Congreso Nacional Belenista
Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 30 de noviembre, en la Catedral de Santa María la Real de Pamplona, con motivo del Congreso Nacional Belenista.
Queridos belenistas.
Siempre he escuchado que el hacer belenes es una afición. Pero reflexionando para esta homilía y mirando imágenes de belenes que habéis confeccionado, de imágenes que habéis recreado, me atrevo a subir de categoría y calificarlo como una vocación. El Belenista vive la confección de belenes como una vocación, algo que sale de dentro. El que hace por afición lo hace como pasatiempo, en la afición hago belenes cuando tengo tiempo libre, en la afición me entretengo. En el belenista por vocación hay amor, cariño, identificación con las figuras. En la vocación hay compromiso, hay estilo de vida. La vocación me lleva al compromiso con lo que construyo a través del belén. La vocación me lleva a identificarme con las figuras del belén, las hago parte de mi vida, las hago mías.
Sacáis de las páginas del evangelio las figuras, les dais vida, las acercáis a la gente. Nos regaláis un evangelio vivo. Cada belén que se crea, que “se monta”, como decíamos antes, cada belén que se confecciona, es un regalo. Hacéis vida cada figura, cada escena. Vosotros con vuestra creatividad, dais vida a este mensaje. Sois el evangelio hecho imagen, pero, es más, sois evangelio hecho vida. Porque las figuras, las escenas, están preparadas para hacerlas vida. No hay belén sin vida, no hay belén sin realismo, no hay belén sin compromiso.
Vuestro trabajo no es solo artístico, sino también pastoral. Cuando vamos a ver un belén, nos fijamos siempre en la belleza de sus imágenes, en la composición de sus escenas, porque son bonitas, pero a veces nos olvidamos de su dimensión pastoral, de lo que nos quieren decir sus imágenes y sus escenas. Estoy convencido que no hay imagen sin sentido, no hay escenas sin catequesis pastoral, no hay belén sin mensaje religioso. El belén nos transmite un mensaje, nos transmite una forma de vida, desde María y José, desde los pastores, desde los Magos. Todos tienen su significado, todos nos dicen algo. Y todo belén tiene su creatividad, porque el evangelio es novedad, aunque el texto sea el mismo, su vivencia es distinta, es creativa, y en eso los belenistas nos ayudáis a verlo y vivirlo.
El belén es una escuela de vida cristiana. Somos llamados a vivir como los personajes del belén que allí representamos. A imitar la fe de María, cuando la representamos con la mirada tierna. Imitar a José cuando acepta ser padre de Jesús. Imitar la sencillez de los pastores y la generosidad de los magos. Pero también, a aprender a mirar a nuestro alrededor con los ojos del Niño Jesús, ojos de inocencia, buscando acoger a los más pequeños, a los humildes, a los que más necesitan nuestra ayuda. El belén nos habla de sencillez, nos habla de ternura, nos habla de compromiso y nos habla de pobreza. Un belén es una recreación de la pobreza de la Iglesia, por eso a veces contrasta la sencillez y pobreza del belén con nuestra propia vida. Las escenas del belén me llevan a mirarme, como si fuese un espejo, y compararlas con mi vida.
Queridos belenistas, no os rindáis. Sois necesarios, mejor dicho, imprescindibles. Sentíos felices cuando lográis despertar la ilusión de un niño, cuando lográis arrancarle una sonrisa, o cuando lográis enternecer el corazón de una madre cuando ve feliz a su hijo contemplando un belén. Hacéis felices a los niños, los preferidos del Señor, que con su dedo van señalando las figuras del belén, porque se identifican con ellas, porque descubren en ellas una nueva catequesis y una nueva imagen de Jesús hecho niño.
Belenistas, os necesitamos, no desfallezcáis. Que las corrientes anglosajonas, que las modas pasajeras, no anulen nuestra riqueza y tradición cristiana del Belén. Que las nuevas formas de dibujar la Navidad, las nuevas corrientes navideñas, despojadas del belén, no suplanten nuestros pesebres, nuestras figuras. San Francisco de Asís, el padre del belenismo, ya en el siglo XII y XIII logró consolidar esta tradición y devoción que ha llegado hasta nuestros días. Toda la Iglesia abrazó la experiencia de vivir la fe a través de un belén. Una fe sencilla, apoyada en la Sagrada Familia. Podrán venir modas, esnobismos, novedades, pero nada podrá contra la tradición y la devoción del belén. Ni Santa Claus, ni el árbol de Navidad, ni las nuevas navidades consumistas lograrán apartarnos del auténtico mensaje del belén, que Cristo, hecho niño ha nacido por mí, y para entregarse por mí. La tradición del belén está asentada, consolidada. Queridos belenistas, la Iglesia os necesita, cuenta con vosotros. Yo mismo soy hijo del belén, en mi casa siempre se montó el belén.
Un belén donde caben todos, especialmente los pobres, que son los primeros que van al portal, como son los pastores. En la época de Jesús los pobres y marginados eran los pastores, los de dudosa reputación, los ladrones y pendencieros. No hay portal, no hay belén sin pastores, son los primeros en visitar el nacimiento. Nunca os olvidéis de los pastores, de los pobres, que como veis llegaron los primeros, fueron llamados, a través del ángel, para descubrir ese momento. Un belén sin pobres, un belén sin pastores, no es el belén de Jesús. Los pobres, son los más cercanos al belén, los que fueron avisados por un ángel, como lo fue María en la anunciación o José avisado en sueños. Los pastores también recibieron la visita del ángel.
En estos días escucharemos muchas palabras, muchas homilías de sacerdotes, también de obispos, pero en muchos casos solo son palabras. Vosotros, los belenistas, sois la mejor homilía, el mejor sermón de Navidad. Sois el mejor mensaje y la mejor felicitación navideña. Porque sois imagen, sois escena, sois compromiso. Un belén habla, un belén canta, y un belén nos acerca la realidad de Jesús, la realidad de la familia de Nazaret. Es la mejor homilía para la Navidad.
Queridos belenistas, gracias por lo mucho y bueno que aportáis a la Navidad. No os canséis. Llegáis donde no llegamos los obispo y sacerdotes, porque entráis en las casas, en las familias, y muchas veces la Iglesia no pasamos de la puerta de muchas casas.
Felicidades por el mucho bien que nos hacéis a la Iglesia. Con mi bendición.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela