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Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, este 29 de diciembre, en las catedrales de Tudela y de Pamplona, con motivo de la apertura del Jubileo de la Esperanza

 

Sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos/as, laicos. ¡Es la hora! ¡Ha llegado el momento! El Jubileo de la esperanza cobra vida y se hace real, comienza hoy, aquí y ahora. Nuestra diócesis se pone en camino, en peregrinación hacia la reconciliación, hacia esa nueva vida que nos propone el Papa Francisco. Hoy, todos nos convertimos en “Peregrinos de esperanza”, como lo hizo la Sagrada Familia subiendo a Jerusalén. El Jubileo de la esperanza es el abrazo de Dios. Es ese tiempo en el que Dios nos espera que volvamos a casa, que regresemos a la casa del Padre para volver a empezar. Dios nos abraza y nos invita a mirar el futuro con esperanza. Es deseo del Papa Francisco que “el Jubileo sea para todos, ocasión de reavivar la esperanza” (Spes non confundit 1), pues el mismo Papa Francisco apunta que encontramos “personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiese ofrecerles felicidad” (Spes non confundit 1). Estas personas necesitan el abrazo, la ternura y caricia de Dios, que les haga experimentar el perdón y la reconciliación, “porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lc. 15, 24). Hay muchos hijos pródigos que necesitan encontrarse con el padre misericordioso, y experimentar el amor de Dios, experimentar que la esperanza no defrauda. Necesitan experimentar y escuchar que otro mundo es posible, otra sociedad es posible, y eso nos lo va a traer el Jubileo de la esperanza. Este abrazo de Dios es el que hace que la esperanza no defrauda, ¿por qué?, porque está fundado en el amor de Dios, que no falla, que no confunde y que no defrauda, y esta es la garantía de seguridad.

El Jubileo es para todos y para todo. San Pablo, en la lectura de nochebuena nos decía que Dios “trae la salvación para todos los hombres” (Tito 2, 11). Y por lo tanto el Jubileo también es para todos, que estamos llamados a vivir este tiempo, como un tiempo de gracia, especial. Todos estamos invitados a vivir esta experiencia de fe y de vida. No hay cambio interior que no se traduzca en un cambio exterior. Y cuando digo para todo, lo digo pensando en que podemos y debemos hacer borrón y cuenta nueva de nuestra vida, para instaurar una vida nueva. No hay actitud, gesto, pecado, que no pueda borrar o limpiar el Jubileo, nada que no pueda superar el amor y el perdón de Dios. El mismo Papa Francisco lo dijo el 26 de diciembre al abrir la Puerta Santa de la cárcel de Rebibbia, al dirigirse a los presos les comentó “el perdón de Dios es para todos”, y si es para todos, significa que perdona todo. A continuación, el Papa Francisco les dijo nuevamente a los presos “Que la apertura de esta Puerta Santa sea para toda una invitación a mirar el futuro con esperanza. Abramos nuestro corazón a la misericordia del Señor”. La clave del Jubileo está en nuestro corazón, que esté abierto a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida. La vivencia del Jubileo es un acto de libertad.

Quiero insistir en la invitación que hace el Papa “para todos”, ¡Cuánto me gustaría que en este Jubileo participasen también responsables políticos, grandes empresarios, dirigentes de entidades importantes! Para que entre todos podamos construir una sociedad más justa y solidaria. El Jubileo quiere tender puentes, estrechar posturas, respetar diferencias. En Navarra, en España y en el mundo, necesitamos una sociedad con menos ruido y más amabilidad. Una sociedad con menos crispación y más serenidad. Una sociedad con más consenso y menos rivalidad. Una sociedad que ponga en el centro a la persona y no el capital. Una sociedad de las oportunidades y no del castigo. Una sociedad mucho más humana y menos fría. Una sociedad que respete los derechos humanos de los migrantes, de las víctimas de trata. Cuanto me gustaría que se hiciese realidad el deseo del Papa Francisco en la cárcel de Rebibbia “Frente a la violencia y el mal, la esperanza siempre tiene la última palabra”. Nuestra sociedad necesita sosiego, tranquilidad, paz social y personal. De esta forma conseguiremos una sociedad más habitable y más justa. A la vez que la anhelada paz en los muchos países que viven en guerra.

Este año Jubilar demanda de cada uno de nosotros una actitud positiva. La esperanza tiene nombre, tiene rostro, somos cada uno de nosotros. La esperanza no es un proceso intelectual, es vital, vivo. Existe el peligro de vivir el Jubileo adoptando una actitud pasiva, casi negligente, esperando que se me conceda todo. El Jubileo me lleva a peregrinar, a ponerme en camino, a salir de mí mismo, de mi comodidad, a ponerme al servicio “Ponerse en camino es un gesto típico de quienes buscan sentido a su vida. La peregrinación a pie favorece mucho el redescubrimiento del valor del silencio, del esfuerzo, de lo esencial” (Spes non confundit, 5). El Jubileo de la esperanza me interpela, y ¿yo qué puedo, qué debo de hacer este año jubilar?, el Papa Francisco es muy claro en la bula, «En el Año Jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria».(Spes non confundit). Ser signos de esperanza es ser portador del mensaje del evangelio, del amor de Dios en ambientes de dolor y de sufrimiento. El Jubileo de la esperanza no se realiza solo, no podemos quedarnos parados, necesita “signos visibles” que dice el Papa Francisco, y esos signos visibles, tangibles, somos nosotros. Que seamos portadores de luz, de esperanza, porque “sin esperanza nuestro mundo no sería más que un inmenso cementerio” (Charles Peguy, pensador cristiano, francés s. XIX). Y aquí quiero tener un recuerdo especial para los afectados por la dana en Valencia. ¿Es posible la esperanza en 2 una situación así? ¿Es posible creer que la esperanza no defrauda?, mucha d esta esperanza depende de nosotros, ¡no los olvidemos! y la esperanza no les defraudará, porque viene de Dios.

El Papa desea que este año Jubilar sea un mensaje de esperanza para la gente que sufre, para los que no tienen esperanza o están desencantados de esperar. Nos invita a mirar a las personas que todo les ha fallado, que no tienen esperanza, que no confían, para que este año del Jubileo de la esperanza seamos buena noticia, seamos luz, seamos esperanza. Estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza, que nuestra presencia, nuestra palabra, nuestra mirada sea transmisora de la esperanza Jubilar. Los presos, los enfermos, los jóvenes, los migrantes, los ancianos, los pobres (Spes non confundit, 8-15), están esperando de la iglesia signos de esperanza, buenas noticias ¡no podemos fallarles!. A estos grupos, que tienen una esperanza muy débil, me gustaría añadir a las víctimas de la trata, a las víctimas de abusos, víctimas de violencia de género, al maltratado mundo del trabajo, que también esperan que este año Jubilar sea para ellos un año de esperanza, un año de buena noticia.

Como diócesis de Pamplona y Tudela, además de declarar a las dos catedrales, Tudela y Pamplona, como templos jubilares, he determinado cuatro lugares jubilares, que son centros de dolor y de llaga humana, como son el Centro P. Menni de Elizondo, la Casa de la Misericordia en Pamplona, el hospital Reina Sofía de Tudela, y la cárcel de Pamplona. Invito a la diócesis a visitar y ganar el jubileo también en esos cuatro “lugares jubilares”. Pero entiendo que el arzobispo es el primero que debe de ir, por lo tanto Quiero anunciar que durante el año 2025 tendré una celebración jubilar en cada uno de esos lugares. También quiero recordar la obra social que la diócesis ha asumido para este Jubileo de la esperanza, y es estar cerca de las víctimas de la Trata. Para ello queremos abrir un centro para acoger, atender y acompañar a las víctimas de Trata en Navarra. Es el compromiso social de la Iglesia de Navarra con los pobres.

Comenzamos el Jubileo de la esperanza en nuestra diócesis. Un tiempo especial de conversión, de cambio. Es un volver a empezar mirando con optimismo el futuro y dejando atrás el pecado. Un tiempo de manifestar el cambio a través de gestos, de acciones concretas. El Jubileo no se gana solo peregrinando o participando en celebraciones, sino hay cambio interior, no hay Jubileo, “Que todos tengamos la posibilidad de abrir las puertas del corazón, y comprender que la esperanza no defrauda” (Cárcel Rebibbia). Invito a toda la iglesia de Navarra a abrir el corazón a un tiempo nuevo. Que estemos abiertos al cambio, a la conversión, a la transformación. Abramos el corazón al amor, al perdón, al abrazo, al diálogo, a la solidaridad, a la fraternidad, a la diferencia. Seamos constructores de la alianza social que nos propone el Papa, una alianza inclusiva.

Me gustaría que el Jubileo sea buena noticia para nuestra diócesis y ver cumplidos algunos de los sueños a mi llegada a la iglesia de Navarra: que crezcamos en comunión eclesial; que logremos elaborar un “Plan de Pastoral Diocesano” que ponga a toda la diócesis en movimiento; que recibamos las conclusiones del sínodo sobre la sinodalidad como camino de comunión y fraternidad en nuestra iglesia; que los laicos vayan asumiendo responsabilidades y los sacerdotes delegando; que no haya más víctimas de abusos; que el Señor bendiga nuestra diócesis con nuevas vocaciones; que seamos valientes a la hora de dar testimonio de fe en la calle, en la sociedad.

Pongámonos en movimiento, iniciemos la peregrinación, con el convencimiento que la “esperanza no defrauda” (Rom. 5,5), no confunde ni fracasa.

 

+ Florencio Roselló Avellanas O de M

Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela 

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