdad del evangelio, o por el contrario cuando el ambiente es negativo nos vamos al reino de este mundo, al reino de Pilatos, que es más cómodo y placentero y con menos exigencia de testimonio.
Hoy el evangelio nos presenta dos reinos, el de este mundo personalizado en la figura de Pilatos y el que nos ofrece Jesús, que aunque no es de este mundo, sí está pensado para vivirlo aquí y ahora. Y hoy es importante hacerse esta pregunta ¿qué reino habita hoy en mi corazón?, el de Pilatos o el de Jesús. En mi habitará el reino de Pilatos cuando coloco en el centro de mis preocupaciones o aspiraciones, lo material, el dinero, el prestigio, el reconocimiento personal, el poder, o por el contrario en mi vida, en mi corazón, habitará el Reino de Dios si predomina el servicio, la solidaridad, el amor a los pobres, la denuncia ante las injusticias. Hoy es una buena oportunidad para renovar nuestro compromiso con el reino de Jesús, llenando nuestro corazón de los criterios y opciones que hemos dicho anteriormente. En nuestra vida vivimos contradicciones, y muchas veces vivimos en los dos reinos, y eso nos hace ser incoherentes ante la gente que nos rodea, y por lo tanto no somos “testimonio de la verdad”, sino más bien escándalo.
Celebramos hoy la fiesta de Cristo Rey en esta parroquia que lleva su nombre. Hoy es un día especial para todos nosotros, para todos los creyentes que viven y expresan su fe en la parroquia de Cristo Rey. Pero también debe de ser una exigencia. Nuestra parroquia debiera de ser la que constantemente luchase por hacer realidad el reino que nos ofrece Jesús. Cada día, cada celebración debiera ser una ocasión para renovar mi apuesta por el Reino de Dios y un rechazo al reino que nos habla Pilatos.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela