Dios nace para todos

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio el pasado 24 de diciembre, en la Catedral de Pamplona, con motivo de la Misa de medianoche de Navidad
Queridos hermanos, hermanas.
Es de noche, todo está oscuro. Pero veo una luz, es el reflejo en la noche del nacimiento de Jesús. La primera lectura de Isaías comienza diciendo “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande” (Is. 9, 1). Es la luz que nos trae Jesús que nace esta noche. Nosotros somos ese pueblo que camina en tinieblas, que transitamos entre guerras, superando una dana, la de Valencia, afrontamos situaciones complicadas, con un futuro incierto, y Jesús viene a darnos luz, a mostrarnos el camino. Navidad es nacimiento, es volver a empezar, superar las dificultades y oscuridades de la vida.
Navidad nos cambia los esquemas. Nosotros nos fijamos en lo grande, en lo luminoso, en lo aparentemente importante, en lo cómodo, y Navidad pone en valor lo pequeño, lo sencillo, lo humilde, lo contrario a lo que nosotros ponemos en primer lugar. El Evangelio nos presenta a María y José, que después de un largo y arduo viaje, llegan a Belén y encuentran un lugar humilde para el nacimiento de su hijo. No lo rechazan, lo aceptan como algo bueno. Seguramente era lo único que tenían. En medio de la sencillez y la pobreza, Dios se manifiesta en su plenitud. No está en un palacio, ni rodeado de riquezas. Está en un pesebre, entre los animales, y acompañado de la Virgen María y San José. Este es el rostro de Dios: no un Dios distante, inaccesible, sino un Dios cercano, que se hace vulnerable, que comparte nuestra humanidad, nuestras limitaciones. El portal, el establo, es mucho más accesible que un palacio, rodeado de lujo y vigilancia, de papeles y controles de seguridad. Dios quiere estar cercano, próximo a la gente, y esto lo permite la sencillez del establo. Aquí no hay trabas, no hay exigencia, todo el mundo es bien recibido, primero serán los pastores, luego los reyes magos, en medio, muchos de nosotros.
La Navidad nos recuerda que Dios eligió nacer en las condiciones más humildes, para mostrarnos que Él está presente en los lugares más sencillos y en las vidas más desfavorecidas. No vino a los poderosos ni a los ricos, sino a los pobres, a los marginados, a los que más lo necesitan. Así, la Navidad nos invita a mirar más allá de lo superficial, a descubrir a Dios en los pequeños detalles de la vida, a encontrarlo en los gestos de amor y de servicio hacia los demás.
Hoy, mientras celebramos la Navidad, Dios nos invita a hacer espacio en nuestros corazones para recibir a ese Niño que nace para todos, sin distinción. A veces, nuestras vidas se llenan de ruido, de preocupaciones, de deseos materialistas. Pero la Navidad nos llama a silenciar todo eso y abrirnos al verdadero sentido de la Navidad: el amor de Dios hecho carne, la paz que viene del corazón de Dios, la esperanza que nunca se apaga.
Como nos dice la segunda lectura de San Pablo a Tito, Dios nace para todos. Ayer estuve en la cárcel de Pamplona, y Jesús también nacía allí, también en la cárcel es Navidad, se cree, se canta y se espera que el Niño Dios que nace les traiga una buena noticia, les traiga un tiempo nuevo de reconciliación y de volver a empezar una nueva vida. La Navidad en prisión, trae sueños de libertad, trae sueños posibles y únicos. Dios, no hace acepción de personas, “trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo,” (Tito 2, 11-13). Recibir esta noche a Jesús es apostar por otro estilo de vida, más centrada en las personas y menos en lo material, alejada del boato del poder y cercana al servicio, especialmente de los más pobres. Navidad es para todos, y para servir a todos, especialmente a los más pobres. Pero la Navidad también nos pide un estilo de vida, un cambio, la lectura nos habla de “una vida sobria, justa y piadosa”. La Navidad me cambia, de lo contrario no es Navidad. ¡Que no pase de largo la Navidad!
Como los pastores que, al recibir el anuncio del ángel, se apresuraron a ir a Belén para ver al niño, así también nosotros estamos llamados a acercarnos a Jesús, a dejar que Él nazca en nuestros corazones. Esta noche también nosotros queremos acercarnos a Jesús, al portal. Los pastores fueron los primeros en acercarse al portal para ver a Jesús, eran los pobres de la época y de dudosa reputación, y en cambio fueron los primeros que se acercaron, entre sorpresa y alegría. Seguramente no sabían muy bien qué iban a encontrarse, pero escucharon la palabra de Dios a través del ángel que les anunció el nacimiento del Mesías. Los pobres se fiaron de la palabra de Dios y fueron los primeros en encontrarse con Jesús. Y encontraron al Salvador pobre entre los pobres, la descripción no puede ser más clara respecto a la pobreza “encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc. 2, 12). Pañales y pesebre, descripción de un niño, y en medio de la pobreza. La humildad del pesebre nos habla de un Dios que no se impone, que no viene con poder ni riqueza, sino con humildad y sencillez. No hay fanfarrias ni grandes desfiles, sino un niño en los brazos de su madre, rodeado de la mirada asombrada de pastores y, tal vez, de animales. Este es el rostro del amor de Dios: sencillo, accesible y cercano a todos. Y esta es la Iglesia que quiere para nosotros, y la que constantemente nos recuerda el Papa Francisco, una Iglesia pobre y para los pobres.
Hoy, alzamos nuestra mirada a ese Niño y, como los pastores, nos sentimos invitados a acudir rápidamente a Él, a postrarnos ante el misterio de su amor infinito. Lo hacemos llenos de alegría, de gozo. Jesús nace para mí, para ti, para todos. Y, como ellos, hemos de regresar a nuestras casas, a nuestras familias, a nuestros trabajos, a nuestra vida de cada día, llevando esa luz de esperanza y de amor, renovados por la presencia de Dios en cada uno de nosotros. En esta noche santa, el amor de Dios nos abraza y nos llama a vivir con esperanza, con fe, con caridad. La Navidad es un tiempo para renovar nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos, para compartir la luz que Él nos ha dado con los demás.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela