¡Feliz Navidad!

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 25 de diciembre, en la Catedral de Pamplona, con motivo del Día de Navidad
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Navidad!
Este es el saludo más común que esta mañana nos dirigimos al saludarnos. Desear Feliz Navidad es que el amor de Dios haya vuelto a nacer en nuestras vidas, en nuestros sueños y en nuestros proyectos. Ha amanecido y Dios ha nacido esta madrugada, estamos alegres porque Dios se ha hecho uno de nosotros. Desear feliz Navidad es desear lo mejor que nos trae la Navidad: paz, amor y justicia.
En la celebración de medianoche decíamos que Dios se había encarnado en un niño, pequeño, humilde y sencillo. Hoy la liturgia nos habla que este niño es Palabra que se ha hecho carne, que se ha hecho uno de nosotros. San Juan nos lleva más allá del nacimiento de un niño en Belén; nos introduce en un misterio eterno: el Verbo, la Palabra de Dios, estaba con Dios desde el principio y es Dios mismo. En Jesús, el Verbo de Dios, la Palabra se hace carne y se acerca a nosotros de manera personal, concreta, en el tiempo y el espacio.
La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Dios es mucho más que palabras, Dios es vida, por eso el evangelio nos habla que acampó entre nosotros, es decir se hizo vida. Hoy en día la gente está cansada de palabras de falsas promesas y palabras huecas. Muchas veces decimos, las palabras se las lleva el viento. Estamos cansados de palabras de los políticos, a veces en la Iglesia también sobran muchas palabras. Dios, a través de su hijo, hace vida su palabra. San Juan nos recuerda que Dios no está lejano, no está indiferente a nuestras penas y alegrías. Utiliza la Palabra para hacerse cercano. Él ha venido a estar con nosotros, a compartir nuestra humanidad, a caminar con nosotros. La Palabra se hace vida, pero una vida comprometida, una vida cercana, especialmente a los pobres.
El compromiso de Dios para con nosotros va más allá, se concreta en vida, en hechos, acciones, en entrega y en muerte por todos nosotros. Es la forma de encarnar la palabra en la vida. Él se ha hecho cercano, ha tomado nuestra humanidad para hacernos partícipes de su divinidad. Esta es la gran novedad de la Navidad: la presencia de Dios en medio de nosotros. No un Dios lejano, sino que vive nuestra vida y que se ofrece como fuente de salvación. Jesús no vino como un rey poderoso, sino como un niño humilde nacido en un pesebre. No vino a imponer su voluntad, vino con una palabra AMOR, que la concretó con su vida. Este es el gran regalo de Navidad: Dios se hace accesible, próximo, comprensible. Él es “Emmanuel”, que significa “Dios está con nosotros”. Dios nace para quedarse y acompañarnos en nuestras luchas y existencia.
Pero no fue fácil, porque “vino a los suyos y los suyos no la recibieron” (Jn. 1, 11), tuvo que nacer fuera de Belén, en un establo, sin más compañía que María y José, sin más techo que la luna y las estrellas. No le dejaban nacer, se conformó con muy poco. La Navidad no fue un desarrollo fácil, no fue sencillo, al contrario, complicado y difícil. La Navidad es un mensaje de esperanza, pero cuesta recibirlo y aceptarlo. No todos reciben esta luz, algunos la rechazan y por su cerrazón, prefieren las tinieblas. Jesús no fue aceptado por todos. Lo tuvo difícil, recién nacido tiene que huir a Egipto, luego perseguido hasta acabar en la cruz. Los que no recibieron esa luz optaron por llevar a Jesús al suplicio y a la cruz.
San Juan en el evangelio de hoy también escuchamos que “a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios” (Jn. 1, 12). Este es un mensaje lleno de esperanza y de amor: recibir a Cristo en nuestras vidas nos transforma. No solo celebramos el nacimiento de Jesús, sino que somos invitados a recibirlo, a hacerlo vida en nosotros. A cuantos recibimos esta Palabra nos convierte en personas solidarias, cercanas y amables con los que nos rodean. Recibir esta palabra, acoger la luz, es creer que otro mundo es posible, en creer que otra actitud en la vida es posible. Vivir la Navidad es dejarse transformar por la Palabra, por la luz, por este Niño, que es Dios hecho hombre.
Que este niño que nace, la Palabra hecha carne, nos dé la gracia de vivir con alegría y esperanza, sabiendo que Él está con nosotros, que Él es nuestra luz y nuestra salvación. Que esta Navidad nos haga más conscientes de nuestra dignidad como hijos de Dios y nos comprometa en la vida de cada día.
Que la Navidad nos ayude a acoger a Jesús en nuestras vidas, a recibir su luz, a recibir la Palabra que se encarna. Es una invitación a ser felices con el niño que nace.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela